Josep Lluís Merlos: por qué dejo el fútbol

Josep Lluís Merlos, en una imagen de archivo

Josep Lluís Merlos, en una imagen de archivo / sport

Josep Lluís Merlos

A través de una carta, Josep Lluís Merlos explicó a SPORT los motivos que le han llevado a abandonar su cargo de narrador de fútbol en Gol.

Esta es la carta íntegra del periodista catalán:

"Fue una gran suerte. Una inmensa fortuna. Mi padre era socio del RCDE Espanyol, y mi abuelo del Barça. Esto me permitió dividir las tardes de los domingos entre Sarrià y el Camp Nou. Pero Montjuic se cruzó en mi camino y me sedujo con mayor fuerza que el balón, marcando mi vida, más que mi destino profesional. Jacky Stewart me hacía vibrar más que Martí Filosía. Y el rugir de las Honda de León-Chemarin o el de la Ducati de Cañellas-Grau me entusiasmaba más que las hazañas de los Cinco Delfines blanquiazules.

Tuve la gran suerte que Alex Botines, Dios hecho periodista, me reciclara de DJ en los 40 Principales a locutor de deportes en Radio Barcelona. Y tuve la inmensa fortuna que “el mestre” Puyal me admitiera en su equipo original y me abriera las puertas del fútbol. Pero la gasolina me tiraba.

Y fue también una gran suerte y una inmensa fortuna que en TV3 me llamaran. No para hacer motor, sino fútbol. Y les acabé convenciendo para que me dejaran ser feliz, como puede que ustedes ya sepan después de tantos años dándoles la murga con los tubos de escape; también en las páginas de este periódico.

Hoy, veinte años después de mi anterior narración de un partido de fútbol (más de treinta de haberlo hecho en castellano por última vez) he tenido la gran suerte y la inmensa fortuna, de volver a intentarlo gracias a la oportunidad que me ha dado GOL, una cadena que sólo tiene el universo por delante, y que me ha acogido con más cariño del que hubiera podido soñar.

Y he visto que el fútbol ha cambiado, que ya no se juega igual, que Messi corre mucho más que Maradona, que CR7 es más supersónico que Juanito, y que este deporte –o lo que queda de él- ya no se narra igual, no sólo desde el aspecto visual. Conclusiones a las que se llega, sobre todo, desde la perspectiva que da la distancia (en tiempo y espacio) que yo quise tomar con él.

Puyal siempre dice a sus colaboradores que la gente tiene que escucharnos no porque su loción se haga en catalán, sino porque esta esté bien hecha. Y yo no lo he hecho al nivel que esperaba, que mi propio grado de auto-exigencia requiere.

En la casi docena de partidos que he narrado estas semanas, el margen para el sufrimiento ocupaba un mayor espacio que el que le debería corresponder a la diversión. Lo cómodo, y rentable, era seguir intentándolo; lo honesto, dejarlo, y escuchar a los que de verdad me quieren. Siempre he defendido la pasión como el carburante imprescindible para cualquier oficio; también para este. Y el amor nunca puede ser “low cost”.

Agradezco las muchas muestras de apoyo que he tenido en el inicio de esta nueva aventura. Y, por supuesto, también acepto las críticas.

Un domingo en Sarrià y otro en el Camp Nou me enseñaron a valorar la esencia del DEPORTE más allá de los colores y las bufandas. Con igual intensidad, repartida a partes iguales, por extraño y demagógico que pueda parecerles a algunos.

Los humanos nos movemos o por impulsos, o por afinidades a estilos y modelos. Desde este punto de vista es normal en la vida alinearse con unas formas, identificarse con unos valores. Por eso existen las ideologías. También en el futbol, donde uno se convierte en seguidor de un equipo y no de otro, del mismo modo que le pueda gustar más la carne o el pescado, los Beatles o los Rolling Stones, la noche o el día. Es algo innato, y quien lo niegue, más que un timorato lo que es es un hipocrita. Pretender la objetividad es una utopía. Así, ante la imposibilidad de permanecer ajenos a lo humano, el objetivo ha de ser la ecuanimidad, la neutralidad. Y aquí me quedo muy tranquilo.

Y del mismo modo que si Puyal dice lo que dice -que nos escuchen porque lo hacemos bien, y no por que lo hagamos en catalán- lo lógico sería que no nos dejaran de hacerlo, por ser catalanes o por tener un acento que a unos les pueda parecer menos gracioso o salado que otros. O despellejarnos hasta el insulto por ello, y convertirnos en víctimas de intereses ajenos a lo que nos ocupa: el deporte, ¿se acuerdan?

La crítica, bienvenida, merecida y encajada. ¿El insulto? Tengo la suerte y la inmensa fortuna de estar enamorado del motor. Gracias, y disculpen los errores".