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La encrucijada de Jorge Lorenzo

La caída de ayer en Assen puede tener mucha trascendencia a medioplazo

Lorenzo no podrá corre el GP de los Países Bajos tras su caída en los entrenamientos libres

Lorenzo no podrá corre el GP de los Países Bajos tras su caída en los entrenamientos libres / EFE

Josep Lluís Merlos

Tenía los ojos inyectados de sangre. Estaba tan congestionado que parecía un tomate, uno de esos pequeñitos, de rojo intenso, ideales para untar el pan. Cuando, de repente, aquel aficionado vestido como un escaparate de merchandising con piernas, lleno de rabia, me soltó: “dile a tu amiguito Lorenzo que me debe cien pavos¡”. Me temí lo peor. Pero afortunadamente optó por cerrar los labios, fruncir el ceño y largarse por donde había venido. Sin más.

Me quedé pensando que tal vez tenía razón. Comprendí su cabreo y frustración porque él, como usted y como yo, esperaba más –mucho más- de una carrera prevista a veinticuatro vueltas y que a partir de la segunda perdió más valor que un voto en los pactos post-electorales.

Pero luego llegué a la conclusión de que la criminalización a la que han sometido al

mallorquín tras su caída en el Circuit es excesiva. Que los aspavientos de Viñales en

el box eran innecesarios, y que las críticas de Dovizioso eran interesadamente

desproporcionadas, como ya es habitual en él por otra parte.

Jorge hizo lo que tenía que hacer: pilotar. Tras una gran salida, al verse tan bien

colocado se vino arriba. Estaba obligado a hacerlo y pronto, más yendo calzado con

el neumático blando en el eje delantero. Y, precisamente por eso, por las

condiciones de esa rueda, se fue al suelo. Pero, qué quieren que les diga, prefiero ver a todo un pentacampeón como él luchando por el cuarto puesto, incluso cayéndose en el empeño, que amodorrado en la estéril contienda por el punto de consolación.

Pero lo de ayer no lo esperábamos. Ni tocaba. Su caída en los primeros entrenamientos libres del GP de Holanda no es sino la confirmación de que Jorge había dicho basta. Que ya terminó la transición. Que ahora sí había que ir a por todas. Y por eso esta lesión es tan inoportuna, pero sobre todo: injusta. Lorenzo no merecía esta lesión. 

El accidente fue pavoroso. Pendientes de la evaluación médica que le hagan en Barcelona, las primeras valoraciones de quienes le atendieron en el circuito ponen los pelos de punta. La caída podía haber tenido consecuencias físicas muy graves, pero la mejor noticia es que, pese a la importancia de su lesión vertebral, Lorenzo está relativamente bien. A partir de ahora su recuperación, no sólo la física, puede ser trascendental a medio plazo.

Ahora que había terminado la recuperación de su lesión en pre-temporada. Ahora que parecía que le iba cogiendo el tranquillo a la moto, la maldición de este circuito en el que tanto daño se ha hecho a lo largo de sus actuaciones aquí, ha vuelto a caer

sobre el piloto de Honda como un mazo. Lorenzo, y sólo él, puede decidir a partir de ahora si este es el último verano de su viida que pasa enfundado dentro de un mono de cuero, o si por el contrario opta por el uso permanente del bañador y resucita aquellos espíritus de retirada que asomaron el año pasado. Otra vez, sí. Porque esto, ahora, va de Honda… o de nada.