Historia SPORT

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La obsesión (enfermiza) que provoca el Mundial de Clubes en Brasil

No importa el abismo económico con los europeos, los brasileños siempre se marcan como objetivo ganar el torneo

La prensa brasileña lleva días insuflando los ánimos apuntando un ficticio favoritismo del Palmeiras ante el Chelsea

Rony, Dudú y Raphael Veiga celebran la clasificación para la final del Mundial

Rony, Dudú y Raphael Veiga celebran la clasificación para la final del Mundial / Fabio Menotti /SEP

Joaquim Piera

Joaquim Piera

El Mundial de Clubes jamás será el ‘Mundialinho’ porque para el fútbol brasileño fue, es y será el mayor título que cualquier entidad puede ganar. No importa que la diferencia económica entre europeos y sudamericanos sea abismal y que, en el plano teórico, las chances del Palmeiras sean mínimas de derrotar al Chelsea este sábado en la final en Abu Dhabi. O que el último título de un campeón de la Libertadores se remonte a 2012, con el Corinthians, de Tite, que, gracias a un gol de Paolo Guerrero, dejó precisamente al Chelsea, sin la única copa que Roman Abramovich no ha conseguido alzar.

Con la misma obligación de ganar que la Seleçao tiene en todas y cada una de sus participaciones en el Mundial, los clubes brasileños se lanzan a luchar contra lo tangible, lo intangible y los elementos que surjan. Es una cuestión de fe, de tradición, de no aceptar la fractura entre los clubes que se financian en euros, en la Champions League, o en los campeonatos locales (libras esterlinas en el caso de la Premier), y los sudamericanos con sus respectivas monedas castigadas por la devaluación.

Ganar el Mundial no es un título simbólico para culminar un año perfecto, como ocurrió con el Barça de Pep Guardiola, es la razón de ser que mueve a los clubes brasileños, ‘torcida’ y medios de comunicación desde el inicio de temporada.

No hay como disminuir la trascendencia de un logro aspiracional, que categoriza los clubes en toda la geografía del país. “Que no Rio não tem outro igual / Só o Flamengo é campeão mundial” dice la estrofa de la canción ‘Em de dezembro de 81’ cantada a pleno pulmón por los rubronegros en Maracaná, en referencia al triunfo del Flamengo de Zico (3-0) ante el Liverpool en la final de la Intercontinental. Porque sí, el extinguido torneo entre el ganador de la Copa de Europa y la Libertadores tiene rango de campeón del mundo, así lo reconoció la FIFA, en octubre de 2017, aceptando una propuesta de la Conmebol.

Y, en Sao Paulo, el meme que nunca acaba son las ‘torcidas’ del Corinthians, del Sao Paulo y del Santos al unísono, desde su atalaya de haber conquistado el planeta más de una vez, mofándose porque “o Palmeiras não tem Mundial”, una frase convertida en música popular cantada en ‘rodas de samba’, que taladra sin piedad a los hinchas albiverdes.

Abel Ferreira, el técnico portugués que ha ganado las dos últimas Libertadores con el Verdao, califica el choque contra el Chelsea como una lucha de “David contra Goliat”. Números en mano es así: por mucho que el Palmeiras tenga la plantilla con un mayor valor de mercado en Sudamérica (188,10 millones de euros según el portal Transfermarkt), es cuatro veces y medio menor la de su adversario inglés que es el top-4 mundial con 883 millones de euros.

En el ránking global, los paulistas ocupan una modestísima 59º posición. No hay partido posible desde el punto de vista financiero. Sin embargo, la prensa brasileña lleva días insuflando los ánimos con columnas de opinión rimbombantes apuntando incluso un ficticio favoritismo paulista… son ramalazos de chovinismo futbolístico remanecientes de una época que se fue y no volverá.