La valentía de la pequeña Simone Biles

Simone ha priorizado superar su problema mental a las medallas mandando, de paso, un mensaje a su país

Este miércoles renunció también al concurso completo

Simone Biles fue una mera espectadora este miércoles en el Ariake

Simone Biles fue una mera espectadora este miércoles en el Ariake / EFE

Àngels Fàbregues

Àngels Fàbregues

El martes, tras decidir abandonar el concurso por equipos, Simone Biles aseguró: “Estoy intentado reconducir la situación”. O lo que es lo mismo, estuvo 24 horas luchando con unos demonios que no quieren apartarse de su cabeza. Este miércoles seguían ahí, dando guerra e impidiendo que la pequeña gimnasta estadounidense, la mejor del planeta tierra, pudiera deslumbrar al mundo con sus piruetas impensables en la final del concurso completo. Es un problema mental. Así de claro, no hay más. Y Biles ha tenido la valentía de reconocerlo pese a que la federación estadounidense intentara camuflarlo. Simone ha dicho basta, ha dado un golpe sobre la mesa y ha pasado por delante su salud psicológica a las medallas de oro por las que suspira su país. Primero es ella y su salud mental y física. No ha podido con la presión de ser la gran estrella de los Juegos de Tokio y no debe sentirse culpable por ello. 

En todos los rincones del plantea se apostaba por que Biles sería la nueva musa olímpica, pero nadie se preguntó si ella lo quería, si ella estaba preparada, si ella podía con tanta presión, si ella sería capaz de asumir el rol que todos le adjudicamos y si estaba capacitada ser el punto de mira de todas las cámaras, los focos y los micrófonos. No lo estaba. 

Víctima de abusos sexuales

La gimnasta estadounidense ha sido la más valiente de todos y ha preferido retirarse momentáneamente. Ya hizo gala de su valentía cuando denunció ser víctima de abusos sexuales por parte del Larry Nassar, el ‘médico del horror’ que marcó la vida de más de 300 gimnastas, una de ellas fue Biles. Pero Simone fue más allá al subrayar la pasividad de la federación y el comité olímpico de su país. Sí, fue valiente, muy valiente. Y ahí sigue, siendo la mejor gimnasta del mundo pero luchando por su estabilidad emocional.

Relajada tras retirarse

Este miércoles regresó al Ariake Arene, pero no para ilustrarnos con una clase magistral de gimnasia sino para animar a sus compañeros de selección en la final individual masculino. Estaba relajada, sonriente y tranquila. Se había quitado un peso de encima. Sigue meditando si se apunta a las finales individuales de los días 1, 2 y 3 de agosto. Pero ahora la decisión es suya. Ya no se siente presionada sino liberada tras confesar su travesía por los problemas psicológicos. Todos deseamos verla en acción, pero queremos una Simone alegre, feliz, que disfrute en el tatami, la barra, las asimétricas... que sonría antes de competir y que esos inmensos ojos negros brillen de nuevo.

Sabe que se le exigirá para siempre jamás el máximo en sus actuaciones y su temor a la decepción puede atenazarle. Pero ha dado un paso tan importante para todos los deportistas del universo que solo nos queda decirle: Simone sal, disfruta, sonríe y sé feliz... solo así llegarán las medallas y, si no llegan, no hay problema. Nos has hecho disfrutar y enamorarnos de la gimnasia. Este es el 10 más valioso.