Bernal exhibe músculo en el Giro

El ciclista colombiano y su equipo, el Ineos, pasan al ataque en los Apeninos con una fuerza arrolladora

Evenepoel resiste la rueda del corredor sudamericano y ya es segundo de una general que lidera el peligroso Attila Valter

Egan Bernal, durante la etapa

Egan Bernal, durante la etapa / AFP

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Solo un ciclista colombiano, Nairo Quintana, en 2014, ha sido capaz de ganar el Giro. Egan Bernal parecía hace un año que había desaparecido de la faz de la tierra ciclista por sus problemas de espalda, los que le obligaron a decir adiós al Tour 2020 de forma precipitada, aunque nunca se le vio con suficiente espíritu ni fuerzas para plantar cara al dúo de Eslovenia, a Tadej Pogacar y a Primoz Roglic. Desaparecido también parte de este 2021 por sus dolencias lumbares, en dos etapas de montaña, y todavía más tras el abandono de Mikel Landa, ha sacado músculo, los suyos propios y las del Ineos, potentes ante un Jumbo que corre en Italia lejos de las exhibiciones mostradas en Francia.

Si el Jumbo tenía en el Tour a Wout van Aert como su ciclista talismán y chico para todo (ganar esprints, coger el timón en la montaña y lo que se le pidiera), el Ineos se encomienda en el Giro a Filippo Ganna, capaz no solo de ‘volar’ en las contrarrelojes sino de imponer un ritmo asfixiante en cualquier subida, para decir que su equipo británico es el que manda, auxiliado por compañeros como Jonathan Castroviejo, capaz de tirar del pelotón por los Apeninos hasta con la rueda trasera pinchada.

Y con gregarios así, con el colombiano Daniel Martínez y con el italiano Gianni Moscon, el Ineos dispone de un conjunto de fábula para arropar a Bernal en cualquier montaña del Giro, como ayer en la subida final, en la primera llegada en alto de la carrera, a San Giacomo, cerca del mar Adriático.

El vencedor del Tour 2019, el ciclista que parecía zozobrar tapado por las gestas de corredores más jóvenes que él –y eso que solo tiene 24 años—se ha propuesto ganar este Giro. Y lo tiene todo a favor, a pesar de que tácticamente habría preferido que Landa siguiera en carrera animando y atacando, porque para él, en esta fase inicial de la prueba, era más reposado responder que demarrar. Y Landa era más un aliado que un rival.

Con victoria del ciclista suizo Gino Mäder, el mejor de la fuga autorizada de todos los días, el Ineos decidió tomar el pulso al Giro y exhibir músculo por los Apeninos. Hubo instantes que hasta pareció que el conjunto británico realizaba una contrarreloj por equipos; ellos tirando y los demás sufriendo. Y si Bernal no actuó antes de los dos últimos kilómetros, seguramente, fue porque la subida a San Giacomo era más larga (14 kilómetros) que dura.

Pero pudo descubrir varias cosas. La primera, que Remco Evenepoel, ahora segundo de la general, está más fuerte de lo que advertía el prodigio belga en la salida del Giro. La segunda, que Dan Martin es un ciclista que en cualquier subida se engancha como una lapa a una roca. Y la tercera que por detrás suyo hay ciclistas que le entrañan un peligro enorme como John Carthy, Simon Yates, Romain Bardet y hasta un Marc Soler que respondió de forma muy aceptable en un tipo de etapas que no son las mejores para él.

Bernal, segundo en la etapa, el ciclista que ataca, que mira hacia atrás para observar el daño que hacen sus demarrajes; el corredor que quiere seguir los pasos de Quintana, desconoce, como muchos, hasta dónde puede aguantar un chico de Hungría, un país que nunca ha formado parte de la élite ciclista, como Eslovenia hasta hace poco, que se llama Attila Valter, nueva ‘maglia rosa’, y que es otro de los prodigios nacidos en ese mágico 1998, el año de Pogacar. El fin de semana la situación se verá más clara.