La piel que habita Alba Palacios, la primera futbolista trans federada

“El fútbol fue mi bomba de oxígeno, me hizo sentirme dentro de una familia”, confiesa la jugadora

“Cuando empecé a hormonarme perdí la potencia, velocidad y musculatura que tenía como hombre”

Alba Palacios, jugadora del Torrelodones CF, en una acción de partido

Alba Palacios, jugadora del Torrelodones CF, en una acción de partido / Laura Montero Márquez

Laia Cervelló

Con el balón en los pies casi lograba olvidarme. Hasta que veía a las chicas del CF Pozuelo en el campo de al lado. No entendía por qué yo no estaba allí, con ellas”, explica Alba antes de empezar la entrevista mientras me hace revivir la misma claustrofobia que sentí al ver a Vicente enjaulado en el cuerpo de Vera en ‘La piel que habito’, de Almodóvar. Baila entre sus palabras con la naturalidad propia de quien no es consciente de que se ha convertido en una pionera. Alba Palacios es la primera futbolista transgénero federada en España. Lo define como mala suerte. “Con lo fácil que hubiera sido nacer Alba en vez de Álvaro y no tener que enfrentarme a la vida”. Único hijo en una familia repleta de mujeres, a sus 31 años decidió escucharse y hacer lo que siempre había querido: Ser, a nivel físico también, una mujer. Las Rozas CF fue el primer equipo que la acogió y la hizo debutar. Luego vino el CD Samper, el Madrid CFF B y, una lesión y la desdichada pandemia, le privaron de debutar con el primer equipo en Primera. Ahora luce el escudo del Torrelodones en el pecho.

¿Te identificas con la etiqueta transgénero? ¿Te gusta?

Cuando me etiquetan como a una chica trans pienso que sí, que tienen razón. Es cierto. Pero me gustaría que no hubiera etiquetas para absolutamente nada. Somos personas. Me encantaría que nos identificáramos todos como uno. Somos iguales. Bajo mi punto de vista, las etiquetas solo nos dividen más y no sé si nos hacen bien.

¿Cuándo te das cuenta de que has nacido en el cuerpo equivocado?

Me di cuenta sobre los 15 años, en el momento en el que supe que existían las personas transgénero. Cuando tenía 4 o 5 años me ponía la ropa de mi hermana. Veía las demás chicas y pensaba que por qué yo no era como ellas. Pero no era del todo consciente. A los 15 me doy cuenta de que soy diferente al resto. Intenté seguir con mi vida hasta que llegó un momento en el que, si no salía y me expresaba como era, explotaba. No paraba de preguntarme que por qué no podía salir como una chica. Cuando tienes un martillo en la cabeza día a día acabas entendiendo a la gente que, desgraciadamente, se suicida. Es muy duro. Cuando fui al Hospital Ramón y Cajal, que es donde me trataron, y me dijeron que me expresara como yo era fue cuando me pude quitar la losa. Estuve dos horas llorando. Tenia 31 años y salí con mucho miedo pero gracias a mi pareja di el paso.

¿A quién fue la primera persona a quién se lo contaste?

A mi pareja. Llevo con ella 17 años, estamos casados. Fue a la primera a la que le fui contando todo poco a poco. Pero no todo. La quiero tanto que yo sabía que, si le contaba todo esto de repente, quizás se iba a agobiar. Fue un camino duro, pero fuimos poco a poco y fue ella la que me ayudó, me aconsejó y me dio alas para tirar adelante. Le debo la vida.

¿Tu familia cómo reaccionó?

Para serte sincera, mal. Lo llevaron fatal. Tenían un hijo que no daba signos manifiestos de querer ser una chica. Era todo lo que se espera de un chico: Me gustaban los coches, el fútbol y las chicas. Fueron pasando los años ocultando cómo me sentía y con 31 años se lo solté. Se quedaron de piedra. Ni mi madre ni mi padre se lo creían y su apoyo tardó en llegar. Yo lo entendía, ya me habían advertido en el psicólogo. Soy muy empática, les di el tiempo que necesitaban. Tras un año se dieron cuenta de que, en esencia, seguía siendo yo. Que solo había cambiado la apariencia. Mi madre se pensaba que iba a ir con taconazos y plumas por la calle. Ha visto que no me ha perdido. Ahora estamos muy bien, a veces incluso me recrimina que no sea más femenina (ríe).

¿Has perdido a mucha gente en esta travesía?

Ha habido compañeros de algún equipo de fútbol de los que no he vuelto a saber nada, pero son casos contados. La gente que realmente te quiere, se queda. He sabido elegir bien desde que era pequeña, a amigos de verdad. Y ahora he conocido a mucha más gente. Toco madera porque he tenido suerte con eso.

¿Piensas en Álvaro?

