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Naciones Unidas

¿India, Japón o Alemania en el Consejo de Seguridad? El unilateralismo de Trump entierra las esperanzas de reforma de la ONU

La Organización internacional se configuró para garantizar la paz de un mundo que ya no existe. Los intentos de reforma, siempre complicados, chocan ahora con la retirada de Estados Unidos del multilateralismo

España apoya la entrada de nuevos miembros en el Consejo de Seguridad, pero no que haya más países con derecho de veto

Donald Trump en Naciones Unidas este 23 de septiembre en Nueva York

Donald Trump en Naciones Unidas este 23 de septiembre en Nueva York

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Madrid

En 2022, el entonces presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reiteró su disposición a ampliar el número de países que se sientan en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el máximo órgano de decisión de la ONU, encargado de emitir resoluciones de obligado cumplimiento para los Estados miembros, autorizar intervenciones militares o lanzar misiones de paz. Biden incluso ponía nombre y apellidos a los posibles candidatos. Respaldaba las aspiraciones al Consejo de Alemania, India y Japón. Y defendía la necesidad de que América Latina y África estuvieran representadas en ese nuevo "Consejo ampliado".

El Consejo de Seguridad tiene ahora cinco miembros permanentes y con derecho de veto (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) y otros 10 asientos no permanentes, que rotan y tienen un mandato de dos años.

Washington apoyaba entonces aumentar el número de miembros permanentes, aunque sin darles derecho de veto, y también era proclive a que se incrementara el número de asientos no permanentes. Aquello ha quedado en nada. La nueva Administración Trump quiere debilitar a la ONU, no fortalecerla ni mucho menos reformarla.

Reformar o morir

El sistema de Naciones Unidas, creado por los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial en 1945, está formado por el mencionado Consejo de Seguridad; por la Asamblea General, que es en esencia un foro de debate y diálogo político, escenario estos días de los discursos de los líderes mundiales; por la Corte Internacional de Justicia, el tribunal mundial que examina ahora por ejemplo si Israel comete un genocidio en Gaza; y por las distintas organizaciones humanitarias, como la de la infancia (UNICEF), la de lucha contra el hambre (el Programa Mundial de Alimentos), la de los refugiados (ACNUR) o la de la cultura (UNESCO), entre otras.

Pero la ONU, octogenaria, sufre temblores de muerte porque el multilateralismo está cada vez más en entredicho. El mundo para el que se creó la organización ya no existe. El Consejo se limita a exonerar a los amigos de los países con derecho de veto. Lo hizo Rusia, evitando durante una década las sanciones a la Siria del dictador Bashar al Assad mientras este masacraba a su pueblo. Lo hace ahora Estados Unidos, que ha vetado seis resoluciones para exigir a Israel un alto el fuego que detenga la masacre en Gaza

El secretario general de la ONU, Anónio Guterres, en su discurso de apertura de la Asamblea General este martes.

El secretario general de la ONU, Anónio Guterres, en su discurso de apertura de la Asamblea General este martes. / LEV RADIN / EFE

La Administración de Donald Trump ha retirado su financiación al grueso de las agencias, lo que como mayor contribuyente ha supuesto un enorme varapalo. Y, mientras, fomenta el unilateralismo y el excepcionalismo estadounidense, dinamita política y diplomáticamente todas las iniciativas en su seno. El propio Trump ha dedicado parte de su discurso en la 80 Asamblea General de esta semana a atacar con dureza a la ONU por apoyar las migraciones y luchar contra el cambio climático. La buena noticia es que no ha retirado la financiación a la organización, como muchos temían, y que tras su reunión con el secretario general António Guterres ha asegurado que está "al 100%" con la ONU.

En este contexto, ahora parece impensable la reforma del máximo órgano de seguridad mundial para tratar de detener la sangría de credibilidad.

