Historia SPORT

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Adiós a la leyenda que luego se hizo futbolista

Ibrahimovic cuelga las botas después de golear en las últimas cuatro décadas

Sus goles, su ego, su humanidad con los más pequeños, sus problemas con Guardiola... Ibra ya es parte de la historia reciente del fútbol

¡A lágrima viva! Se retira 'Ibra' y jamás lo habías visto así de roto...

¡A lágrima viva! Se retira 'Ibra' y jamás lo habías visto así de roto... / LEGA SERIE A

Albert Gracia

Albert Gracia

El fútbol es un deporte de contrastes: los que ganan y los que pierden, los que atacan y los que defienden, los que juegan y los que se quedan en el banquillo... los simpáticos y los antipáticos, aunque estos últimos se han perdido con los años.

En tiempos donde la comunicación y la sociedad buscan convertir a los futbolistas en ejemplos, hay un jugador que, pese a su edad, aún se creía mejor que el resto, que había nacido para ser leyenda, que todavía osaba decir que una competición no valía nada sin él o que el Balón de Oro no era más que una farsa para los 'queda bien'.

Por eso, la reciente retirada de Ibrahimovic es algo más que la retirada de un jugador, es la pérdida de la figura antipática por definición, que decía todo lo que se le pasaba por la cabeza ante los medios sin importarle las consecuencias.

Ibrahimovic se retira

Ibrahimovic se retira / SPORT

Un jugador de eternos contrastes

Luego, claro, llega la pérdida futbolística. Hay que ser muy bueno para que, convertido en un personaje tan singular, se te vaya a recordar más por lo que 'has dicho' sobre el verde que fuera de él. Nunca sabremos si se le comió el personaje en ciertos momentos, pero lo cierto es que si él aseguraba ser siempre el mejor, en el campo las palabras se traducían en hechos.

Ibrahimovic, en sus más de 800 partidos y casi 500 tantos en las mejores ligas del mundo, dejó para el recuerdo auténticos golazos repletos de técnica, potencia y elasticidad. Con el tiempo se convirtió en uno de los '9' más completos del siglo. Siempre celebrando con los brazos abiertos y cara de pocos amigos.

Para el recuerdo quedará la chilena que anotó con Suecia ante Inglaterra y que le brindó el premio Púskas. O la carrera maradoniana ante el NAC Breda con el Ajax. O los goles 'taekwondistas' con la zamarra de Inter y Milan. O el gol en el clásico ante el Madrid a centro de Dani Alves. Porque Zlatan era eso: una chilena repleta de fuerza, potencia, elasticidad y locura y luego una jugada más propia de un pelotero bajito. Una eterna y fabulosa contradicción. Sueco con sangre caliente y jugón con cuerpo de tanque.

Ibrahimovic, durante la chilena que le dio el premio Puskas

Ibrahimovic, durante la chilena que le dio el premio Puskas / EFE

Egocéntrico, pero fiel compañero

Supo convivir Ibra con un egocentrismo desmedido y se ganó el cariño de muchos de sus compañeros por su entrega y su talento, pero sobre todo por saber erigirse siempre como un líder de vestuario. Y sino que se lo pregunten al Milan.

Llegó con la treintena bien cumplida asegurando que iba a convertir al Milan en un equipo ganador que volviera a saborear el éxito. Pocos meses más tarde, el conjunto 'rossonero' se proclamaría campeón de la Serie A. Un tipo con las ideas claras, pero sobre todo con un hambre por ganar sin medida, capaz de enfrentarse a cualquiera. Lo hizo con Pep, al que tildó de "filósofo".

Ibrahimovic, con la zamarra del Inter

Ibrahimovic, con la zamarra del Inter / EFE

Pero en esa personalidad feroz, arrogante y más que chulesca en ocasiones se escondía un tipo cercano con los más pequeños, que tendía a utilizar esa 'máscara' antipática de cara al público para alimentar aún más su personaje y figura. Bojan, en las recientes entrevistas que ha concedido, no se ha cansado de decir que no existe mejor compañero que el sueco.

Ayer, con 41 años y tras una temporada lesionado, Ibrahimovic decidió que su fútbol escribía ya la contraportada del libro. No se lo dijo a nadie y lo anunció por sorpresa cuando el Milan solo pensaba en despedirlo como se merecía. Cosas de Ibra. En Malmö, Ajax, Milan, Turín, Barcelona, París, Manchester y Los Ángeles no van a olvidarlo. Es hora de descansar y de guardar la máscara. Aunque quizás no fuera una máscara. Quizás era el personaje. O quizás no era ni máscara ni personaje. Quién sabe. Nos quedaremos con esa duda. Y con sus años de fútbol, claro.