Cerler: el corazón blanco del Pirineo aragonés

Cerler, la estación más alta de Aragón, cautiva al esquiador por su montaña, paisajes y gastronomía

Después de las recientes nevadas Cerler ofrece su mejor cara

Después de las recientes nevadas Cerler ofrece su mejor cara

Sergi Mejías

Sergi Mejías

Hay estaciones de esquí que enamoran desde el primer giro. Cerler, la más alta del Pirineo aragonés, es una de ellas. Con sus 80 kilómetros de pistas y su desnivel de 1.100 metros, esta joya enclavada en el Valle de Benasque no solo ofrece esquí de calidad, sino también historia, rincones mágicos y un ambiente que atrapa a todo aquel que la visita.  

Un recorrido por la historia de Cerler

La historia de la estación comenzó el 26 de diciembre de 1971, cuando se inauguraron los telesillas Pllan d’Están y Robellons junto a los telesquís Cogulla y Farnuserals. Cinco años más tarde, en 1976, se sumó el telesquí Gallinero, que en 1992 se sutituiría por un telesilla permitiendo alcanzar la cota máxima de la estación (2.630 metros). Desde entonces, Cerler no ha dejado de evolucionar, y en 2014 recibió el reconocimiento como la mejor estación de esquí de España en los World Ski Awards. Más recientemente, en 2021, la estación estrenó la nueva zona de Castanesa, ampliando sus dominios y ofreciendo aún más posibilidades a los esquiadores.  

Descubriendo los secretos de Cerler

En nuestra visita tuvimos la suerte de recorrer la estación junto a Rubén e Ismael, embajadores de Cerler, que nos guiaron por algunos de sus rincones más especiales. Acompañados por dos esquiadores más, por Juan y Belén, disfrutamos de una jornada en la que las montañas nos regalaron su mejor versión.  

Uno de los momentos diferentes y especiales fue el descenso por la pista verde Robellons, un trazado que serpentea entre pinos y permite esquiar en medio del bosque, sintiendo la conexión con la naturaleza. Esquí pausado, perfecto para quienes disfrutan de deslizarse sin prisas.  

Otra parada obligatoria fue el Rincón del Cielo, un mirador natural que hace honor a su nombre. Desde aquí, las vistas abarcan todo el Valle de Benasque y las cumbres de más de 3.000 metros que lo rodean, incluido el imponente Aneto. Un lugar ideal para detenerse, respirar y admirar la grandeza del Pirineo.  

Para los que buscan un reto mayor, el descenso desde el Gallinero hasta la base de Cerler es una experiencia imprescindible. Este trazado de 9 kilómetros y 1.100 metros de desnivel es accesible para esquiadores de nivel intermedio que quieran disfrutar de una bajada larga y espectacular. Para los más exigentes, hay opciones como las pistas negras de la zona alta o la solitaria Rabosa, donde la sensación de esquiar lejos de todo es absoluta.  

Un respiro con sabor a montaña

Después de una mañana intensa de esquí, toca reponer fuerzas. Una de las paradas más recomendadas es Colladeta Burger, donde se pueden degustar hamburguesas gourmet con vistas privilegiadas. Si lo tuyo es la pizza, el restaurante El Bosque es la mejor opción dentro de la estación.  

Al final del día, el plan perfecto es bajar a Benasque, donde la oferta gastronómica es variada y de calidad. Desde una cena especial en El Bombardino o El Fogaril, hasta unas tapas en la acogedora Taberna del Ixarso. Y para descansar, hoteles como el Aneto o el Benasque son opciones de lujo donde recuperar energías.  

Curiosidades que hacen única a Cerler

Más allá de sus paisajes y pistas, Cerler guarda datos sorprendentes. La estación cuenta con un total de 1.012 sillas en las que, si se ocuparan todas a la vez, podrían sentarse 4.350 personas simultáneamente. Además, en una temporada media, los 300.000 esquiadores que la visitan esquían el equivalente a 27 vueltas a la Tierra en desnivel acumulado. Cifras que hablan de la grandeza de esta estación.  

Cerler es mucho más que una estación de esquí. Es historia, naturaleza, aventura y un lugar donde cada bajada es un recuerdo inolvidable. Y después de un día aquí, solo queda una cosa en la mente: volver.