SUECIA
El declive del Goteborg: de Pichi Alonso hasta hoy
El club sueco no ha podido consolidar su dominio de finales del Siglo XX y ha menguado su potencial de forma evidente

El Goteborg, celebrando un gol esta temporada / @IFKGoteborg
Va a hacer pronto 40 años de la final de Sevilla. También de la previa y mítica semifinal con remontada, noche mágica, tanda de penaltis y final orgásmico incluido del Barça contra el Goteborg. Si acumulas canas y te gusta el fútbol conservas el recuerdo de aquel enclenque Pichi Alonso tirándose en plancha para empatar la eliminatoria (3-0 en la ida) y dar una voltereta ortopédica para celebrarlo. El Camp Nou rugía duro y más que lo haría cuando en aquella tanda de penaltis el Barça pasó a la final de Sevilla. Ese partido sería un drama para los culers, pero eso es otra historia.
En frente había un elenco de bigardos con melenas y bigotes rubios, camiseta a rayas verticales azules y blancas. Venían del norte y se habían zampado al Barça en el estadio Ullevi. Algunos de ellos no eran ni profesionales del fútbol y estaban a un paso de jugar la final de la máxima competición continental.
El IFK Goteborg regía la liga sueca con puño de hierro y martillo de Thor (10 títulos del 1982 a 1996), sometiendo al todopoderoso Malmo y conseguía excelentes resultados en Europa: dos copas de la UEFA (1982 y 1987) y dos veces llegaron a las semifinales de la Copa de Europa. Todavía hoy, el IFK Goteborg es el único club nórdico que ha ganado algún título continental.

El Goteborg levanta la Copa de la UEFA en 1982 / Achivo
Desde entonces, el club sólo ha abierto sus vitrinas para incluir una liga (2007) y cuatro copas de Suecia. Han pasado de codearse con la élite europea y ganar 10 campeonatos en 15 años a desaparecer del radar continental y ganar una liga en 30 años. Parece que 2025 tampoco será su año.
¿Qué ha pasado para ver este declive? Más allá de las clásicas, y reales, mala gestión, despilfarro y errores estratégicos, el IFK Goteborg no atinó con entrenadores ni una mirada a medio y largo plazo que conectara con su sí siempre fiel hinchada. Algunas piezas claves no tuvieron continuidad, no hubo paciencia y desfilaron directores deportivos, presidentes, entrenadores… Hoy hace ocho temporadas que no pasan del séptimo puesto y no pinta que esta vaya a ser mejor, novenos después de 10 jornadas, un tercio de la liga.
Cierto es que la ley Bosman no ayuda a poder retener jugadores y que clubes de ligas menores puedan competir en Europa como lo hacían antes. Cierto que es que la sueca no es una liga binaria como la española, sino que hay siempre bastantes candidatos potenciales a ganar el campeonato… pero nada justifica unos resultados tan pobres y tan sostenidos en el tiempo en la liga doméstica. El problema principal hay que buscarlo en las finanzas.
Aquella generación exitosa de finales de siglo XX se fue diluyendo y los reemplazos, con grandes traspasos y sueldos fuera de su alcance, endeudaron al club hasta llevarlo al límite en 2018.
Hoy, la situación económica se ha estabilizado, 18.000 aficionados llenan el Gamla Ullevi (construido a escasos 200 metros del Nya Ullevi donde los bigardos se merendaron a Pichi Alonso y compañía) en los partidos de casa, los sponsors han vuelto, se han completado algunos traspasos que son oxígeno puro para el club y parece un escenario favorable sobre el que poder rebotar y volver a competir pronto por otras cotas que salvar la categoría o navegar por mitad de la clasificación.
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