Acento Robinson, un comunicador distinto

Michael Robinson, la voz que revolucionó el fútbol

Michael Robinson, la voz que revolucionó el fútbol  / sport

Dídac Peyret

Dídac Peyret

"Esa era mi especialidad. A dos metros y con el portero batido. Ahí yo era letal”. La frase, claro, es de Michael Robinson comentando un gol a puerta vacía. Así era el guiri, como él mismo se autoproclamaba.

Un tipo que sabía muy bien que reírse de uno mismo es tener una actitud amable hacia la vida. Y que la amabilidad puede ser una arma muy valiosa para ser querido y amortiguar los golpes. “¿El rival más difícil al que me he enfrentado nunca?”, le preguntaron en una entrevista a la revista ‘¡Shoot!’ siendo jugador del City. “Mi peso”, respondió Michael.

La madrugada de lunes a martes, alrededor de las cinco de la madrugada, un cáncer se lo llevó a los 61 años, y con él, una parte de la infancia de muchos.

Michael se metió en la casa de toda una generación y se quedó en su sofá, muy cerca de la tele, para siempre. Tuvo la virtud, como solo ocurre con los comentaristas distintos, de lograr que el fútbol no solo interesara a los aficionados de esto. 

“Contarlo de manera distinta, abordarlo de forma integral. Penetrar en su sociología porque fútbol es todo”, como explica Relaño en el libro dedicado a Michael, ‘Es lo que hay.... Mis treinta años en España’. Pero también poner en el foco al aficionado, a veces el gran olvidado del fútbol moderno, con aquellas  imágenes desternillantes del añorado ‘El día después’.

Para una generación entera, Michael Robinson son los partidos codificados del domingo por la noche en el Plus y maratonianas partidas al PC Fútbol con su eterna sonrisa y figura trajeada en la portada.

También su humor socarrón, una mezcla entrañable de chascarrillos, ironía británica y un vacile muy ‘spanish’ que fue haciéndose suyo.

“España es un país con miles de defectos y diez virtudes. El Reino Unido tiene miles de virtudes y tal vez solo diez defectos. Lo que sucede es que los diez defectos que tiene el Reino Unido me irritan y las diez virtudes que tiene España resulta que coinciden con todo lo que amo”, llegó a decir. 

Cuesta encontrar alguien en este país que no sonriera con su acento. Su muerte dejó igual de tocados ayer a culés y madridistas. Robinson nunca escondió su fascinación por el ‘Dream Team’, primero, y luego por el Barça de Pep.

Escuchándolo parecía aborrecer sus virtudes como futbolista (“A Robinson le centras un cochinillo y te lo remata”, decía Menotti) y disfrutaba viendo lo que nunca pudo ser. Por eso se lo pasaba pipa viendo la delicadeza del Barça.

Fuera de las cámaras convivía con viejas heridas (“una persona me dijo que yo podía tener problemas por no haber tenido juventud”) y era “más solitario de lo que la gente cree”. 

Muchos todavía le recordaban la anécdota de cuando buscó Osasuna en el mapa. El mismo club donde se retiró, con 30 años y problemas en la rodilla, tras el ‘pressing’ de su mujer Chris. “¿Quién va a acordarse de ti dentro de diez años cuando estés en silla de ruedas y no puedas ni siquiera jugar con tus hijos?”, le advirtió. Seguro que él, allá dónde esté, soltará algún taco y sonreirá recordando ahora estas palabras.