Messi, el abrazo al ídolo a quien ya nadie discute

Desde la conquista de la Copa América se ha fortalecido el vínculo entre el hincha y Lionel Messi

Aquellas acusaciones y críticas contra el jugador parecen hacerse esfumado

Messi durante el entrenamiento con Argentina

Messi durante el entrenamiento con Argentina

Vero Brunati

Vero Brunati

Vuelve esta semana la selección argentina al Monumental y todo hace prever que se renovará el idilio amoroso con la gente que renació a partir de la conquista de la Copa América (1 a 0 a Brasil en el Maracaná), pero también, y sobre todo, el fortalecido vínculo que ahora existe entre el hincha y Lionel Messi.

Resulta muy curioso analizar la evolución que ha tenido en este último año la relación -hasta entonces difícil, en cierto punto perversa y sin duda inexplicable- entre el mejor jugador del planeta y el público de su país natal. Aquel malestar latente, aquella mirada que encerraba una sospecha permanente, aquellas críticas más o menos despiadadas después de eliminaciones prematuras o finales perdidas, aquellas acusaciones de “amargo”, “pecho frío” o de no cantar el himno antes de los partidos, se evaporaron casi por arte de magia.

Lo extraño es que la conquista de la Copa América que terminó con 28 años de frustraciones no fue lo que obró el “milagro”. Ese título no hizo más que ratificar algo que ya se venía gestando.

Si hubiera que ponerle una fecha al momento de inicio de esta transformación tal vez sería el 29 de noviembre de 2020. Cuatro días antes, Maradona había fallecido en Buenos Aires, y esa tarde en el Camp Nou, Messi marcó ante Osasuna, se quitó la camiseta del Barça y debajo tenía la del Newell’s que alguna vez había usado Diego en su breve paso por el club donde Leo comenzó su historia.

Su gesto fue mucho más que un homenaje al ídolo máximo de los argentinos. Fue una reconciliación, el tendido de un puente entre el pasado y el presente, el lanzamiento de un salvavidas para un país enfermo de fútbol que acababa de padecer la pérdida de un icono que creía inmortal.

La sombra del Pelusa

La sombra de Maradona sobrevoló a Messi durante toda su carrera y solo la desaparición física de uno permitió mirar al otro con ojos distintos. La imagen de Leo lanzando un beso al cielo enfundado en la casaca rojinegra de ‘los leprosos’ rosarinos fue en ese momento un bálsamo para los feligreses que lloraban desconsoladamente a su Dios, y despertó una corriente de afecto hasta entonces inexistente entre buena parte de la hinchada argentina y el ex capitán del Barça.

Aun sin la presencia de público en los estadios, esa corriente de amor no hizo más que crecer. En sus declaraciones, en su desconocida rebeldía, ya mostrada con anterioridad en la Copa América 2019, Messi fue ganando puntos en el corazón de sus compatriotas, dando pruebas concluyentes de una argentinidad que siempre había evidenciado pero que muchos no habían querido ver.

Tal vez, porque pasional como es, el hincha albiceleste fuese incapaz de convivir con dos ídolos al mismo tiempo y debió morirse Diego para que abriese por completo su alma al nuevo Mesías. Quizás, porque ante el miedo de verse abandonado por los dioses del fútbol se abrazó al único jugador que podía llenar el vacío existencial abierto a sus pies.

El grupo humano que supo ensamblar Lionel Scaloni en la selección completó el cóctel perfecto. La nueva generación que integran los De Paul, Paredes, Lautaro Martínez y compañía comprendió rápidamente que su meta era hacer lo imposible por brindarle a Messi el título que le faltaba y que ansiaba más que ninguna otra cosa, tal como demostraría con su llanto tanto en el Maracaná la noche de la consagración como en el Monumental al terminar el 3-0 ante Bolivia (con hat-trick del 10 incluido) que marcó el regreso de la gente a las gradas y escenificó la reconciliación definitiva.

Con la clasificación a Catar 2022 bien encaminada, un equipo que lleva 23 partidos sin perder (ninguna otra selección en el mundo supera hoy a la Argentina en ese aspecto) y un vestuario que lo reconoce como líder y capitán hasta el punto de dedicarle sin reparos esa Copa tan esquiva ganada en Río de Janeiro, Messi regresa a Buenos Aires con otro espíritu. Le esperan Uruguay el domingo y Perú el jueves.