El Barcelona B se estrelló contra un muro

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Otra derrota del Barça B. Otra vez dándolo todo, sin dejarse nada en el vestuario, pero insuficiente de nuevo en una categoría tan cruel. El Albacete se impuso por la mínima, colgado del larguero y echando mano de años en la carretera. Como dice Gerard, habrá  que mejorar en la segunda vuelta.

La primera mitad  fue un manual escrito por Quique Martín para todo  aquel que quiera saber a qué se juega en Segunda.  Orden táctico, intensidad, despliegue rápido y contundencia. No necesariamente por ese orden, pero el Barça  B  lo sufrió impotente. El Albacete fue una pared lisa de cemento sin grietas, ni la más mínima. Cada vez que recogía el balón el filial blaugrana, con Aleñá balanceándose de  un lado al otro en busca de un resquicio de luz, se hacía la noche. 

Si a eso sumas que, a los siete minutos, Nili Perdomo, aquel futbolista  que enamoró a Luis Enrique y a pocos  más en su paso por el Barça, encontró oro en un rechace dentro del área para batir a un tapado Ortolá, la cosa se ponía fea. Tampoco ayudaba el arbitraje de Pérez Pallas, ofreciendo un recital que habría firmado Mateu Lahoz a dos  manos. Las faltas se pitaban lanzando un dado, a ambos lados.

El problema es que solo el Barça B se desquiciaba mientras  el Albacete seguía a lo suyo, remando  todos al unísono en un baile coral. Sin claras ocasiones tampoco por parte del equipo rival, que solo probaba a Ortolá colgando balones, pero sí más sensación de peligro que en el equipo de Gerard, al que le costaba incluso disparar desde lejos. Arnaiz probó a Nadal una vez. Demasiado poco.

El Barça B salió del vestuario obligado a echar más combustible a la máquina.  Y lo hizo ganando metros, yarda a yarda. Peleando cada metro cuadrado. Pero el Albacete hacía lo mismo, moviéndose como si fueran piezas de futbolín ensartadas por una barra de acero. Nada que hacer mientras los minutos se escapaban de las manos. El 0-1 pesaba cada vez más. Arnaiz, que recibía desde la derecha de Aleñá, era quien ponía algo de luz. Faltaba acabar alguna ante un Albacete cada vez más hermético y que ya había renunciado a cualquier opción del segundo. Se suman los mismos puntos con un 0-1 que un 0-5. El muro se convirtió en autocar colgado del larguero. El Barça B apretaba los dientes y Gerard movía el banquillo: Abel, Concha y Pérez, al campo. Nada cambiaba.

Antes de los cuatro minutos de añadido, Arnaiz desperdició una falta desde la frontal en posición inmejorable. Ni así. Y Aleñá protestó un penalti bastante claro que le costó la amarilla al de Mataró. Pudo haberse pitado, pero a Pérez Pallas le cayó cruz. El Barça B cayó, pero lo hizo en pie y, aunque duela lo mismo, no lo es.