El agujero negro que engulle a los entrenadores

Pochettino no estuvo en la lista final para suplir a Valverde

Pochettino no estuvo en la lista final para suplir a Valverde / sport

Guillem Balagué

Guillem Balagué

Michael Coufield, psicólogo deportivo de prestigio en el Reino Unido, lo tiene claro: “no he visto una profesión tan estresante como la de entrenador de fútbol”. Y entre todos los escenarios posibles, el momento de más dificultad es el periodo que pasan sin trabajo. Se me ocurría pensar en ello mientras Mauricio Pochettino me enseñaba, con paciencia pero seguramente divertido, a jugar a golf esta semana. Posiblemente no era como hubiera preferido pasar la mañana, pero es el paisaje donde se nos ocurrió charlar de su historia personal para LaLiga TV.

El exentrenador del Espanyol y del Tottenham, que se prepara ante la inminencia de un trabajo nuevo, hace ya tiempo que recargó sus baterías. Viajó a Qatar, a Argentina, donde se encontró con Diego Armando Maradona, y varias veces a Barcelona, se juntó con otros entrenadores (la zona donde reside está llena de charlas potenciales de lo más suculentas: por ahí ha vivido o vive Javi Gracia, Quique Sánchez Flores, Unai Emery, Mikel Arteta…) y recibe a algún medio tras pasar por muchos filtros. ¿Para qué hablar mucho más justo ahora?

Muchos clubs tienen presente a Pochettino: el PSG, el Real Madrid, la Juve, el Bayern, el City para la era post-Pep, el Manchester United. Acabará sentado en un banquillo de un grande. La espera es llevadera. Para otros muchos preparadores, especialmente aquellos que piensan que se definen por su trabajo, la dilación es insoportable porque se sienten desplazados, inútiles, inservibles, invisibles. 

Hay entrenadores que dejan de salir de casa, si acaso para comprar leche y pan. Algunos incluso pasan hasta dos meses en un exilio auto impuesto. Avergonzados, humillados, rechazados, sin dirección. Deprimidos. Ciertamente se vive con cierto alivio reducir el ritmo de vida y hay quien tiene que recargarse tras vaciarse, como dijo Guardiola en su día, pero no es fácil aceptar que la rutina desapareció y también el trabajo en el que invirtieron todo lo que tenían, quizá porque en un inicio usaron el fútbol como masilla para tapar todas sus necesidades.

Muchos tardan meses en pasar por el duelo necesario y preguntarse los porqués. Contactan a menudo a sus exjugadores, a los amigos que quedan en su último club. Rescriben la historia. Buscan desesperadamente el aprecio y la atención que les permita subirse de nuevo al escenario. Tienen miedo. Saben o sospechan que el 40 por ciento de los que pierden su trabajo no vuelven a ser contratados. En Inglaterra (en España no existe un servicio similar) la Asociación de Entrenadores ofrece su apoyo, temerosos de los agujeros negros en los que se pueden perder.