Mas le indica a Roglic que va a por la Vuelta

Magnífica ascensión a Velefique del ciclista mallorquín, marcado por el esloveno tras una ofensiva a 5 kilómetros de meta

Triunfo en solitario de Damiano Caruso, en un día durísimo de calor por las cumbres de Almería

Mas y Roglic durante la novena etapa

Mas y Roglic durante la novena etapa / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Las cartas estaban boca arriba porque Enric Mas le enseñó a Primoz Roglic su rueda trasera, "síguela, sí puedes" pareció decirle a cinco kilómetros de la cima de Velefique, puerto áspero, seco, caluroso y digno de ser transitado por el Tour si no estuviera tan al sur de España y tan lejos de Francia. 

Mas señaló a Roglic, no con el dedo, sino con la potencia de sus piernas, para advertirle que este agosto no se conforma con la frase que dijo al inicio del Tour. "Estoy aquí para intentar subir al podio de París".  Este año está para ganar la Vuelta. Y, prueba de ello, se ve en el alto de Velefique cuando sonríe, cuando se muestra feliz, como si hubiese ascendido sentado cómodamente en el asiento del coche, con el climatizador y sin haber sufrido el azote del calor por una cuesta interminable, sin un árbol, sin una sombra, donde faltaba el oxígeno y con ráfagas de viento que cuando llegaban parecía que estaba en una sauna con un calefactor en la cabeza. «No disfrutaba tanto desde 2018», confesaba un alegre Mas. Y en 2018 acabó la Vuelta en segunda posición. Pero, ojo, en unas circunstancias muy diferentes a las actuales: sufrió en la primera semana que ha acabado ahora fuerte como un roble y segundo de la general. Mejoró en la segunda y encontró su feliz toque de pedal en las jornadas finales para ganar la gran etapa de Andorra a un día de Madrid.

Fue el gran día de Damiano Caruso, el ciclista que con el segundo puesto del Giro dejó claro que ya ha dejado de ser un gregario. Fue la etapa en la que Mikel Landa se despidió de cualquier hazaña en la general (perdió 5.47 minutos). Fue la subida a Velefique en la que sufrió Egan Bernal para evidenciar que no está tan fuerte como en su victoria en la ronda italiana y que le costará tumbar no solo a Roglic, sino a Mas e incluso a su paisano del Movistar Superman López, que ayer protegió de forma admirable a Mas, hasta su ataque, aguantó luego con los rivales rezagados y se situó en la tercera plaza de la general. Nada que añadir a tan brillante actuación.

Y fue también el domingo en el que Roglic se asustó cuando levantó la cabeza para admirar desde el pie de Velefique el pico de la cima de Almería, donde estaba instalada la meta, el que "parecía que estaba tan lejos, con tanto calor y tan duro". Tanto, que no se planteó atacar, sino resistir y quizá desaprovechar la ocasión de llegar a la primera jornada de descanso con algo más de 28 segundos de diferencia sobre Mas. Porque Roglic, lo sabe y tiene el triste recuerdo de la Planche des Belles Filles, cuando perdió el Tour ante Tadej Pogacar a las puertas de París, sufre en la tercera semana, se ahoga ante cualquier complicación y solo sale airoso si le resuelven otros los momentos críticos, como sucedió en su primer triunfo en la Vuelta (2019) cuando el Movistar lo salvó ante Pogacar porque resguardaban la segunda plaza de Alejandro Valverde. O el año pasado cuando también el Movistar se lió en La Covatilla para llevarlo en carroza y minimizar el ataque de Richard Carapaz, el segundo de la general.

Por eso ayer, tácticamente, le convenía pasar al ataque sabedor otra vez de que cuando llegan los kilómetros decisivos de la etapa está sin equipo, al contrario del Movistar, el Ineos o hasta el Bahrein con un Jack Haig que puede ser el invitado sorpresa a la fiesta de la Vuelta.

Por eso, ayer, solo pudo marcar a Mas, perseguirlo y aguantar las embestidas del mallorquín. «No creo que lo haya tenido contra las cuerdas porque íbamos los dos a tope", se sinceró el líder de Movistar. "Yo solo quiero vivir el día a día y ver hasta dónde llego, que sea a la victoria final. Pero Mas no me ha sorprendido porque ya sabía que era un escalador buenísimo", añadió Roglic, que, eso sí, tras neutralizar el ataque de Mas decidió ponerse a rueda del mallorquín, aunque al final le dio los relevos que el corredor balear le solicitaba; los dos solos, los dos demostrando que eran los mejores y los más fuertes de la Vuelta.

¿Por qué le pidió relevos Mas? Sencillo. Sabía que llevándolo a rueda, Roglic, mucho más explosivo, más fresco a su estela, pese al calor, demarraría en los metros finales y no quería la foto cediendo terreno al ciclista esloveno.