Historia SPORT

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Todos contra el Flamengo

Crece el rencor contra el ‘Mengao’ a quien sus rivales acusan de prepotente y de contar con los estamentos a su favor

La Supercopa dejó heridas institucionales abiertas con el At. Mineiro parecidas con las que hay con el Palmeiras

Bruno Henrique celebra su tanto en la final de la Supercopa

Bruno Henrique celebra su tanto en la final de la Supercopa / Marcelo Cortes / Flamengo

Joaquim Piera

Joaquim Piera

"Con el VAR, el Flamengo tendrá muchas más dificultades para ganarnos”. La frase del presidente del Atlético Mineiro, Sergio Coelho, tras el triunfo de su equipo en los penaltis ante el rubronegro carioca en la Supercopa do Brasil alimenta el reguero de polémicas surgidas entre los dos clubes durante las últimas semanas.

El Galo, campeón del Brasileirao y de la Copa do Brasil, y el Mengao, segundo en el campeonato liguero, se echaron un pulso institucional, con la CBF como teórico juez, para determinar la sede de una competición de nueva creación, que ha arraigado con fuerza. Se salió con la suya el Flamengo, y de aquí nació una nueva enemistad manifiesta entre los clubes. Una más.

En las últimas temporadas, coincidiendo con el renacimiento deportivo del club más popular de Brasil, han surgido nuevas rivalidades, que, en algún caso se han transformado en animadversiones. Es el caso de las hostilidades con el Palmeiras.

En 2016, el Flamengo, empujado por un vendaval mediático, ya “olía” el título… pero no le llegó la reacción y los campeones acabarían siendo de los albiverdes paulistas. Y de allí surgió el mote de “cheirinho” (‘olorcito’ en español) con el que se apela a todas y cada una de las derrotas rubronegras, y también un rencor, que difícilmente va a cicatrizar. Ocurrirá lo mismo pero con el At. Mineiro, que es la tercera superpotencia del momento en discordia, como protagonista.

GUERRA ABIERTA CON SUS ADVERSARIOS

El Flamengo ya no cae simpático. Su alineamiento con el gobierno Bolsonaro durante la pandemia tampoco ha ayudado. Y no por una cuestión ideológica, porque el fútbol brasileño, salvo contadas excepciones, no se ha mojado ante las políticas genocidas del ejecutivo de extrema derecha, que han sesgado 646.000 vidas.

El presidente del Mengao, Rodolfo Landim, tiene tanta sintonía con Bolsonaro que su nombre fue barajado para ser el vicepresidente en la candidatura de las presidenciales de octubre. El club carioca se ha convertido en el brazo ejecutor de las políticas gubernamentales en el mundo del deporte, empezando por la defensa a capa y espada del retorno del público a los estadios, lo que supuso que el Flamengo se quedara, en varias ocasiones, aislado defendiendo este postulado.

Otro pilar de esta alianza es la ‘Ley del Mandante’ que autoriza a los clubes locales a negociar los derechos de transmisión directamente con los canales de televisión. Su objetivo no es otro que torpedear los intereses de la TV Globo a quien Bolsonaro odia profundamente.

El Flamengo es y actúa como el equipo del gobierno, lo que supone contar con prebendas institucionales, que también se extienden a los despachos de la sede la CBF en Río de Janeiro, y que pueden marcar las diferencias en torneos muy parejos.

Sus rivales no sienten envidia, sino temor que no estén compitiendo con las mismas circunstancias y este sentimiento está muy presente entre las ‘torcidas’ de todo el país. Y la respuesta de la dirección del Flamengo se mueve entre la prepotencia de un grande y un falso victimismo que no convence a nadie y que tiene un efecto boomerang ya que alimenta aún más la animosidad.