Territorio Giro 2020

Imagen del Movistar durante la presentación del jueves

Imagen del Movistar durante la presentación del jueves / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Palermo es un caos. Tal cual. Pocos lugares hay en Europa donde se conduzca peor. Es la ley de la selva y todavía más cuando buena parte de las calles de la capital siciliana están cortadas porque mañana comienza el Giro, casi sin tiempo a recuperar el aliento, porque todavía no hace dos semanas que Tadej Pogacar levantó los brazos sobre el podio de los Campos Elíseos de París como ganador del Tour.

Pero aquí, al contrario de lo que sucedió en muchos pueblos y ciudades de Francia, la gente va con la mascarilla por la calle y no se puede entrar en la isla si un médico no comprueba la legalidad de un PCR negativo. Y, de ello, ni se libraron los 176 participantes que mañana toman la salida en la contrarreloj inaugural, unos segundos en juego, la primera barrera para muchos escaladores. Y también la primera oportunidad para dar un golpe de autoridad sobre la mesa del Giro para ciclistas, hábiles con el cronómetro, como es el caso de Geraint Thomas, el corredor galés que ganó el Tour hace dos años y que se ausentó hace unas pocas semanas de la ronda francesa obligado a no molestar a Egan Bernal en una ruta a París, que al final fue un desastre.

Curioso resulta que la primera etapa acabe en la Vía de la Libertad de Palermo, donde no falta un parque con una figura ecuestre de Giuseppe Garibaldi, el gran artífice de la unidad de Italia, para demostrar que Sicilia, la tierra del gran favorito local, Vincenzo Nibali, no está separada del continente ni por el pequeño estrecho de Messina, que los corredores cruzarán, en barco, por supuesto, el próximo martes por la tarde.

La libertad, en términos ciclistas, supone que mañana pueda empezar el Giro, la primera grande que el coronavirus obligó a cancelar en sus fechas habituales de mayo en una Italia que estaba totalmente azotada, más que en ninguna otra parte, por el criminal covid-19. Debía, entonces, iniciarse la carrera en Budapest. Todo se cambió para Sicilia, que adelantó un año lo que aquí se denomina como la partenza o mejor dicho la ripartenza, después de la suspensión de primavera, tal como afirman los organizadores, que hasta que no llegó el Tour a París estuvieron pendientes de los análisis, de los PCR, de las burbujas y de unos contagios que pasaron de largo en la ruta de la ronda francesa.

 Por eso, esta simbología con la vía de la Libertad, porque ahora el camino a Milán, donde acabará la prueba el 25 de octubre, parece más libre de obstáculos, a pesar de los preocupantes contagios que ha habido en el equipo Astana (hasta seis ciclistas afectados) que les ha obligado a cambiar la alineación para el Giro.

El camino a la libertad apunta a Milán con los equipos mucho más tranquilos porque las autoridades italianas, las mismas que velan para frenar el virus desde el extranjeros con férreas medidas de entrada al país, han permitido, a diferencia de las francesas, que un equipo pueda seguir en carrera en el supuesto de que aparezcan dos positivos en los controles anticovid que se efectuarán durante las dos  jornadas de descanso. Si se produce este percance el conjunto afectado será controlado diarimante para vigilar la evolución de la infección y determinar la importancia del rebrote.

Pero todos saben que no se puede bajar la guardia para que no ocurra en el Giro el caos por los contagios que están afectando al calcio. La situación se comprueba en la localidad de Isola delli Femmine (a media hora de Palermo, embotellamiento incluido). La organización de la prueba comparte hotel con diferentes equipos, como el Ineos de Thomas.

Auxiliares y corredores no se mezclan entre sí, todos hacen solo convivencia en familia, siempre con la mascarilla y cada vez que se sale de una dependencia de la carrera se realiza una toma de temperatura. Mejor que no se infecte una muela.

Y en estas condiciones se inicia la carrera, que vivirá de la montaña (el lunes ya se llega a la cima del volcán Etna) con la duda de si escapadas en las etapas llanas impedirán los esprints o volatas, como aquí los denominan, a los buenos especialistas apuntados al Giro, como Peter Sagan o Arnaud Démare.

Pero la carrera vivirá ante todo de los Abruzzos, de los Alpes, en su versión dolomítica o francesa (se asciende el Izoard a un día de Milán), y pendiende de lo que hagan ThomasNibali Simon Yates. «No digo que vengo a ganar pero sí me doy de favorito», palabra de Thomas. «Yo trataré de no coger la maglia rosa antes de tiempo porque hace dos años el Giro se me hizo muy largo», confesión de Yates, tocado y hundido por Chris Froome en el 2018. «Vengo a divertirme, pero en los días claves trataré de estar con los más fuertes», versión de un Nibali que aspira a una tercera victoria, como astro que también ha ganado el Tour (2014) y la Vuelta (2010) y con el deseo de que los 35 años no le pasen factura ante ciclistas más jovenes como un portugués de proyección  llamado Joao Almeida (22 años, Deceunick) con la alegría de la juventud para realizar algo sí que se podría denominar como un pogacazo en el Giro.

Palermo baja hoy la bandera de la competición con el Movistar plagado de jóvenes y con Antonio Pedrero a la cabeza, deseosos de ser animadores en una carrera que conquistaron hace un año con Richard Carapaz.

El Giro, como el Tour, se despreocupa de quién gana, porque lo importante es llegar a Milán, aunque la cercanía del Tour y la coincidiencia durante seis días con la Vuelta le haya hecho perder algunas figuras que han preferido reservarse para España, coronavirus mediante.