El Madrid, el equipo más odiado del mundo

No justifico la violencia. Ni mucho menos. Ni la verbal ni la física. Considero que el codazo que David Navarro le dio a Cristiano Ronaldo merece una sanción ejemplar. Y el puñetazo de Ballesteros a Pepe en la zona de vestuarios tampoco puede quedar impune. Ninguna de estas agresiones puede ser defendida. Jamás. Pero tengo la sensación de que los futbolistas del Madrid (algunos futbolistas del Madrid) son siempre protagonistas de situaciones conflictivas dentro y fuera de los terrenos de juego. Y que el central Pepe, con sus actitudes, provoca hasta límites que genera respuestas violentas. No hace falta repasar el currículum de Pepe para recordar todas sus acciones antideportivas y deleznables. Podría hacerse un vídeo de larga duración (como diría Tito Vilanova) con todas sus salvajadas.

Pero hoy quiero ir más allá del caso puntual de Pepe. Creo que el Madrid se ha convertido, en los tres últimos años, en el equipo más odiado del mundo. Y aunque en la 'caverna mediática' se nieguen a aceptarlo, el Madrid es recibido como un enemigo en la mayoría de los campos de fútbol. La culpa de esta situación la tiene, sin duda, Mourinho, con su estrategia de la crispación. Mourinho ha provocado que el Madrid ya no sea la referencia futbolística de muchos aficionados, que ahora se ven más representados en el Barça. El hecho de que el equipo blaugrana sea, además, la base de la selección española que ha ganado dos Eurocopas y un Mundial, ha facilitado ese cambio de actitud. Los chavales ahora quieren ser como Xavi, como Iniesta, como Villa, como Cesc, como Busquets... y no como Ozil, como Pepe, como Coentrao o como Khedira.

Además, Mourinho ha generado tanta tensión entre sus propios futbolistas que estos salen al campo pasados de revoluciones. Agresivos. Lo hemos visto en casi todos los enfrentamientos con el Barça. Pero también en otros partidos de la Liga, donde futbolistas como Cristiano Ronaldo han sido silbados e increpados por el público. Mourinho ha conseguido, en solo tres años, lo que jamás había logrado el antimadridismo militante: que el Madrid ya no sea el equipo de los campeones, sino el de los malos perdedores.