Más miembros permanentes

Hay un cierto consenso sobre la necesidad de añadir miembros permanentes al Consejo de Seguridad. Ya se aumentó el número de sillas en la mesa redonda de la alta institución en una reforma de 1965. Entonces pasó de tener 11 miembros a los 15 actuales. ¿Por qué no aumentar el total a 20 o 25, para hacerla más representativa?

Entre los principales candidatos está la India, el país más poblado, que representa a uno de cada seis seres humanos. Nueva Delhi quiere un puesto como el de los grandes, con derecho de veto, algo casi impensable. Además, Pakistán está receloso de que su enemigo histórico, con el que ha sostenido una guerra de baja intensidad este mismo año, asuma ese enorme poder en la escena global.

Algo similar pasa con África. El continente es el gran excluido del centro de decisión neoyorquino, a pesar de ser la región cuya población crece más rápido y que tiene ya más de 1.400 millones de habitantes, el 15% del total mundial y más de medio centenar de Estados independientes. Nigeria es uno de los candidatos en la mente de todos. Pero Egipto o Etiopía no tienen ningún interés en que represente a su continente, explica la experta Suzanne Nossel en la revista 'Política Exterior'. A Italia, por su parte, no le gustaría que fuera Alemania el país europeo que ascendiera al olimpo del Consejo. Argentina y México se oponen, por su parte, a las ambiciones de Brasil

Hay propuestas objetivas sobre la mesa, como la de incluir a dos nuevos países de cada región, al que más población tenga y al que más PIB acumule. "De Asia-Pacífico, esta fórmula daría escaños a la India por población y a Japón por PIB. De África, Nigeria y Sudáfrica se convertirían en miembros. Brasil y México serían los que entraran del grupo de América Latina y el Caribe", escribe Nossel. "Polonia y Ucrania se incorporarían desde Europa del Este, mientras que Alemania y, dependiendo del momento, Italia o Canadá ascenderían desde el grupo de Europa Occidental y Otros. Si se mantuviera intacto el grupo de 10 miembros del Consejo elegidos a corto plazo, la nueva propuesta podría dar lugar a un Consejo con un tamaño total de entre 20 y 24 miembros: una cifra dentro del rango de otras propuestas que llevan tiempo debatiéndose".

La posición de España

El año pasado, Naciones Unidas celebró la llamada "Cumbre del Futuro". El objetivo era pergeñar estrategias comunes para reforzar la propia capacidad de Naciones Unidas y, con ello, la gobernanza internacional y la confianza en el multilateralismo.

Allí, España defendió la reforma. España quiere que haya más representación geográfica, pero no más derecho de veto, según ha explicado a este diario una fuente diplomática con conocimiento directo de los documentos de trabajo del Ministerio de Exteriores. "Frente a otras iniciativas que piden que haya más países con veto, nosotros junto a otros nos oponemos, y creemos que tiene más sentido ir hacia un 'no-veto', o hacia ir difuminándolo", razona la misma fuente. 

El Consejo de Seguridad de la ONU

El Consejo de Seguridad de la ONU / Europa Press/Contacto/Lev Radin

En esa dirección de mitigar el poder del veto fue la reforma del 26 de abril de 2022. Si alguno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad vetaba una resolución apoyada por el resto, la Asamblea General podría convocar una reunión de urgencia en la que el miembro díscolo del Consejo tuviera que comparecer para explicar su rechazo a la mayoría. Es lo que ocurrió, por ejemplo, tras el veto de Estados Unidos en abril de 2024 de la resolución a favor de la entrada de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU, aprobada por la Asamblea unos días antes.

Para ser aprobada, una propuesta de reforma del Consejo de Seguridad debe obtener el apoyo de dos tercios de los Estados miembros de la Asamblea General de la ONU (128 de los 193 actuales) y de los cinco miembros permanentes actuales del Consejo. Un acuerdo complicado a la vista del desprecio trumpista a la organizción o del choque actual de Rusia con Francia y el Reino Unido o de China y Estados Unidos.

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Vía: El Periódico