Ricky Rubio: "Antes jugaba con límites en mi cabeza"

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Dídac Peyret

Dídac Peyret

“¿Puedo ir al baño?”. Ricky Rubio (El Masnou; 27 años) ya suma una rueda de prensa y cinco entrevistas cuando nos toca, pero no está pendiente del reloj y mira a los ojos cuando responde.

Está algo distinto. De cerca aún se percibe más el cambio. Pelo de samurái, barba de náufrago y tatuajes renovados. El base de los Jazz ha dejado atrás esa imagen de eterno adolescente, pero conserva la misma amabilidad y el aura de tipo especial. 

Es una madurez diferente. Más compleja. También más libre. Como si tras lidiar con algunos de los episodios más duros de su vida se hubiera sacudido miedos muy profundos. En Utah disfrutan a lo grande de su mejor versión. Rubio vuelve a divertirse en una cancha de baloncesto. 

Durante tu etapa final en Minnesota llegaste a decir, “tengo que demostrarme a mí mismo de lo que soy capaz”. Una frase en la que parecía que te reprochabas algo. Han pasado unos meses y hemos visto tu mejor versión en la NBA, ¿de dónde viene esa confianza?  

[Sonríe y se lo piensa]. Yo creo que si me pusiera a buscar solo un momento o una clave, no la encontraría. Y si la tuviera ya la habría contado para que la gente pudiera aprovechar eso y aplicar esa experiencia. Ha sido un poco un cúmulo de todo. Pequeños detalles que cuentan: estar bien en casa, ser feliz, la experiencia, aprender de los errores... y luego tener un equipo detrás que realmente está pendiente de ti. Que tú confías en ellos y ellos confían en ti. Yo creo que he ido añadiendo pequeñas cosas en mi trabajo. Desde un preparador físico hasta una persona que me pueda ayudar psicológicamente. Al final de todo es un poco sentirse bien con uno mismo.

De estos elementos que has ido añadiendo para crecer me gustaría que me hablaras del papel que ha tenido el trabajo mental en tu transformación de esta temporada, ¿cómo ha sido ese proceso? 

Bueno, yo he tenido un preparador físico desde que llegué a la NBA hace siete años. También un fisio desde que me lesioné el tobillo. Y  un psicólogo que he ido cambiando por A o por B, pues he tenido tres en los últimos cinco años. También desde el verano pasado he estado entrenando con Raül López, que ha sido de gran ayuda. Es importante tener cerca un jugador con experiencia y que haya vivido lo que ha vivido. Raül ha sido clave para ayudarme a creer en mí mismo. 

"Cuando pasó no lo veía pero ahora me doy cuenta de que la muerte de mi madre me ha hecho ser quien soy ahora"

Hay una jugada que me llamó la atención en los playoffs, que lanzas un tiro, no te entra, te vuelve el balón y vuelves a lanzar… esto es algo que no veíamos antes… ¿Qué tiene Raül para haber sido una influencia tan grande?

En Raül he encontrado una persona que me ha enseñado detalles técnicos, porque tiene para dar y repartir, pero no destacaría eso del trabajo que hemos hecho. Me quedo con la confianza que me ha dado en el sentido de creerme que puedo ser el mejor en la pista.  Y esa es una de las cosas que han cambiado ahora. Antes saltaba a la pista con el respeto al rival [“que lo sigo teniendo, ¿eh?”, insiste], pero a la vez respetaba al otro hundiéndome un poco a mí. Ahora es un poco, ‘te respeto, pero voy a ser superior a ti’. Es esa mentalidad: ser humilde, pero sin que eso te hunda a ti mismo. 

Esta nueva actitud se notó en la reacción de algunos rivales como Teague o Butler. Incluso Westbroock calentó mucho la eliminatoria con referencias directas a ti [“voy a terminar con esta mierda”, aseguró cuando le recordaron tus números contra él] ¿hubo mucho trash talk 

No, más que trash talk, se volvió todo muy físico. Él intentaba jugar su superioridad física sobre mí y yo intentaba jugar mis cartas. Que eran sacar lo mejor de mis compañeros y jugar en equipo.

Uno de los momentos más mediáticos de tu temporada fue cuando se dijo que Butler no te dejó entrar en el vestuario cuando regresaste a Minnesota, ¿qué pasó realmente ese día?

Se dijo que Butler había dicho aquello de ‘si viene Ricky no lo dejéis entrar’, pero en ningún momento fui a entrar en el vestuario, así que no sé nada.  

Me acuerdo del  primer Ricky en la NBA, que estabas todo el rato sonriendo en la pista y te comparaban con Justin Bieber. En Utah pareces estar totalmente focalizado en el juego; no hay pases sin mirar, ni caños, hay menos entertaining 

Bueno, te puedo asegurar que a Snyder [se refiere al entrenador de los Jazz] no le gustaría mucho que hiciera ese tipo de jugadas [risas]. Pero no ha estado mal esta temporada, ¿no? Me ha faltado hacer algún mate. Pero vamos a ver la próxima temporada [sonríe].

"En el Barça el error era impensable y al final el baloncesto es un juego de errores"

De ti siempre se ha dicho que te favorece el juego a campo abierto, de posesiones cortas y que por eso te iba mejor la NBA que el baloncesto FIBA. Pero tu explosión ha llegado en Estados Unidos en uno de los equipos más ordenados de la liga y con un estilo más europeo ¿cómo te lo explicas?

