¿Qué hubiera pasado si...?

Lonzo Ball se someterá a una tercera cirugía para solucionar los problemas de su maltrecha rodilla izquierda

Fuera de las pistas desde enero de 2022, podría incluso perderse la próxima temporada entera

Lonzo Ball, con los Chicago Bulls

Lonzo Ball, con los Chicago Bulls / NBA

Daniel Guillén

Daniel Guillén

Existen ciertos jugadores que, en circunstancias diversas, serán recordados por lo que pudieron llegar a ser. Y no tanto por lo que fueron. Ya sea por una grave lesión, por algún punto de no retorno a lo largo de su carrera o simplemente porque no llegaron a su máximo esplendor. Existen muchos factores que influyen en el talento puro. La teoría no sirve de nada.

El que podría quedarse en ese y si es el base de los Chicago Bulls, Lonzo Ball. Se someterá a una tercera intervención de rodilla para corregir unos persistentes problemas que incluso no le permiten caminar con normalidad. Con 25 años y cierto recorrido en equipos como Pelicans, Lakers o los propios Bulls, el jugador ha entrado en punto muerto y su carrera en la NBA pende de un hilo. Aparecen muchos interrogantes: ¿Le volveremos a ver en la NBA? En caso afirmativo, ¿a qué nivel?

Ya pasó por quirófano en enero de 2022, justo cuando se produjo la lesión. También en septiembre del mismo año: puso en riesgo su temporada para aliviar unas molestias que le impedían ejercitarse con el resto del grupo. Pero las malas noticias no ha terminado y el hermano mayor de los Ball será sometido a una nueva cirugía. Un duro revés, físico y psicológico, para un jugador que fue seleccionado por Los Ángeles Lakers en el pick número 2 del Draft de 2017. Un jugador cautivó por encima de Jayson Tatum (3º), De'Aaron Fox (5º) o Donovan Mitchell (13º).

El relato del jugador es desgarrador: "Ni siquiera puedo correr, ni saltar. Hasta subir unas escaleras es doloroso". "Hay un rango, entre los 30 y 60 grados con la rodilla doblada, en el que no tengo nada de fuerza y no me tengo en pie", sentenció.

Lakers y Pelicans, pruebas de fuego

El californiano desembarcó en Los Ángeles y disputó 52 y 47 encuentros en sus dos primeras temporadas con un promedio de 10 puntos, 6.2 rebotes y 6.4 asistencias. Pero fue, sin duda, uno de los grandes sacrificados como parte del traspaso por Anthony Davis: la estrella de los Pelicans era la apuesta firme para conquistar el anillo y para ello hipotecaron el futuro con jugadores como Brandon Ingram, Josh Hart, el propio Lonzo Ball y alguna ronda de Draft.

En un mercado algo más pequeño y alejado de los focos mediáticos de la ciudad angelina, el base mejoró notablemente sus prestaciones con y sin balón y sus estadísticas ascendieron hasta los 13.1 puntos, 5.5 rebotes y 6.4 asistencias. En un equipo fresco, dinámico y sin complejos, fue el director de juego con muchos jugadores importantes en pista como JJ Redick, Brandon Ingram y el gran proyecto de Zion Williamson.

El proyecto de Chicago

Y entre tanto, llegó la propuesta de los Bulls. Un proyecto diferente, interesante, ilusionante. Alejado de la postemporada desde 2017, la franquicia se hizo con Ball como agente restringido por cuatro temporadas para liderar la creación de juego y potenciar a una plantilla más que interesante con nombres como los de DeMar DeRozan, Zach LaVine o Nikola Vucevic.

Y todo pintaba especialmente bien: llegados al mes de enero, los Bulls marchaban con un balance de 27-13 en el Este y unas sensaciones inmejorables. El encaje con el resto de estrellas había sido natural y especialmente rápido, algo que lanzó a los de Billy Donovan como uno de los mejores equipos de la competición. Hasta que la rodilla de Ball se quebró. El equipo perdió determinación con el paso de los partidos y no superó la primera ronda en los play-offs: cayó vapuleado (4-1) ante los Milwaukee Bucks.

Generador puro de juego

Lonzo, durante estos casi cinco año en la NBA, ha destacado por su excelente lectura del juego y ejecución. Con una larga recopilación de highlights a sus espaldas, Ball maneja especialmente bien el balón y es capaz de encontrar siempre la mejor solución en la gestación de las acciones ofensivas. Con ciertos márgenes de mejora en muchas áreas, el base ha promediado 11.9 puntos, 5.7 rebotes y 6.2 asistencias en un total de 252 encuentros.