Girona: Las claves de un descenso cantado

Sin el VAR, el Girona probablamente estaría en Primera: la acción que lo cambió todo

Sin el VAR, el Girona probablamente estaría en Primera: la acción que lo cambió todo / LALIGA

Carles Rosell

Es virtual y no matemático, pero a nadie se le escapa que el Girona jugará la próxima temporada en Segunda. Su paso por Primera ha sido tan histórico como breve. Un primer curso extraordinario ha dado paso a un segundo capítulo para olvidar, en el que se han encadenado los errores y despropósitos. De la euforia en Butarque, donde se veía la permanencia más cerca tras ganar al Leganés, se ha pasado a la desilusión. Al drama. En solo dos meses. ¿Qué le ha pasado al equipo para desaprovechar un colchón de nueve puntos respecto el descenso? ¿Cuáles han sido las claves de este descalabro?

La temporada pasada y esta no tienen nada que ver. No se ha acertado en el proceso de transición. Se marchó Pablo Machín, técnico con quien el Girona tocó el cielo. Se quiso cambiar de registro con la llegada de Eusebio Sacristán, un entrenador con un perfil totalmente opuesto. ¿El problema? Que se mantuvo a una plantilla diseñada para explotar una serie de virtudes y un estilo de juego concreto. El proceso de cambio no ha sido lento. Se ha querido correr demasiado, dando tumbos de un lado hacia el otro. No ha habido un once de gala, algunos jugadores han actuado en distintas posiciones y el estilo de juego ha ido cambiando. La plantilla ha acabado mareada y el cuerpo técnico, sin ideas ni un plan definido.

Mala planificación

A ello se le une una nefasta planificación deportiva. Quique Cárcel no supo cerrar ninguna venta, uno de los objetivos del club para tener más recursos a la hora de reforzarse. Los fichajes escasearon en verano. También en invierno, cuando era imprescindible reforzarse. Se hipotecó el límite salarial con la llegada de Seydou Doumbia, un delantero cuyo rendimiento ha dado mucho que desear, pese a contar con uno de los sueldos más altos del vestuario.

Si el Girona ha bajado es, en gran parte, por su lamentable rendimiento en Montilivi. Ningún equipo ha conseguido la permanencia con unos números tan pobres en su estadio y el conjunto catalán no podía ser una excepción. Ha sido el peor local de toda la liga, con 15 puntos de 57 posibles. Tres victorias y gracias, ante Celta (3-2), Rayo (2-1) y Sevilla (1-0). Solamente el Valladolid ha marcado menos goles (16) ante su público que los de Eusebio (17). Así, imposible.

Tampoco ha ayudado la plaga de lesiones que ha azotado a una plantilla demasiado corta. Nada puntual, sino una constante a lo largo de la temporada, con más de una treintena de contratiempos físicos, algunos de muy graves como los que han sufrido Aday Benítez y Johan Mojica. Sin apenas efectivos, el cuerpo técnico ha tenido que experimentar con los jugadores del filial, una de las pocas noticias positivas de este curso. El salto de Pedro Porro y Valery Fernández, entre otros, añade algo de luz a la oscuridad. Con tanta lesión, tampoco ha ayudado hacer historia en la Copa, donde se han alcanzado los cuartos de final. La carga de partidos ha acabado por pesar y el descalabro en la segunda vuelta ha sido de manual: 13 puntos desde enero hasta ahora.

Dependencia de Stuani

El equipo ha dependido demasiado de Cristhian Stuani. Un jugador puede ser importante, pero no tan determinante y necesario. El uruguayo ha marcado 19 de los 36 goles de su equipo en liga. Más de la mitad. Solamente Portu le sigue los pasos, aunque desde lejos: 8 tantos del murciano, cuya versión se ha quedado muy lejos de la de anteriores temporadas. El rendimiento del resto de los delanteros ha dejado mucho que desear: 2 goles en liga de Doumbia, mientras que Lozano y Roberts se han quedado sin ver portería.

A una mala planificación desde la parcela deportiva se le suma la poca ayuda del City Football Group. Al menos, por lo que a futbolistas se refiere. Este curso han repetido experiencia tanto Douglas Luiz como Aleix García, con un rendimiento de lo más irregular de los dos. Tampoco ha sumado Patrick Roberts. El inglés se lesionó en diciembre, en su mejor momento. Ya recuperado, no ha encontrado su sitio y tampoco ha aportado cuando ha estado en el césped.

Fue decente la primera vuelta. Con altos y bajos, pero correcta para el Girona, que llegó al ecuador del campeonato con 24 puntos, noveno en la clasificación y a cinco puntos del descenso. El descalabro llegó luego. Derrotas y más derrotas, y una nula capacidad de reacción. El Consejo de Administración lo contempló paciente, sin dar ningún síntoma de querer cambiar el rumbo. Lejos de apostar por un cambio en el banquillo, Eusebio ha tenido la confianza en todo momento. Incluso llegó a ser ratificado tras perder en Valladolid, cuando el peligro de descenso era de lo más evidente.

Con o más respaldo de la entidad, el técnico no ha sabido manejar la situación. Tampoco los jugadores, a los que les ha afectado el estado anímico. Fuera del peligro durante muchas jornadas, ha sido en el tramo final cuando se han visto con el agua en el cuello. No ha habido capacidad de reacción. El partido contra el Sevilla y muchos minutos ante el Levante, los únicos síntomas de optimismo de un equipo apático, que ha sido atropellado en prácticamente cada partido decisivo.