Al Barça se le volvió a aparecer el fantasma del Lyon

El Barça no pudo ser el Barça y cayó sin discusión ante un Olympique de Lyon que volvió a ser su bestia negra

Las azulgranas se quedaron sin la oportunidad de lograr la segunda Champions de su historia

Gol Lyon

Gol Lyon / Javi Ferrándiz

Miki Soria

Miki Soria

Dolió. Indudablemente más que Budapest. El Barça cayó en Turín y dijo adiós a la oportunidad de sumar la segunda Champions de su historia al ser derrotado con justicia por un letal Olympique de Lyon que volvió a ejercer de bestia negra azulgrana. 

Todos los récords logrados, todo el crecimiento de un equipo que se había vuelto de leyenda parecieron esfumarse. Como si nunca hubieran existido. El Lyon, con una presión adelantada al principio y un golazo de Henry de la nada tuvieron suficiente para volver a hacer aparecer los fantasmas del pasado.  

La reacción azulgrana tras el gol inicial no fue mala –pudo llegar el empate por medio de Jenni- pero se quedó a medias y a la mínima que pudo, el conjunto galo volvió a hacer sangre. Dos veces. Matando y descolocando al equipo que no había perdido más que un partido en toda la temporada. Errores en defensa, pérdidas absurdas, un pobre arbitraje... Todo mal. El Barça sin poder ser el Barça. El Olympique de Lyon siendo el mismo de siempre. El Madrid de la Champions femenina. Un equipo al que no le hace falta jugar bien para ganar. Y Hegerberg, el estilete que no tuvo el Barça en los primeros cuarenta y cinco minutos sobre el césped. Aquí no acertó Giráldez, que tardó demasiado en reaccionar. 

El factor Alexia 

Pero en los malos momentos aparecen los emblemas. Y el Barça hace tiempo que tiene uno con nombre y apellidos: Alexia Putellas. No se rindió en ningún momento y metió al conjunto azulgrana en la final con un gol que provocó el rugido de los 15000 barcelonistas que habían viajado a Turín dispuestos a vivir una jornada inolvidable. Quedaba mucho partido y había tiempo para reaccionar y eso solo podía pasar si el Barça volvía a ser el Barça.  

Lo intentaron las azulgranas. Recuperaron el balón, la movilidad, el tuya-mía. La fe. Se vio a otro Barça tras el descanso como no podía ser de otra manera si quería obrar la proeza. Y lo intentó Giráldez poniendo en el Barça todo lo que tenía, pero cuando había los ingredientes sobre el campo faltaron ideas y frescura. Suerte también -qué golazo de Patri Guijarro de no ser por el travesaño-, pero el Barça se tuvo que resignar a no poder impedir que el tiempo pasara ni que el Olympique de Lyon mostrara, una acción tras otra, su repertorio más antideportivo con la colaboración de una árbitra a la que le vino grande la final por todos los lados.  

La final murió entre pérdidas de tiempo y ocasiones desperdiciadas. Entre lágrimas por la derrota. No inesperada -la final se preveía igualada- pero sí dolorosa por cómo fue. Por no poder haber sido lo que te ha convertido en lo que eres. La final murió también entre caras de rabia. Esa que seguro que el Barça vuelve a transformar en aliciente necesario para volver a intentarlo y devolverle una alegría a los 15.000 aficionados que acudieron al Juventus Stadium en un desplazamiento que entrará a la historia más allá de lo que hubiera pasado en el campo. Se la deben.