Para mí es una etapa diferente que también disfruté. Soy una persona muy positiva que intenta disfrutar con lo que tiene. Fue una etapa complicada por lo que sentía, pero me lo pasé fenomenal siendo Álvaro y gracias a eso conocí a mi pareja. Lo único que pienso es que ojalá me volviera la potencia que tenía en las piernas como antes. También pienso en lo fácil que se lo ponían todo a él, en eso he notado mucho el cambio. Eso me da mucha rabia. Cuando eres chico te tratan como si te fueras a comer el mundo y, cuando eres chica y trans, ves la diferencia. Llevo muy mal que me miren tanto cuando me arreglo un poco más y me dicen que estoy muy guapa. No me gusta sentirte observada. Cuando era Álvaro nadie me miraba, quizás era muy feo.

¿Cuándo aparece el fútbol en tu vida?

Me gusta desde que empecé a andar. Me metí en el Pozuelo con 9 años y estuve allí hasta los 21. Luego volví a jugar y empecé a hormonarme. Se lo conté a mi entrenador. Él no me puso problemas. Cuando empecé el tratamiento noté una bajada física espectacular. En un partido choqué con un jugador y volé. Empezó a darme miedo jugar con hombres porque mi condición física ya no era la misma. Ese mismo verano me propuse ir al fútbol femenino. Comencé a entrenar con Las Rozas hasta que me dijeron que podía competir. No quiero que nadie se piense que tengo ventaja por el físico. Cuando llevaba un año de hormonación y seguía teniendo más testosterona que una mujer CIS notaba la diferencia respecto al resto de jugadoras. Así que cuando mi testosterona estaba igual que una mujer en la franja de valores que marca el Comité Olímpico, empecé a competir. 

No quieres que nadie se piense que tienes ventaja física, ¿te han acusado de ello?

Hay personas que cuando ven que destacas, que eres rápida, que metes goles y demás, saltan con lo de siempre, que si soy trans. Me toca seguir aguantando que se diga que el Torrelodones está arriba porque está Alba. Es buscar una excusa siempre. 

¿Qué cambios experimentaste con la hormonación que te afectaran en el fútbol? 

Especialmente en recuperar balones, noté que me costaba mucho más que antes. También sufría más calambres después del partido porque la circulación de la sangre es peor. Lo he notado en la velocidad, la potencia, el sprint, la salida. Ahora todo me cuesta un poco más, pero también es cierto que ya tengo una edad. No vamos a culpar de todo a las hormonas. El fútbol femenino y masculino son totalmente diferentes. El masculino es mucho más rápido, no te da tiempo a pensar. Cuando recibía un balón ya tenía dos jugadores encima. Y te arrollan. Hay que usar mucho la fuerza. En el femenino hay más tiempo para trenzar jugadas y las jugadoras te aguantan más. El masculino me parece demasiado agresivo, prefiero el femenino. 

Alba Palacios jugando con el Torrelodones

Alba Palacios jugando con el Torrelodones / Laura Montero Márquez

Estuviste un tiempo entrenando con Las Rozas pero finalmente te hacen debutar en 2018 y con gol. ¿Sentiste liberación?

No recuerdo ni cómo metí el gol. No me lo creía, me sentía en una nube. Pensé en mi pareja, mi pilar que me había ayudado todo ese tiempo. Pensé en dedicárselo a ella. Pensé en dedicárselo al club por confiar en mí. Lo recuerdo muy bonito.

Marcas goles, eres extremo… ¿siempre has jugado en esta demarcación?

Empecé de interior de chiquitita, pero en el Pozuelo no había hueco para esa demarcación porque había muchos. Faltaban laterales. Estaba cansada de jugar partido sí y otro no y dije que me iba a hacer de lateral. Era el típico carrilero que subía mucho. En el Torrelodones estoy jugando en punta pero no es una demarcación que se me de muy bien.

¿En qué jugadores o jugadoras te fijas?

En los jugadores rápidos. Me gustaba mucho el “Piojo” López, Gareth Bale, Di Maria, Mbappé. Ahora que el fútbol femenino es más mediático, me fijo en Ludmila Da Silva. Me gustan los jugadores técnicos también, pero yo no lo soy.

¿Cuál es tu meta como futbolista?

Cuando fiché por el Madrid CFF fiché por el B y pensé que estaría muy bien debutar en Primera. Pero entre una lesión y la pandemia no pude. Ahora veo que tengo una edad y que ser mujer y futbolista de élite, a mí quizás ya no me compensa por la poca recompensa que hay a la exigencia que se nos pide. ¿Qué si me gustaría estar uno o dos años en Primera? Pues claro que sí. Especialmente para dar visibilidad a las jugadoras trans. Pero me han llamado este año de Reto y he dicho que no porque estaba lejos de Madrid. A día de hoy, lo que quiero es recuperarme de mi lesión y divertirme en el fútbol. Si de paso, puedo llegar a la máxima categoría, fenomenal. Pero si no, quiero disfrutar de lo que tanto me ha costado conseguir.

¿Qué papel ha tenido el fútbol en tu vida y todos los cambios que has sufrido?

Cuando alguien tiene un problema siempre le recomiendo que haga algo de deporte. Y si es de equipo, mejor. Te da integración, te hace sentirte dentro de una familia. Te arropa. Te ayuda a olvidar. Cuando era Álvaro me ayudó muchísimo a quitarme el runrún martilleante de la cabeza durante 90 minutos. Es una bomba de oxígeno. El fútbol siempre está ahí.