Cesc Fàbregas levanta la voz

Cesc anima a sus compañeros durante el transcurso del partido ante el PSG

Cesc anima a sus compañeros durante el transcurso del partido ante el PSG / AFP

Jonathan Moreno

En un rinconcito a orillas del Mediterráneo, entre dinastías reales, opulencia, glamour y Fórmula 1, Cesc Fàbregas recupera la sonrisa. El paisaje le viene que ni pintado al catalán. Montañas, pinos y la inmesidad azul frente a sus ojos, reminiscencias de la Sinera (Arenys) que enamoró a Salvador Espriu. 

A sus 33 años se permite echar la vista atrás, recordando lo que pudo ser y no fue. Muchos aficionados azulgranas le pusieron la cruz, él no se arrepiente de nada. Ni tan siquiera de considerar un "amigo" a José Mourinho, la 'bicha' del barcelonismo. Así lo expresó a principios de semana en 'Catalunya Ràdio', donde verbalizó asimismo lo que muchos intuían. "No mantengo ninguna relación con Guardiola, nada de nada, y no sé si la decepción es mutua", exorcizó de su alma el del Maresme.

Cesc Fàbregas conserva intacto su talento, pese a que las lesiones hayan lastrado la parte final de su carrera. El '4' no es titular indiscutible en el Mónaco, aunque tiene la confianza absoluta de Niko Kovac. El técnico, perro viejo en esto del fútbol, sabe que el que tuvo retuvo. Y Cesc se encargó de darle la razón ante el PSG. Saltó al césped tras el descanso y recordó a aquel lampiño futbolista que gambeteaba y derribaba barreras de precocidad en Highbury.

Pidió la pelota, condujo en perpendicular, rompiendo líneas de presión, distribuyendo con maestría y explotó esa impredecible llegada desde segunda línea, seña de identidad. Su presencia en el campo trasnformó el espíritu de los suyos y permitió a los monegascos remontar un 0-2 adverso al tirano de la Ligue 1. Fàbregas asistió a Volland y remató la faena transformando un penalti. Cesc alzó la voz, fuera y dentro del terreno de juego. Aún no ha dicho su última palabra.