El vestuario no respalda a Ramos que pierde la batalla por Lopetegui

Jordi Gil

Jordi Gil

La mañana del míercoles 13 de junio ha pasado a la historia del fútbol mundial. Los acontecimientos vividos en la Academy del FK Krasnodar a dos días del debut mundialista, no tienen precedentes. Luis Rubiales, el presidente de la Federación Española, llegó la noche del martes en un viaje exprés desde Moscú con la covicción de fulmiar a Julen Lopetegui. Rubiales aterrizó tarde y esperó al miércoles por la mañana para reunirse con el técnico y los jugadores.

Lopetegui no lo puso fácil. No planteó en ningún momento la dimisión, ni viendo el alboroto que se había creado por su fichaje por el Real Madrid. El vasco quería seguir, pero Rubiales tenía decidido su cese. Fue entonces cuando le tocó hablar con los jugadores y se respiraron los momentos de mayor tensión.

Sergio Ramos, el capitán y avalador del fichaje de Lopetegui por el Madrid, fue quien se enfrentó con Rubiales. Ramos fue el único que defendió de forma enérgica la continuidad del seleccionador, alegando criterios deportivos. Rubiales quiso dialogar y, por ello, la  comparecencia de prensa anunciando el cese se demoró una hora y media.

Rubiales expuso que por una cuestión de principios y orden no podía permitir que Lopetegui siguera. Que la forma de actuar está por encima de todo en su nueva etapa en la Federación. Ramos no lo encajó bien, pero pronto se vio que el madridista se quedaba solo.

El resto del vestuario quedó muy decepcionado con Lopetegui. El seleccionador les insistía día tras día en sus charlas que debían estar solo concentrados en la selección y no pensar en sus clubs, aunque varios tienen el futuro en el aire. Los jugadores le hicieron caso, no han hablado apenas de sus equipos y se mantuvieron siempre fieles al técnico.

Los futbolistas, cuando vieron que Lopetegui sí había negociado con un club en esta concentración, se sintieron dolidos. Lopetegui había perdido la confianza del vestuario y Ramos no tenía apoyos. Rubiales lo percibió y el cese era la única salida.

En la elección del nuevo técnico hubo algunas dudas. Después de sondear opciones foráneas como las de Quique Setién o Quique Sánchez Flores, Rubiales también notó que el grupo se sentiría cómodo con Fernando Hierro. “No vamos a tocar mucho”, insitió. Y lo cumplió con el nombramiento del malagueño.

Hierro se lleva bien con todos y es bien acogido por otro grupo de fuerte del vestuario, como es el del FC Barcelona. El núcleo madridista conectaba mejor con Lopetegui y quería a toda costa su continuidad. Con Hierro tampoco tendrán problemas, pero perderán la sensación de mando.

Piqué y Busquets, por ejemplo, ascendieron al primer equipo cuando Hierro el director deportivo de la Federación. Hierro asesoró a Del Bosque para que les diera pronto confianza y los futbolistas respondieron. Piqué siempre ha comentado que el  malagueño es una de sus referencias y Busquets no olvida como Hierro lo defendió en sus inicios en el Mundial de Sudáfrica 2010 cuando era cuestionado.

El Barça, por tanto, sale reforzado con el cambio. En el vestuario de la Roja, en general, existe el sentimiento de que ahora habrá un mayor equilibrio. El peso del Real Madrid era muy fuerte. Con Hierro, habrá más equilibrio.