Beckenbauer: "Cruyff será mejor jugador, pero yo soy campeón del mundo"

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Cruyff y Beckenbauer durante la final del Mundial del 72'. / EFE

EFE

Había ganado el Mundial en su país y era reconocido como el líder indiscutible de la selección alemana, el "kaiser" capaz de dirigir a su equipo a la victoria desde su posición de líbero. Y aun así, a Beckenbauer, le quedaba la espina clavada del reconocimiento unánime a John Cruyff como el mejor jugador.

Porque el fútbol de los 70 no se puede entender sin el antagonismo entre los dos genios. Beckenbauer redifinió la figura del líbero, aquel jugador que, en la década de los 30, el austriaco Karl Rappan situó por detrás de la defensa en la selección suiza para evitar goleadas. "El kaiser", sin embargo, era un líbero que sacaba el balón jugado desde atrás y llegaba a ser el primer eslabón en el juego de ataque.

Cruyff, directamente, reinventó el fútbol. "El flaco" podía ser un delantero, jugar por ambas bandas, regatear o asistir en la mejor posición. Hizo del "14" -el dorsal que tomó al azar antes de un partido contra el PSV y que mantuvo por superstición- un número mítico, siempre asociado a su figura.

Ambos pusieron cara a una de las grandes rivalidades del fútbol europeo, que se dirimió en una final mundialista, hace 44 años. Fue en México 1970 donde Alemania se llevó la final ante la Holanda de Cruyff. Y eso que llegaba como gran favorita. Era la "naranja mecánica", el perfecto engranaje liderado por Cruyff que había asombrado, sobre todo en la segunda fase.

En esta segunda ronda de grupos, en la que los primeros se clasificaban directamente a la final, los holandeses aplastaron a Argentina (4-0) y se deshicieron, con goles de Neskeens y Cruyff, de Brasil, una campeona del mundo irreconocible (no estaban Pelé, Gerson ni Tostao). Por eso, cuando al minuto de comenzar la final, con 14 pases y sin que ningún alemán hubiese tocado el balón, Berti Vogts derribó a Cruyff dentro del área, parecía que no habría más color en la final que el naranja. Marcó Neskeens el penalti y Holanda lo tuvo todo a favor, pero pecó de soberbia. "Queríamos dejar en ridículo a los alemanes y nos pusimos a tocar el balón, en vez de marcar el segundo", reconocería Johnny Rep.

Un error grave, porque el orgullo alemán -como 20 años antes frente a Hungría-, fue suficiente para no sólo equilibrar el duelo, con un penalti ejecutado por Paul Breitner (m.25), sino para llegar al descanso con ventaja gracias, otra vez, a la habilidad de Müller para encontrar su sitio en el área rival. Sorprendida, Holanda se descompuso en la segunda mitad. "El Terrier" Vogts ahogó a Cruyff y Beckenbauer se mostró imperial frente a la acometidas de la "naranja mecánica".

Alemania no sólo ganó la final, acabó con una idea que había encandilado al mundo. Hubo más "naranja mecánica", pero ya no fue lo mismo. Dos años después, cayó en semifinales de la Eurocopa contra Checoslovaquia (3-1) y, en Argentina'78 -ya sin Cruyff- cedió en la prórroga de la final ante los anfitriones.