Historia SPORT
ADIÓS MÜLLER
El fin de Müller, el ogro de las noches negras del Barça
Su carrera en el Bayern ha llegado a su ocaso, aunque no lo hará su labor como futbolista profesional con propuestas como las de la MLS en el aire

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Un tipo alto, desgarbado, flaco, con pintas de otra época... si alguien pensase en Thomas Müller, la primera imagen que se le vendría a la cabeza es la de un jugador de otra época. Sin ser el más habilidoso ni el más fuerte, tampoco el más rápido, el alemán se ha hartado a ganar títulos a base de dos habilidades tan simples como difíciles de atesorar: intuición e inteligencia. 25 años después de jurar amor eterno al Bayern de Múnich, el alemán dice adiós dejando atrás un legado imborrable para el mundo del fútbol.
"Es un jugador poco ortodoxo, yo mismo no tengo muy claros sus movimientos. Sólo tiene una idea en la cabeza que es marcar". Son palabras de Joachim Löw, entrenador de la época dorada de Alemania, que describen como pocas a un jugador imposible de descifrar, pero siempre en movimiento. Como escribía Juan Stanisci, Thomas Müller es la representación futbolera de aquella frase de Picasso que decía que la inspiración te tiene que tomar trabajando. Müller será todo intuición, cierto, pero el alemán no para de moverse sobre el terreno de juego. El trabajo, esa la clave de su éxito.

Thomas Muller posa con el trofeo al Mejor Futbolista Joven durante la Copa del Mundo FIFA 2010 / EFE
Si se combinan esas particularidades propias de su juego con una historia de lealtad inquebrantable a un mismo club durante 25 años, el cóctel resultante tiene sabores propios de uno de los jugadores más laureados de la historia del deporte. Los sorbos de este excelente brebaje, sin embargo, eran cada vez más cortos y el vaso, cada vez más vacío. Thomas Müller llegó al ocaso de su etapa con el Bayern de Múnich con un último chispazo en el Mundial de Clubes de un futbolista que abandonará el Allianz como una auténtica leyenda de este deporte hoy, mañana y siempre.
Un prodigio del trabajo constante
Citando de nuevo al escritor Juan Stanisci. La historia de Thomas Müller empezó en 1999, el año en el que la Asociación de Fútbol Alemán elaboró un proyecto a nivel nacional que diseñaba un plan de entrenamiento de alto rendimiento para las divisiones inferiores. El alemán, como otros tantos en el país teutón, comenzó a jugar en el equipo de su pueblo, el Pahl, en un torneo contra otros equipos de Alemania. Una tarde hizo siete goles, con la suerte de que Jan Pienta, un ojeador del Bayern de Múnich, se encontraba entre el público. “Su técnica no era nada especial, pero estaba todo el rato corriendo por todas partes", explicó. No tardó en llegar a Múnich como hijo pródigo de ese plan de entrenamiento alemán.

Thomas Müller con los brasileños David Luiz y Paulinho al término del partido Brasil-Alemania / Agencias
Müller desarrolló desde entonces un estilo de juego tan único como poco ortodoxo; sin la técnica de otros, el alemán se ganó la confianza de todos sus técnicos a base de correr como un loco, cierto, pero siempre de manera inteligente. La intuición siempre ha acompañado a este alemán que nunca ha parado de correr ni de desmarcarse; cuando no llegaba su talento llegaban sus piernas y cuando no lo hacían sus piernas lo hacía su cabeza. Se ganó la clasificación de hombre invisible por sus constantes e imprevisibles movimientos que se pudieron ver en todo su esplendor durante el Mundial de Brasil en 2014.
Historia de los Mundiales, leyenda del Bayern
Este desgarbado delantero, que puede jugar tanto detrás del nueve como de mediapunta derecho, alcanzó su máxima plenitud en la Copa del Mundo conquistada por Alemania en 2014. Llegaba Müller a Brasil tras haber sido el máximo goleador en Sudáfrica 2010, aunque hallaría en los campos brazucas el apogeo de todas sus cualidades. En ese Mundial acabó con cinco tantos, los mismos que cuatro años antes, aunque esta vez sirvieron a los teutones para alzarse con la Copa del Mundo en Maracaná.

Thomas Müller lucha el balón con el argentino Javier Mascherano, del FC Barcelona / Agencias
Si bien su historia en los Mundiales es memorable, su idilio con el Bayern de Múnich a nivel de clubes fue lo que hizo labrarse a Thomas Müller el calificativo de jugador respetado por tantos. 33 títulos y 743 partidos a sus espaldas -récord del club bávaro en ambos-, 247 goles y 273 asistencias... todo eso sin ser delantero; Müller es ese goleador que no es ariete, es ese mediapunta que no es elegante ni estético, pero que tiene la capacidad de ser indescifrable y asestar el golpe cuando nadie lo espera. Un jugador invisible.
El ogro de las noches negras del Barça
En este inacabable cuento que ha escrito durante 25 años con el Bayern de Múnich, uno de quienes más ha sufrido la tiranía de este flaco delantero ha sido el Barça. Müller se ha ganado a pulso ser considerado el ogro de las noches más negras del barcelonismo estos últimos años, siempre en Champions; el 4-0 y 0-3 de las semifinales de 2013, las dos victorias 0-3 en el Camp Nou en fase de grupos de 2022 y 2023 y, por encima de todas, el 2-8 de Lisboa. Han sido diez partidos los disputados por el alemán contra los azulgranas con ocho victorias a su favor y ocho tantos que han destruido los sueños europeos del Barça una y tantas veces.
Ha sido una historia de amor-odio, también conviene recordarlo. Si bien Müller ha sido el azote del Barça en sus días más oscuros, el alemán siempre ha tenido palabras de admiración hacia el buen hacer del club azulgrana cuando el equipo conquistaba éxitos a su particular manera. En eso se parecen quizás Müller y el Barça, dos rivales acérrimos que consiguen sus propios éxitos a base de personalidad y creencia en su propia forma de hacer.
Hay Müller para rato...
Su carrera en el Bayern ha llegado a su ocaso tras caer eliminado en el Mundial de Clubes a manos del PSG, aunque no lo hará su labor como futbolista profesional; en el aire quedan propuestas de la MLS que quieren añadir el repertorio del alemán a su liga antes de que la llama del delantero se extinga hasta su final. Hasta entonces, queda por disfrutar de este jugador único en peligro de extinción, un tipo alto, desgarbado, flaco y con pintas de otra época.
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