Audi vs Ford vs Porsche

Audi R8, Ford Mustang y Porsche 718, la pasión según sus marcas

Estos tres deportivos definen a sus marcas, pero son muy distintos, tanto en motor, como en potencia o tamaños.

La pasión según sus marcas

La pasión según sus marcas. / JORGE BRICHETTE

Que no te ciegue la pasión. Aunque sea eso precisamente lo que define a estos coches. Estos tres deportivos son tracción trasera, o propulsión, como tú quieras llamarlos. Tienen potencias muy distintas, motores varios, tamaños y figuras diferentes y personalidad propia.

El más potente, que coincide con el más caro, es el R8. Es una serie limitada y esta no es la unidad número 1, sino “1 de las 999” que Audi fabricará. Así son todos los R8 RWS de esta edición especial. ¿Trampa o cartón? Una buena idea de cualquier forma. Y sobre todo con 540 caballos, justo antes de que eso varíe con la nueva generación del modelo, que alcanzará cotas de potencia superiores.

El Mustang GT es distinto también. Diferente al Audi y diferente al Porsche. Aquí “bajamos” a un motor de 8 cilindros en vez de 10. Seguimos en un biplaza, eso sí, eso no cambia en ninguno de estos tres coches. Pero de un precio imbatible: por lo que cuesta el R8 te puedes comprar tres Mustang GT. Y, sin embargo, eso no le quita sabor, de alguna forma lo potencia, como una buena salsa casera lo hace con una excelente carne.

Y si con los motores seguimos, que nadie se eche las manos a la cabeza. El Porsche, sí, el Porsche, recurre a un 4 cilindros. Nada menos que seis menos que el R8 y cuatro menos que el Mustang. Disminuye también la potencia, que se queda en 366 CV. Y sin embargo son magistrales por empuje y, al menos para mi gusto, no es para nada un coche descafeinado. Es un auténtico Porsche que ahora con el “718” en el nombre adquiere el valor real de los Cayman, la potencia que en las primeras generaciones no tenían y que pedían a gritos para reivindicar todo el potencial de un Porsche con motor central.

Por todo esto, ni el Audi ni el Mustang son mejores que el Porsche. Ni al contrario, como tampoco realmente comparables. Son distintos, pero les unen tres cosas fundamentales, tangibles. Son deportivos, son potentes y, sobre todo, son tracción trasera. No son una rara avis –si acaso solo el R8, pero son apasionantes, fieles a unos tiempos distintos, pero con la modernidad necesaria y exigida hoy en día.

El corazón “partío”

Pues sí, tenemos el corazón “partío”, como dice la canción. De hecho, no sabemos si hay un ganador claro, aunque en los puntos R8 y Cayman salgan ganando. Además, comparamos estos coches por su leitmotiv, la tracción trasera, no porque el R8 sea mejor que el Mustang, por ejemplo. Por eso no son realmente contrincantes, y por eso no hay que ver ganadores y vencidos. El R8 enamora, el Cayman convence y el Mustang es pura pasión. Si hubiera que elegir uno, nos quedaríamos con los tres…

El Ford Mustang V8 es la caña. Es menos refinado que los otros dos, de eso no cabe duda, pero su europeización ha dado como resultado buenos acabados y un equipamiento nutrido, sin perder dos cosas claras: su pinta de mito americano con ese morro largo y motor V8, y la tracción trasera, esencia del modelo desde su primera generación. Es sencillamente sensacional, con un sonido de motor verdadero, sin falsas esencias.

Puestos a hacer el burro, el Mustang lo puede bordar si quieres, y te diviertes como casi en ningún otro coche. Tanto, que tiene una función para frenar las ruedas delanteras y quemar rueda de atrás, al más puro estilo del otro lado del charco. Resulta exuberante, con mucha fuerza y, con ese precio, un tipo irresistible.

Tanto el R8 como el Cayman vienen de ese país donde hacen tan bien los coches, fuera de cualquier otra consideración. Ambos son productos bordados, niquelados, que diría el otro. Por potencia, claro, el R8 gana todas las batallas que puedas plantear dinámicamente hablando. Un motor V10, el que más cilindros tiene, y sin turbocompresor, pero de gran cilindrada, más que suficiente para mover al coche más pesado de los tres de la forma más rápida, porque le mete 4 décimas de segundo a su compatriota en la aceleración de 0 a 100 km/h. Básicamente, con eso quedaría todo dicho.

En el R8 RWS sientes dos cosas claras. La primera, que te montas en un habitáculo no excesivamente grande, aunque mucho más que el del 718 Cayman, de mucha, mucha calidad, y la segunda, que fuera tienes un coche muy grande con una proporción muy distinta a la del Mustang: mucho vehículo por detrás y más corto por delante, fruto de ese precioso V10 a las espaldas del conductor, una posición central trasera tan estudiada para equilibrar pesos y tan importante en coches de este pelaje. En esto, el Porsche lo hace igual, aunque desgraciadamente no hay forma de verlo a simple vista, mientras que el Audi dispone de esa “ventana” de cristal en el portón para poder admirarlo, formando parte de la estética de modelo tanto o más que el resto del coche.

