Política

Tamames y el síndrome de la burbuja en el Congreso

El aspecto relajado y primaveral de las calles aledañas del Congreso, de las cafeterías y negocios de la zona, y los motivos de las manifestaciones convocadas a media mañana han contrastado con el desarrollo de la moción de censura de Vox, un duelo entre Sánchez y Abascal plagado de ofensas

Ramón Tamames, en el Congreso.

Ramón Tamames, en el Congreso. / José Luis Roca

Ángel Alonso Giménez

Pasadas las 10.00 horas, el "Bar Manolo", un clásico junto al

Congreso

, estaba casi vacío. Tres mesas ocupadas tan solo, la mayoría por personal de seguridad de altos cargos y por agentes de la

Policía Nacional

en su rato de descanso. La barra, desierta. La bandeja de churros, llena. El camarero preguntó al recién llegado: “¿Cómo está la cosa ahí dentro?”.

“La cosa” es la moción de censura y “ahí dentro” es el Congreso de los Diputados

. “Ahí va”, responde el cliente. Luego se produjo una breve charla sobre las intenciones de

Vox

con una moción que durante las dos primeras horas de

debate

 ha enfrentado con rudeza al líder de la formación proponente,

Santiago Abascal

, y al presidente del Gobierno,

Pedro Sánchez

. ¿Y Ramón Tamames, el candidato? Pues como los demás diputados: a escuchar.

Resultaba chocante salir de la Cámara Baja pasadas las 10.00 horas. El patio respiraba tranquilidad, del pasillo contiguo al hemiciclo (la galería del Orden del Día, que así se llama) se observaba únicamente quietud. Era lógico, estaba hablando Sánchez, quien no esperó al discurso de Tamames para desplegar su proyecto de país, y sobre todo, sus logros. En cuanto acabó Abascal, el presidente pidió la palabra y subió a la tribuna. El duelo, en verdad, es éste. No se ha hecho esperar.

Todo ese relax chocaba, en verdad, con el ambiente enrarecido del hemiciclo, escenario de nuevo de diatribas varias. Hablaba el presidente, sí, y los diputados/as (casi 350, que no han ido todos) escuchaban. Hablaba el presidente y los periodistas, unos 260 acreditados las 10.00 horas, vivían sumergidos en sus portátiles, en sus libretas y en sus minutajes. Nada puede quedar al azar. Máxima concentración en el hemiciclo, por tanto. Silencio respetuoso, lo cual es siempre bienvenido.

Más arriba, en las tribunas de invitados, la expectación de los familiares del candidato. Han venido unos cuantos. También allegados. La tribuna de público, por cierto, mostraba un aspecto más que bueno, ocupadas todas las localidades. Igual las de prensa, a ambos lados.

Ahora bien, un indicador de la relevancia de debates con solemnidad, y el de la moción de censura lo es, es el aforo de la tribuna de autoridades. Cuando algo trascendental está en juego, por ahí suelen estar presidentes autonómicos o embajadores. Este martes, no. Este martes sólo ha ido Ander Gil, el presidente del Senado

, a quien, como cuarta autoridad del Estado, le corresponde un hueco especial. Tiene boato semejante puesto, pero contrastaba la parafernalia con la soledad tras su espalda. Apenas tres personas. (En el receso de las 11.30 horas, sin embargo, se fue Gil y ya no quedó nadie).

Primer día de primavera

A veces, ante sesiones de enjundia, alguien convoca una manifestación cerca del Congreso. Un acto de protesta. La moción de censura no ha despertado los instintos reivindicativos de nadie, al menos a primera hora de este martes. Ni un solo grito de malestar en los aledaños de la carrera de San Jerónimo, que enseñaba el trajín habitual. Ni tráfico congestionado, ni problemas de tránsito, ni colas en las cafeterías próximas al Congreso. Más policía, sí, pero ya.

