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FÓRMULA 1
20 años del primer Mundial: cuando Alonso se hizo eterno
En un país donde la Fórmula 1 no tenía pioneros, Fernando Alonso cambió su historia para desatar una ola que todavía sigue a día de hoy

Fernando Alonso celebra el campeonato del mundo de Fórmula 1 / Mediterraneo / EFE
Fue la historia de un imposible. La de un muchacho asturiano, desesperado por tener un volante entre sus manos, que se adentró en un deporte sin pioneros en España. Y lo hizo para cambiar su historia. Porque, ¿quién se iba a pensar en aquel entonces que un español iba a ganar jamás una carrera en Fórmula 1? Es más, ¿acaso alguien se hubiese creído que pudiera ser campeón del mundo? Y en esas apareció Fernando Alonso. Y con Fernando Alonso arrancó un fenómeno que sigue estando más vivo que nunca hoy, 20 años después de su primer Mundial en la categoría reina del automovilismo.
Lo imposible se hizo realidad en Interlagos, Brasil, pero no se podría haber entendido sin todo una serie de pasos que tuvieron su consecuencia final ese 25 de septiembre de 2005. Desde sus inicios en Minardi a su época como probador de Renault hasta tener el beneplácito de Flavio Briatore para poder competir con un monoplaza acorde a su talento. Y una vez tuvo un arma diferencial, el samurái asturiano se convirtió en imparable.
El día que empezó la leyenda
Esa temporada, Fernando Alonso empezó ganando cuatro de las primeras siete carreras del calendario, en las que se había subido hasta seis veces en el podio, con un cuarto como peor resultado. Y, tras ganar los Grandes Premios de Malasia, Bahréin, San Marino (en Imola, Italia) y Europa (en el Nürburgring alemán), el mago asturiano añadió victorias en Francia y en Alemania para llegar a Interlagos con doce podios. Y llegó Brasil, un escenario que se acabaría convirtiendo en uno de absoluto culto para el Alonsismo tras conquistar su segunda corona, precisamente también en Interlagos.

Fernando Alonso, campeón del mundo de Fórmula 1, el más joven de la historia / Piloto / EFE
Ese día en el Autódromo Jose Carlos Pace de Sao Paulo, Fernando Alonso no ganó la batalla -ese honor se lo llevó Juan Pablo Montoya- pero sí la guerra que mantuvo durante toda la temporada con Kimi Raikkonen tras acabar con las aspiraciones del número uno hasta entonces, Michael Schumacher. La de Interlagos fue para Fernando Alonso una de las más difíciles de la temporada; le valía con ser cuarto siempre que el finés acabase segundo, como terminó siendo, para ser campeón, aunque Fernando se aseguró por si acaso la tercera posición del podio para sellar su corona. "Iba pendiente de que no fallara el coche, de los neumáticos... quería llegar a la meta. Ahí me dí cuenta de lo que significaba ser campeón", explicó en su momento.
Una victoria más allá de las pistas
Y cuando consiguió ser campeón, el más precoz en hacerlo en su momento, todo empezó. Porque la victoria más importante de Fernando Alonso seguramente no se consiguió en las pistas, sino más bien fuera de ellas; salas de cine habilitadas para seguir sus carreras, palacios de congresos para proyectar sus hazañas, una marea de índole casi religioso con su líder en Montmeló... España vibraba con su nuevo ídolo, que por la diferencia horaria se televisó en prime time. Y el mundo se asombraba con la gesta del guaje rebelde que acababa de alcanzar la gloria.
"El título se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos", explicó en su momento. "Los tres años he corrido solo, con mis cosas, con mi familia y con mi sacrificio. Y si gano el título, se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos. Y absolutamente a nadie más". Su profecía terminó siendo cierta en una temporada que acabó con la victoria en la última carrera en China tras finalizar tercero en Japón.
A pesar de que el asturiano quiso celebrar su milagro particular con sus allegados, su gesta terminó salpicando a muchos más. Porque quien más y quien menos se hizo suya la victoria de Fernando Alonso, aquella de un chaval que se había ganado con su trabajo ser campeón del mundo en una categoría solamente apta para héroes. Y Fernando, con su victoria, se convirtió en uno de ellos. El más eterno de todos, al menos para la gente de su país. 25 de septiembre, un día inmortal para el recuerdo del Alonsismo.
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