Atletismo

El atletismo español generó pocas expectivas y demasiada frustración

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Ruth Beitia, en su año más difícil, consiguió meterse en la final aunque el resultado fue adverso / EFE

Carlos R. Galindo

Carlos R. Galindo

El paso de los atletas españoles por zona la mixta del estadio olímpico de Londres constituyó un momento de lo más extraño, un momento en el que se repitió hasta la saciedad una palabra: “contento/a”. ¡Ah, la felicidad! ¿Había motivos para tanta satisfacción? La verdad es que no.

Me quedo con las lágrimas de Ruth Beitia, con la rabia contenida de Adel Mechaal, con la crítica constructiva de Orlando Ortega, con la satisfacción –esta sí, merecida- de los hombres del 4x400 metros, con el gesto partido de Ana Peleteiro… Pero lamento esa complacencia manifestada por otros muchos atletas cuyas actuaciones estuvieron muy por debajo de lo esperado. Atletas felices después de realizar tres nulos o de quedarse a más de cuatro metros de sus marcas, deportistas eliminados a las primeras de cambio... A Londres viajaron 56 deportistas, la tercera delegación más numerosa de los Mundiales y por primera vez en la historia de la competición, España regresó de vacío. Hubo cinco finalistas (Peleteiro, Ortega, Mechaal, el relevo 4x400 y Álvaro Martín), que es más que en Río 2016 y Pekín 2015. Y ya está. El equipo generó pequeñas dosis de expectación y muchas más de frustración. Ni plenitud, ni gozo…Y muchos menos, autocomplacencia.  Raúl Chapado, presidente de la Federación Española, se ha mostrado demasiado tibio a la hora de afrontar esta nueva etapa. Mantiene a personas y a estructuras que ya han ‘caducado’. Entrenadores apegados a viejas tradiciones que no han entendido que el mundo ha cambiado. El atletismo ha cambiado. Para la actuación que se tuvo en el estadio olímpico londinense hubiera bastado con 20 atletas. 

Un Mundial no es un premio; a un Mundial no se va a participar. Un Mundial es una exigencia. A un Mundial se va a pelear por las medallas o por las finales.