Protestas, protestas, lo que se dice protestas, bueno, sí, las de una señora, banderola de España ondeante entre sus manos. Se apostó en Carrera de San Jerónimo, frente a la verja del patio de Floridablanca, y se prodigó en exabruptos groseros que no merece la pena reproducir. Hasta aquí el mapa del malestar en el entorno del Congreso de los Diputados, al menos hasta las 10.00 horas del martes 21 de marzo de 2023, primer día de la primavera.

Un mapa que, según fue avanzando la mañana, subió el tamaño y el volumen. La señora, de hecho, tuvo que cambiar de ubicación para que se le oyera la voz. Se fue al acceso de la calle Zorrilla porque, en la plaza de las Cortes, una asociación en busca de soluciones para los afectados por la talidomida levantó un puesto, una pantalla y unos altavoces para, a ritmo de la banda sonora de "El bueno, el feo y el malo", denunciar la situación.

Unos metros más abajo, junto al hotel Palace, funcionarios de prisiones se juntaron para reclamar mejoras salariales, pedir la dimisión de

Fernando Grande-Marlaska

, montar una batucada y soltar unos petardos.

Dos mundos paralelos al mundo del hemiciclo, sumido en la moción de censura.

Por una puerta trasera

Desde temprano, en el Congreso, brillaron las señales de expectación mediática. Ramón Tamames ha sido de los más madrugadores en llegar. Lo ha hecho por el acceso de la calle Fernanflor, en un lado del palacio. Es una puerta casi trasera, muy discreta. Le esperó allí el líder de Vox, Santiago Abascal. Nada más entrar ambos en la institución, en seguida se formó la cohorte habitual, encabezada por el portavoz,

Iván Espinosa de los Monteros

.

Uno de los porteros mayores dio su hombro para ayudar a Tamames a ir, primero, por el llamado pasillo de la M-30, que así se conoce la galería semicircular que envuelve al hemiciclo, y luego, para ir por el salón de plenos. Una nube de fotógrafos le hizo esperar unos instantes, al lado de la tribuna.

Apenas habían llegado los diputados/as. 

Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, tomaba notas en su escaño mientras Tamames movía la vista por entre las bancadas, seguramente empapándose de recuerdos. El excandidato del PCE estuvo aquí durante la legislatura constituyente, durante la I y durante la III, ya convertido representantes de CDS.

Nuevamente ayudado por el portero mayor, el candidato, muleta en la mano derecha, fue a saludar al ministro de Universidades, Joan Subirats, y al de Consumo, Alberto Garzón, quienes muy afectuosos se han levantado para estrecharle la mano. De ahí, Tamames subió unas pocos escalones para situarse en el escaño de Abascal. Éste, siempre con él, le ayudó a sentarse; luego le explicó el funcionamiento del micrófono.

La alegría de Tamames

Primer día de la moción; primer día de la primavera, cuando todo florece. Ha sido Abascal quien ha recordado el inicio del equinoccio bien temprano. Se lo ha dicho a un periodista que le preguntó en cuanto le vio junto a Tamames entrar en el Congreso, por la parte de atrás. Era un motivo de alegría, ha comentado. "Alegría" la de su candidato, que así afrontaba la sesión. Una sesión exigente para él, pues, como es sabido, los achaques propios de su edad avanzada son conocidos.

Se le veía tranquilo, la verdad, como si supiera que algo así le llegaría tarde o temprano (quizá más tarde que temprano). Contrastaba ese semblante desdramatizado con los rostros desabridos de casi todos los demás.

Pasadas las 10.00 horas al "Bar Manolo" fueron llegando poco a poco los clientes para tomar un café, sus clásicos churros. Del restaurante contiguo un repartidor salía rumbo a la furgoneta de la empresa proveedora. Dos policías hablaban en la puerta del Congreso de la calle Zorrilla. En el patio, una diputada fumaba en el patio; otro diputado hablaba con periodistas de medios catalanes. Dentro, en el primer edificio de ampliación, se acumulaban los trabajadores de la institución para, quizá, subir a la cafetería de la tercera planta. O para ir a sus despachos. O acudir a reuniones. Cierto aire de rutina. De otro día más sin más.