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CHAMPIONS LEAGUE
20 años del milagro de Estambul: "Le pedí a Benítez tirar un penalti y me dijo que no"
El Liverpool coronó la Orejona con un empate glorioso ante el Milan en la final de la Champions League de 2005... y Luis García se quedó con ganas de chutar

El capitán del Liverpool, Steven Gerrard (c), levanta la trofeo de la Liga de Campeones (2005) / EFE
La final de la Champions League de 2005, celebrada el 25 de mayo en el Estadio Olímpico Atatürk de Estambul, es recordada como una de las mayores gestas en la historia del fútbol europeo. Aquel partido entre el Liverpool y el AC Milan no solo coronó a un campeón: se convirtió en una epopeya, una montaña rusa emocional que redefinió lo posible dentro de un terreno de juego. Una final que comenzó como pesadilla para los ingleses y terminó en redención absoluta, inmortalizándose como el milagro de Estambul.
Los 'reds' llegaban a su sexta final de la Copa de Europa, la primera desde la tragedia de Heysel en 1985, cuando la violencia de los aficionados derivó en su exclusión de competiciones europeas durante seis años -final que se jugó como si nada hubiese pasado, coronando a la Juventus.
Aquel equipo de 2005, dirigido por Rafa Benítez en su primera temporada, había desafiado todos los pronósticos para llegar a la final. Clasificado como segundo de grupo tras el Mónaco, dejó en el camino a Bayer Leverkusen, Juve y Chelsea.
El Milan, por su parte, era favorito. Finalista en 2003 y campeón ese año, el equipo de Carlo Ancelotti contaba con una plantilla estelar. En su camino, habían superado al Manchester United, al Inter de Milán y al PSV Eindhoven. El once titular milanista incluía a Maldini, Cafú, Pirlo, Kaká, Seedorf, Crespo y Shevchenko. Era un equipo armado para dominar Europa.
REMONTADA HISTÓRICA
La final no tardó en inclinarse del lado italiano. Apenas habían transcurrido 50 segundos cuando Paolo Maldini abrió el marcador con una volea tras un centro de Pirlo. Antes del descanso, Crespo firmó dos goles, el segundo tras una brillante asistencia de Kaká, para dejar el marcador en un contundente 3-0. El Liverpool parecía sentenciado.
Sin embargo, lo que ocurrió tras el descanso cambió la historia del fútbol. En apenas seis minutos mágicos, los ingleses igualaron el partido. Gerrard recortó distancias con un cabezazo tras un centro de Riise. Luego, Vladimír Smicer -quien jugaba su último partido con el club- puso el 3-2 con un disparo desde fuera del área. Y poco después, Xabi Alonso convirtió el empate tras aprovechar el rechace de un penalti que él mismo había fallado ante Dida.

Xabi Alonso y Luis García celebrando el tercer gol / EFE
El Milan, desconcertado, ya no fue el mismo. Aunque Kaká y Shevchenko lo intentaron en la prórroga, Jerzy Dudek se convirtió en un muro, especialmente con una doble atajada milagrosa al propio Shevchenko a pocos minutos del final.
En la tanda de penaltis, Dudek volvió a ser protagonista, imitando los gestos de Bruce Grobbelaar en 1984 y desestabilizando a los lanzadores rivales. El Liverpool se adelantó 3-2, y entonces llegó el momento definitivo: el penalti -otra vez de Shevchenko- fue detenido por el portero polaco. El milagro estaba completo.

Rafa Benítez con la 'Orejona' / EFE
Fue la quinta Copa de Europa para el Liverpool, que recibió el trofeo en propiedad y el derecho a lucir la insignia de campeón múltiple. Además, la UEFA, presionada por la FA inglesa, permitió finalmente que el club defendiera el título la temporada siguiente, pese a no haber clasificado en la Premier League.
Aquel partido fue más que una victoria. Fue una prueba de carácter, fe y determinación. “Quizás el Milan sea el favorito, pero tenemos confianza y podemos ganar”, había dicho Benítez antes del encuentro. El tiempo le dio la razón. Lo que sucedió esa noche no fue solo fútbol: fue una lección de lo impredecible y de la capacidad humana para sobreponerse a lo imposible.
"Le pedí a Benítez que me dejara tirar un penalti y me dijo que no. Me sorprendió porque cuando estaba con él en Tenerife, yo era el encargado de tirar los penaltis. Se lo pedí por segunda vez y me dijo: 'No, porque estás cansado y has tenido calambres, y prefiero que lo tire otro jugador'. Como vio que estaba muy interesado en intentarlo, replicó: 'Vale, tirarás tú el sexto'. Nunca sabremos si entraría o no", comentó Luis García en una entrevista con la UEFA años después. El destino pudo ser distinto, pero no sobró ni faltó ningún penalti. El milagro escrito quedó.
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