Prueba del Hyundai Tucson N-Line

La deportividad llega a los SUV de Hyundai con el Tucson N-Line

Probamos la variante deportiva del Tucson, que destaca más por los cambios estéticos que por los mecánicos.

Hyundai Tucson N-Line.

Hyundai Tucson N-Line. / ÀLEX SOLER

Àlex Soler

Àlex Soler

Los SUV están de moda y la mayoría de las marcas cuentan ya con una sólida gama formada por vehículos de este segmento en varios tamaños y versiones. Con ellos también han llegado los crossover deportivos: los mismos modelos pero con ajustes mecánicos que les hacen ganar dinamismo y retoques estéticos que hacen lo propio con su atractivo.

Uno de los últimos en llegar es el Hyundai Tucson N-Line, que ataca directamente a un segmento dominado por coches como el Seat Ateca FR o el Volkswagen Tiguan R-Line. El SUV coreano llega con nuevos elementos desarrollados por la división deportiva de Hyundai, de donde procede, por ejemplo, el i30 N. Aunque este acabado N-Line se centra básicamente en la estética del todocamino, la marca asiática también ha ajustado algunos aspectos mecánicos para, aunque manteniendo las características del segmento, ofrecer un extra de deportividad en marcha.

Estéticamente, el Tucson N-Line destaca por un frontal más agresivo con un paragolpes rediseñado y múltiples elementos acabados en cromado oscuro, material que se extiende por toda su silueta desde los grupos ópticos delanteros hasta el alerón trasero y el paragolpes trasero, que presenta un pequeño difusor con una doble salida de escape. Las llantas exclusivas de 19 pulgadas, que también serán de color oscuro, terminarán con las novedades exteriores más allá del tradicional distintivo de la versión. Con el blanco de la unidad probada, los elementos de color negro ofrecen un contraste muy atractivo que le aporta un toque de distinción frente al resto de versiones del Tucson y ese plus de carácter deportivo buscado por la firma coreana.

El interior, como el exterior, también cuenta con novedades, como asientos deportivos de cuero con el logotipo ‘N’ grabado, costuras de contraste en color rojo, pedales de aluminio y una palanca de cambios exclusiva de la versión. La sensación es que estos elementos no solo aportan deportividad, sino también un extra de calidad, con lo que la mejoría es notoria.

La accesibilidad es muy buena, los asientos son cómodos y la posición de conducción, alta, favorece la visibilidad. La banqueta trasera no tendrá problemas para ofrecer espacio para adultos y el maletero es amplio y profundo, capaz para todo el equipaje familiar.

Tecnológicamente está bien equipado, con un sistema de infoentretenimiento intuitivo con navegador y compatibilidad con smartphones, además de los sistemas de seguridad más habituales como el control de crucero o el reconocimiento de señales.

Buenas sensaciones

En cuanto a prestaciones, la unidad probada, con motor diésel CRDi de 136 CV con tecnología microhíbrida de 48 V, no destaca en exceso. Su aceleración es contundente de inicio pero se va suavizando hasta alcanzar los 100 en 11,8 segundos y su velocidad máxima es de 180 km/h. No obstante, las cualidades del Tucson N-Line pasan por una suspensión más dura que, aunque sigue ofreciendo un alto grado de confort, es más estable y aguanta mejor los cambios bruscos de dirección. Combinada con una dirección ajustada más directa que permite una conducción un tanto más deportiva que sus hermanos de gama, el Tucson N-Line permite divertirse al volante y practicar un estilo de conducción más alegre que con las demás variantes del modelo. Asimismo, la transmisión responde bien con cambios de velocidad rápidos. Se echan en falta levas para cambiar de marcha desde el volante, aunque permite el cambio secuencial desde la palanca. En modo manual, la caja de cambios sí sufre algunas veces para reducir con rapidez. También se echan en falta más modos de conducción que, electrónicamente, ajusten la respuesta de sus sistemas para aportar todavía más acción a la conducción.

Según Hyundai, la tecnología microhíbrida de 48 V sirve para reducir su consumo y emisiones hasta un 11%. Durante la prueba, el Tucson marcó un consumo de 7,7 litros, una cifra considerable pese a portar la etiqueta ECO de la DGT en el parabrisas.

Ficha del Hyundai Tucson N-Line.

En general, el Tucson N-Line mejora más estéticamente que dinámicamente, aunque los ajustes en la suspensión y en la dirección lo hacen divertido de conducir. Es un coche perfecto para viajes largos y será gratificante conducirlo por carreteras reviradas. Todo, por 35.565 euros.