Del 718 Cayman GTS, un superdotado en su gama, hay que decir que el turbocompresor es capaz de hacer que sus 4 cilindros rindan muy bien, especialmente superadas las 3.000-3.500 vueltas. Antes hay vida, claro que sí, pero a partir de ahí disfrutas de lo lindo la conducción deportiva. También aquí hemos optado por una unidad con cambio automático, el PDK, que es una transmisión de doble embrague, porque, a diferencia de con el cambio manual, el GTS da 10 Nm más de par. O sea, las máximas cotas de entrega de fuerza que puedes encontrarte en esta versión del Cayman. El motor, aunque algunos consideran que su sonido ha perdido la esencia del ruido de los bóxer anteriores, para mí suena a música celestial, y puede variarse a base de botón si se quiere, como ya estamos acostumbrados en Porsche.

Apuntar y acelerar

El Mustang GT tiene una sensación y una conducción inigualables. Los otros son más rápidos, más estables, más eficaces, pero ninguno llega a proporcionar esas vivencias de deportividad que aporta este coche. Con el cambio manual, además, se hace más genuino. Esa palanca sobre un túnel de transmisión elevado, cierta dureza de la misma y un volante bien colocado hacen de su manejo algo especial.

El americano es cierto que requiere de más manos y produce más cambios de inercias, más movimientos de carrocería. Incluso con la amortiguación de dureza variable y otras parafernalias electrónicas.

El Mustang GT es un coche para divertirse, con mucho par desde bajas vueltas, capaz de tirar de atrás con decisión y dejándose notar mucho en el empeño. Es más, esa sensación de fuerza recibida en el eje trasero, el movimiento del volante para enfilar el morro o apuntar la curva y la aceleración que provoca, dejándote sentir cada movimiento, no tiene paralelismo ni con el R8 RWS ni mucho menos con el 718 Cayman GTS.

“Apuntar” con el americano y acelerar es toda una clase de cómo hacer una curva con un coche de morro largo, donde vas sentado bajito y muy atrás y con tracción trasera. Requiere toda la atención de este tipo de configuraciones, que además añade el motor delante.

Los dos alemanes son tremendamente eficaces en conducción. Al contrario de lo que pueda pensarse, el R8 RWS no plantea el más mínimo problema en conducción normal o rápida frente a las tradicionales versiones quattro del modelo. Esencialmente, goza de tanta estabilidad que si no desconectas por completo el control de estabilidad no hay una gran diferencia a priori. Ahora, si lo haces, como decimos siempre, en un entorno afín y con unas manos expertas. Se puede trompear a gusto y/o deslizar el eje trasero para aprovechar el redondeo de una curva si sabes hacerlo. Es entonces cuando este modelo muestra su carácter, su encanto. Aun así, se siente agarrado al asfalto como si tuviera pegamento en las ruedas.

El Audi, como el Cayman, frena perfectamente, sin hacer extraños, y aguanta bastante bien el trato duro, y por eso puedes apurar con precisión la entrada a una curva. La dirección sigue esa línea de precisión general en ambos coches, y en el Audi es esencial para apuntar cualquier tipo de curva. Permite hundir el pedal del gas con bastante libertad, hasta el fondo. Si vas con los controles, te aseguro que lo puedes hacer sin contemplaciones. En el caso contrario, puedes divertirte mucho y sentir de verdad lo que es pilotar si sabes hacerlo. Es ejemplar.

Casi lo mismo que en el Porsche. El Cayman va tan bien plantado que a veces parece que no se trata de un propulsión. Casi es aburrido frente al Mustang. Casi, porque es un coche que convence en todos los sentidos, en todos. Anda muy bien, su relación potencia/litro es la mejor del trío y su calidad constructiva resulta indiscutible. Lo tiene todo. Es solo que resulta más difícil sentir su propulsión, cosa que de algún modo también es algo muy positivo. Cuesta más descolgarlo de atrás, lo que no significa que no se pueda. Su estabilidad es altísima, con o sin la batería de ayudas electrónicas sobre suspensión, chasis y tren motriz que puedes aplicar cuando lo conduces. El chasis ya de por sí es de fábula, lo mismo que la suspensión. En conjunto, es sumamente equilibrado, el que más. Y podemos decir lo mismo del precio. Increíble.

Por eso, lo comentábamos antes, no hay ganadores. Tampoco vencidos, aunque nuestras propias valoraciones puedan inducir a otra cosa. Sencillamente, son diferentes y con muy distintas potencias. El Porsche y el Audi son alemanes con mucho nombre, los más caros y seguramente con un alto valor de reventa asegurado. El Mustang es pasión a un precio muy adecuado.