Un adiós necesario

Luis Enrique estuvo activo en el último partido en el Camp Nou

Luis Enrique estuvo activo en el último partido en el Camp Nou / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

Del Luis Enrique que estos días escribe su epitafio como entrenador del Barça se pueden decir muchas cosas: desde alabar que resucitó a un equipo deprimido por la era Tata y logró ocho títulos de doce posibles -podrían ser nueve de trece-, hasta cuestionar su legado futbolístico y preguntarse si la evolución que convirtió al Barça de los centrocampistas en el del tridente ha sido tal o ha acabado resultando en una involución. De lo que no queda ninguna duda es de su total honestidad.

No solo porque se ha entregado a su trabajo en cuerpo y alma hasta vaciarse sino porque basta escucharle y leer entre líneas estos días para darse cuenta que se ha apartado cuando se ha convencido de que ya no podía aportar más. Cuando el asturiano reconoce la falta de regularidad que le ha costado la Liga a su equipo suena a manera suave de decir que el rendimiento global ha sido insuficiente. Y eso, por supuesto, es culpa de los futbolistas, que también lo han ido admitiendo a su manera, como de quien tiene la responsabilidad de exprimirles.

Ante la falta de autocrítica del presidente, que califica la temporada como muy buena porque se ha competido hasta el final, porque el equipo se ha esmerado en remontar lo que antes había estropeado, por el récord de goles en la Liga e incluso por la Bota de Oro de Messi, y ante la condescendencia de la parroquia del Camp Nou, que se muestra más agradecida por el pasado que inquieta por el presente y el futuro, el técnico entendió en algún momento que hacía falta un cambio. El de Luis Enrique, después de muchos méritos y logros, es un adiós necesario.

Se impone agradecerle los servicios y esperar que Ernesto Valverde sea capaz de insuflar al equipo la energía que trajo consigo el asturiano hace tres años. En este sentido, el último partido de Liga frente al Eibar resume a la perfección todos los pecados del curso: cierta desgana al principio para intentar arreglarlo después con un arranque de orgullo, yendo a remolque siempre, con poca jerarquía.

Más allá de la cosecha de títulos, entendiendo que no se puede ganar siempre, lo que más he echado en falta esta temporada ha sido divertirme en el Camp Nou. Podría contar con los dedos de una mano los partidos redondos del equipo, y así, sin ser reconocible, es difícil ganar. Ojalá Valverde recupere la química, pero para ello necesitará que quienes no han hecho ninguna autocrítica de puertas para afuera le ayuden con un proyecto más certero que el del último verano.