Range Rover Evoque

Prueba del Range Rover Evoque, mejor en todos los sentidos

Es más atractivo, ofrece más tecnología, es más cómodo y sigue siendo garantía de éxito fuera del asfalto.

Range Rover Evoque.

Range Rover Evoque. / ÀLEX SOLER

Àlex Soler

Àlex Soler

Land Rover pasa por momentos muy complicados. La marca se ha encontrado en el centro del huracán de la mayoría de problemas que azotan el sector del automóvil: el Brexit, la crisis del diésel y la guerra comercial. La firma británica busca superar este ‘bache’ con sus productos y una de sus grandes bazas es el Range Rover Evoque, un SUV que revolucionó el segmento cuando llegó al mercado allá por el 2011 y que, en 2019, estrena segunda generación.

A principios de este año Land Rover lanzaba la actualización del SUV con el reto de mejorar lo visto en un vehículo que se convirtió en uno de sus modelos más populares. El resultado fue un vehículo con un diseño más atractivo y con lo último en tecnología sin perder ni un ápice de su espíritu offroad.

Estéticamente mantiene la línea de su predecesor pero simplificó su diseño eliminando muchas de sus líneas y afinando las demás para crear un diseño más atractivo y estilizado, sensación que alimenta también la línea del techo, que cae hasta la luneta trasera, aportando además carácter deportivo. En general, la sensación es que le Evoque evoluciona y se adapta mejor al diseño de la marca, asemejándose incluso al Velar.

El interior es continuista en el plano estético pero presenta una importante revolución digital, apostando por pantallas para todo, incluso el retrovisor. Con un nuevo volante con controles más intuitivos, el nuevo Evoque destaca por su cuadro de instrumentos digital y por el sistema Touch Pro Duo, un conjunto de dos pantallas en la consola central para el sistema de infoentretenimiento y ajustes de modo de conducción y climatización.

Pese a ser un SUV compacto, estos cambios, y gracias a elementos como el techo panorámico, aportan una gran sensación de amplitud y simpleza en el habitáculo. Las plazas traseras ofrecen espacio para ocupantes adultos y, sobre todo los asientos laterales, son bastante cómodos. Su maletero, de 471 litros, será suficiente para cualquier uso que se le quiera dar.

Con una accesibilidad muy buena y una posición de conducción elevada, la visibilidad es uno de sus puntos fuertes. El retrovisor interior, que reproduce las imágenes de una cámara en el techo, sorprende al principio y ‘engancha’ al final, convirtiéndose en un sistema muy efectivo que elimina el ángulo muerto. Su calidad de imagen es buena incluso de noche. Por otro lado, el sistema de dos pantallas, aunque intuitivo en sus controles, resultó algo lento de ejecución en la prueba, obligando a mirar más de la cuenta a las pantallas alejando la vista de la carretera.

Bien en carretera, excelente sobre tierra

La unidad probada, el Range Rover Evoque D240 AWD Auto S, montaba un propulsor diésel de 2.0 litros y 241 CV de potencia asociado a una caja de cambios automática de nueve relaciones. Además, contaba con tecnología microhíbrida de 48 voltios para apoyar al motor y así reducir sus emisiones y consumo.

En marcha es un vehículo con una aceleración contundente (0 a 100 en 7,7 segundos), aunque no brusca, y una recuperación correcta. La sensación al conducirlo sobre el asfalto es de suavidad, con una dirección sensible que se endurece progresivamente con la velocidad, y buena estabilidad. En curva mantiene la tracción sin problema y es capaz de realizar cambios bruscos de apoyo sin contratiempos. Todo, en un ambiente silencioso que permite disfrutar de la música. Eso sí, si se le demanda, el motor se deja oír. La transmisión actúa para optimizar su consumo y emisiones, por lo que si se quiere acción es mejor pasar a secuencial.

Fuera del asfalto, gracias al sistema Terrain Response, no hay superficie que se le resista, con distintos modos según el terreno por el que se circula. En una prueba por caminos de montaña algo complicados, el SUV mantuvo el tipo en todo momento, garantizando el máximo confort posible. Sistemas como el control de descenso no hacen más que mejorar la experiencia offroad.

En general, el Evoque mejora en todo a su predecesor. Es estéticamente más atractivo, mejor tecnológicamente y más cómodo al volante, con un arsenal de sistemas que apoyan al conductor. Fuera del asfalto es una delicia convirtiendo en disfrutables tramos que en otras ocasiones serían un tormento. Todo, por 56.800 euros.