El empeño macabra de no parar el fútbol en Brasil con la pandemia descontrolada

Clubes y federaciones regionales se unen para driblar las reglas de aislamiento social de alcaldes y gobernadores

El Brasil de Bolsonaro ya ha superado los 300.000 óbitos, con un pico diario de 3.200 muertos y 90.000 infectados

El clásico Botafogo-Flamengo se disputó a pesar del caos sanitario en Brasil

El clásico Botafogo-Flamengo se disputó a pesar del caos sanitario en Brasil / Alexandre Vidal / CRF

Joaquim Piera

Joaquim Piera

La semana en que Brasil ha alcanzado los 300.000 óbitos por Covid-19, en que se ha superado la barrera diaria de 3.000 fallecidos y 90.000 infectados, en que el oxígeno empieza a faltar en hospitales de Sao Paulo y en que hay una fila de más de 530 pacientes esperando una cama en la UVI en Río de Janeiro… el balón ha seguido rodando.

Es más clubes y federaciones regionales, como es el caso de Sao Paulo, se han unido para seguir el Campeonato Paulista en el estado vecino de Río de Janeiro y, de esta manera, driblar la prohibición del gobernador, Joao Dória, de disputar cualquier torneo deportivo durante 15 días.

Cambios de horario a última hora, equipos llegando el mismo día del partido en autocar después de 11 horas de viaje… la improvisación como bandera para mantener de forma obsesiva, alienada y macabra los ingresos de un torneo menor cuando el país está técnicamente en colapso sanitario.

La opinión pública, encabezada por la prensa deportiva local, está enfurecida por la postura de seguir el fútbol a toda costa. Clubes y federaciones, sin embargo, hacen oídos sordos dilapidando la historia de entidades como el Corinthians, que pasó de ser un ejemplo mundial con el movimiento de la Democracia Corinthiana que lideró el añorado Sócrates y Casagrande, a ser connivente con las posturas de la extrema derecha que está en el poder.

El desgobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, a quien en su país ya le llaman abiertamente genocida, ha impregnado el fútbol. La CBF, manchada hasta el tuétano de corrupción en las últimas décadas, también se lava las manos, traslada partidos de la Copa do Brasil a otros estados y deja que las federaciones regionales definan lo que quieran.

Y mientras 500 cariocas agonizaban, sin un respirador, siendo carne de cañón para aumentar la cifra de fallecidos en Río de Janeiro, el Botafogo y el Flamengo jugaban en el estadio Nilton Santos (que fue sede de las pruebas de atletismo en el os Juegos Olímpicos de 2016) como si nada ocurriese. Ganó el campeón del Brasileirao por 0-2, pero poco importa.

Este en capítulo más de un sinsentido fúnebre que empezó un año atrás cuando el propio Flamengo, la directiva del cual está alineada con Bolsonaro, presionó para que volviera el Campeonato Carioca y jugó en Maracaná donde había un hospital de campaña.

Bolsonaro, negacionista, boicoteador del aislamiento social y la compra masiva de vacunas, defensor de la cloroquina y omiso en la gestión del oxígeno y de medicamentos para entubar, ha manchado el fútbol brasileño, que protagoniza uno de los capítulos más funestos de su historia.