Bueno, yo creo que llegó un momento de mi carrera en el que yo mismo me ponía mis límites. Y uno no se tiene que poner límites, porque quién sabe hasta dónde puedes llegar y cuál puede ser tu nivel. Entonces llegué a Utah, donde me sentí cómodo y el entrenador me respetaba y tenía mucha comunicación conmigo. Y eso me hizo llegar a sitios que nunca había imaginado que podía llegar. Liderando al equipo en anotación en muchos partidos, por ejemplo, cuando en teoría mi fuerte no era ese. ¿Por qué te tienes que poner un límite solo por qué no lo hayas hecho antes? Es algo que he visto y que lo tengo dentro. Yo mismo me había puesto límites mentalmente cuando no tenían que estar ahí. Y estar en este equipo me ha ayudado muchísimo a verlo. 

Hay una cosa que Joe Ingles [excompañero en el Barcelona y ahora en los Jazz] comentó esta temporada sobre tu etapa en el Barça que me pareció interesante; decía que a lo mejor había una jugada diseñada para Navarro, que era lo lógico porque era el referente del equipo, y que, si alguien se salía del guión y lanzaba un tiro y no entraba, eso lo penalizaba y se iba al banquillo, ¿te perjudicó eso en la confianza en el tiro?

Sí. Puede ser que pusiera esos límites en mi cabeza. Sí aprendes con esa base, a los 18-19 años, te pueden quedar dentro esos límites y es difícil romper esas barreras. Puede ser que pusiera limitaciones y mi juego cambiara un poco en base a eso. Porque el error era impensable en esa etapa. Y al final el baloncesto es un juego de errores. Es como: ‘falla, falla que al final acertarás’. Y es algo que lo ha demostrado muchísimo el mismísimo Curry, que hace partidos de 0 de 11 y se tira el doceavo como si hubiera metido los otros 11. Y es algo para aprender de él. Es una confianza que tienes que tener en ti mismo, porque al final las estadísticas están para romperlas. 

Snyder es uno de los entrenadores que más ha sabido entenderte. Pero tu temporada ha tenido distintas fases: empezaste a un nivel increíble en el tiro, luego un bajón y al final, la explosión, ¿qué destacarías de él?

Uno de las cosas que me ha sorprendido es que no ha cambiado su guión a pesar de los resultados. Cuando empezamos la temporada él tenía un guión. Y el guión era que quería que fuera el líder del equipo, el base. Él confía en mí en muchos aspectos. Pasamos por un bache, pero su guión siguió siendo el mismo.

Pero hay un momento de la temporada en el que dejas de jugar los últimos cuartos… 

Sí. Hay unos meses, creo que alrededor de diciembre-enero, que estamos con 19 victorias y 29 derrotas y sí que es verdad que en algunos partidos yo no terminó jugando. Pero entonces voy a hablar con él para decirle que no estoy contento con la situación y me doy cuenta de que su guión no ha cambiado.

¿Qué te dijo entonces?

Que él confía en mí pero que en este momento lo mejor para el equipo es esto. Que no juegue en este momento no significa que haya dejado de ser el jugador que él pienso que puedo llegar a ser. Y al final ves que la confianza no es solo de boca, sino que también te la demuestra porque en el momento donde termino un par de partidos el último cuarto y las cosas salen bien, él viene a hablar conmigo y ves que tiene confianza.

La muerte de tu madre es uno de los aspectos claves para entender tu evolución, tú mismo has hablado, a veces, de pasar de niño a hombre ¿a nivel personal que ‘clic’ hiciste en esa etapa tan difícil? 

Sí. Es la experiencia que más me ha ayudado personalmente a crecer. Y es un momento muy duro. Un momento complicado y delicado. En ese momento no lo veía, pero me ha hecho ser lo que soy ahora. Pero hasta que no tocas fondo no lo ves. Hay momentos en que no encuentras sentido a nada pero al final te das cuenta de que la vida hay que disfrutarla mientras la tengas. Y que todos los problemas que hay no son tan graves. Que perder un partido no es el fin del mundo. O que las cosas no te salgan en la cancha o incluso fuera no determinan que las cosas no puedan salir bien en un futuro. Es algo que ha cambiado un poco en mi filosofía y que me ha ayudado a llegar donde estoy.

¿Te ves muy reflejado en ella?

Uff, sí, en muchas cosas. En lo tozudo que soy, en querer hacer las cosas, también en ayudar a la gente. Ella se desvivía por los demás. Y es una de las cosas que tengo grabadas y que quiero hacer.

Siempre se dice que en la NBA no tiene nada que ver la temporada regular con los playoffs… los más críticos contigo decían que tu rendimiento bajaría cuando subiera el nivel defensivo y que te flotarían mucho, pero ocurrió justo lo contrario…

Sí, para mí hay dos nbas. En temporada juegas un partido y al día siguiente te enfrentas a un equipo totalmente diferente a lo que te habías preparado para el anterior. En los playoffs tienes tres días para preparar el primer partido y después juegas contra el mismo equipo cinco, seis o siete veces. Y cuando van pasando los partidos, las cosas que hacías bien ya no las haces tan bien porque las defienden mejor. Y las cosas que haces mal se acentúan porque los rivales buscan eso. Es como un juego de ajedrez y la intensidad sube a otro nivel.