El poder (ilimitado) ejercido por las ‘torcidas organizadas’

Los ultras en Brasil tienen el monopolio de la violencia, amenazan a jugadores e imponen destituciones de técnicos

No hay ninguna directiva dispuesta a querer cortar las alas a los radicales que actúan como un poder paralelo

Las 'torcidas organizadas' del Flamengo en Río de Janeiro

Las 'torcidas organizadas' del Flamengo en Río de Janeiro / SPO

Joaquim Piera

Joaquim Piera

Poco importa que los clubes se conviertan en sociedades anónimas, que llegue capital inversor del extranjero, que Brasil cuente con estadios de primer nivel (es la herencia del Mundial 2014) o que los equipos reinen en las continentales... porque hay costumbres rancias, demasiado arraigadas, que no cambian. Y una de ellas es las prebendas de las ‘torcidas organizadas’, o sea los ultras, que continúan funcionando como grupos de presión, a través de la intimidación física o verbal. 

Son un poder paralelo nocivo, que ejercen el monopolio de la violencia, con la complicidad de las directivas, a veces por inacción temiendo acabar siendo un blanco, y otras con su complicidad porque hacen el trabajo sucio y son el brazo ejecutor de sus intereses.

Dos episodios lamentables ocurridos en el Flamengo y el Corinthians, los dos clubes más populares del país, han escenificado el poder ilimitado (porque nadie se atreve a pararles los pies) de estos grupos de radicales que se han tomado la justicia por su mano después de fracasos deportivos. La pérdida inesperada del Campeonato Carioca ante el Fluminense provocó un terremoto en el club rubronegro, que acepto el pedido de las ‘torcidas organizadas’ para que sus cabecillas se reunieran en el Centro de Entrenamiento con los pesos pesados de la plantilla.

Ante las críticas generalizadas de la prensa, los dirigentes dieron un paso atrás y cancelaron la cita, pero las ‘torcidas’ envalentonadas se presentaron antes de un entrenamiento. Al grito de “aquí nadie pasa” coaccionaron a todo el mundo que accedía a las instalaciones del club obligando a bajar los cristales oscuros de sus vehículos, para que los jugadores fueran insultados, exigiéndoles mayor profesionalidad, solo algunos, como el uruguayo De Arrascaeta, se salvaron de la quema y fueron jaleados. Las imágenes son esperpénticas.

AMENAZAS A LOS JUGAORES DEL TIMAO

En Sao Paulo, el Corinthians cayó en las semifinales del Campeonato Paulista ante el Sao Paulo, y perdió en el debut de la Libertadores. La mecha se encendió. Las Gavioes da Fiel, la principal ‘torcida organizada’ del club que cuenta con miles de asociados, entró en cólera. Soltó un comunicado con el sugestivo título “O juegas por amor, o juegas por terror”, amenazando implícitamente a la plantilla.

Horas después, la directiva les ponía una alfombra roja para que entrasen en la ciudad deportiva y tuvieran dos reuniones: la primera con cinco de los futbolistas más representativos entre los cuales estaba el exblaugrana Paulinho y el portero Cassio, que, casualidades de la vida, esa misma semana su familia y él recibieron amenazas de muerte por internet; y posteriormente se sentaron con la cúpula deportiva: el director de fútbol, Roberto Andrade, el gerente Alessandro y el técnico, el portugués Vítor Pereira, que tuvo su primer baño de realidad del fútbol brasileño.

Los radicales del Timao ya tuvieron un papel fundamental en la destitución de Sylvinho, a quien hostigaron durante meses, presionando al presidente, 

Las ‘torcidas organizadas’ no llegan (aún) al nivel de los barras bravas argentinos que extorsionan a sus propios jugadores y que campan a sus anchas con armas de fuego. Sin embargo, no hay ninguna directiva que quiera empezar a cortarles las alas, enfrentándose para quitarles las atribuciones que ellos mismos han cogido desde hace décadas.