Girona: cómo hacer de las gestas una rutina

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La euforia del Girona, más que justificada

Carles Rosell

El que no sepa de qué va la película, puede que no entienda nada de nada. Que se quede con lo superficial y, con el 3-3 en el Wanda, se eche las manos a la cabeza pensando en cómo es posible que el Girona haya echado a todo un Atlético de Madrid de la Copa.

Sí, es un desenlace inesperado. Que escapa de la lógica. Fuera de la teoría. Pero que entra dentro de las posibilidades y más, teniendo en cuenta que el equipo de Montilivi no hace más que superarse. Es un club abonado a la gesta. Ha aprendido a sufrir, a tocar hondo y levantarse ‘ipso facto’. El espíritu de superación, junto al brillante rendimiento de una plantilla corta y lastrada por las lesiones, y a la irrupción de los jóvenes talentos. Este ha sido el cóctel explosivo que ha llevado a los de Eusebio a estar más cerca de Europa que del descenso en Liga; pero también a dar la campanada en la Copa, llegando más lejos que nunca en su historia y logrando el billete para cuartos contra uno de los favoritos al título.

Un punto de inflexión

El adiós de Pablo Machín, que puso rumbo al Sevilla junto a una parte de su cuerpo técnico, parecía convertirse en un antes y un después. Lo fue, pero hasta cierto punto. Llegó Eusebio, un técnico de perfil diferente, con una idea distinta de juego. Sin embargo, la plantilla apenas cambió. Con un perfil muy concreto y construído para rendir a un elevado nivel con una filosofía e idea de juego precisa, este equipo dista muy poco del de las últimas temporadas. Sí, Eusebio le ha añadido sus matices, pero el dibujo es prácticamente el mismo. Y la actitud en el campo, también. Un carácter que se fraguó desde la desgracia. La de aquel ascenso frustrado contra el Lugo de 2015, y del trompazo, un año después, ante Osasuna. Tanto revés supuso un punto de inflexión para un vestuario que, en el fondo, apenas ha cambiado desde entonces. Y este ha sido el carácter que le ha permitido al Girona dar la cara cuando la costa parecía pintar peor. Con el 3-2 de Griezmann en el 82, muchos habrían bajado los brazos; no lo hicieron los catalanes, que se armaron de valor para ir a la caza de un tanto que acabaría llegando. 

Lesiones, ¿y?

Porque no nos engañemos. Lo de este año en materia de lesiones, no tiene nombre. Se arriesgó la dirección deportiva y compuso un plantel corto. Seguramente demasiado. La veintena de efectivos ha ido a menos por culpa de los contratiempos físicos. Como los de Aday y Mojica, que dijeron adiós a la temporada demasiado pronto. O el de un Patrick Roberts que no volverá hasta febrero. Se le suma Carles Planas, fuera de combate desde finales de noviembre y sin todavía tener fecha de regreso. Estos son solo algunos ejemplos, porque de casos han habido, y bastantes. Aun así, la plantilla ha respondido cuando se la ha necesitado. Ha quedado claro en la Copa, donde las rotaciones son el pan de cada día. Los menos habituales han sumado más que restado. Alcalá, el cuarto o quinto central por protagonismo, marcó en Vitoria en la anterior ronda. Lozano firmó un gol de oro en la ida de octavos ante el Atlético. Y Doumbia, cuestionado día sí, día también por su bajo rendimiento, puso el pie en el momento oportuno para hacer saltar la banca en el Wanda. Ninguno de ellos es un fijo en los esquemas de Eusebio, pero han dado el callo cuando les ha llegado su oportunidad. Aunque no son los únicos. 

Un plantel de oro

Con pocos recursos en el primer equipo, no le ha quedado más remedio al cuerpo técnico que tirar del filial. Un Peralada plagado de jóvenes con mucha hambre que milita en Segunda B. Es habitual ver a más de uno en cada convocatoria. Pero no solo eso, sino que tampoco es nada descabellado darles minutos. Así se apostó por Pedro Porro al principio de Liga y el extremeño se ha convertido en uno de los futbolistas con más proyección de la Liga. En Copa, brilló en el Wanda y suya fue la asistencia del 3-3. Otro nombre propio es el de Valery Fernández. Cada día va a más y si nada se tuerce, el Girona tiene carrilero para rato con él. Contra el Atlético firmó su primer gol con los ‘grandes’. Un golazo, el primero de los tres que anotaron los rojiblancos. Tampoco hay que olvidarse de Èric Montes. Su gol ‘in extremis’ en Vitoria, en dieciseisavos, fue crucial para avanzar. Todos suman en Girona, un equipo abonado a la gesta.