20 años sin Ayrton Senna

Una leyenda al límite

El mito de Ayrton Senna se forjó a base de victorias y carreras al límite. El brasileño era todo temperamento y su rivalidad con Alain Prost confirmó que era de esos pilotos únicos capaces de movilizar a millones de admiradores

Laura Ramos

La tragedia agranda a sus protagonistas, aunque en el caso de Ayrton Senna simplemente aceleró lo inevitable: el ascenso del piloto brasileño al Olimpo de la Fórmula 1.

El brasileño, tras diez años en el Mundial y tres mundiales en el palmarés, era mucho antes de aquella fatídica curva de Tamburello un mito sobre el asfalto. Incansable en carrera, agresivo y obsesionado con la victoria, Ayrton Senna se convirtió en el referente de la afición gracias un pilotaje basado en ir al límite en todas y cada una de las vueltas de una carrera.

No importaba los segundos de ventaja ni los puntos en juego, para el de Sao Paulo no existía otra mentalidad que la de dar gas y ser siempre el más rápido. Eso le costó varios sustos y errores donde otros simplemente habrían bajado el ritmo y controlado a sus rivales. Pero también millones de aficionados, que se engancharon al carisma que desprendía por cada uno de los poros de su piel.

Su eterna rivalidad con Alain Prost contribuyó a engrandecer la figura del tres veces campeón del mundo. Lo fue en 1988, 1990 y 1991 y peleaba por una cuarta corona cuando la muerte se lo llevó antes de tiempo. Ese 1994 había abandonado la seguridad de McLaren, con quien fue campeón, para probar fortuna en el todopoderoso monoplaza de Williams-Renault.

Llegó a la carrera de San Marino con tres pole position en el bolsillo, pero dos abandonos y cero puntos en la clasificación general que le obligaban a darlo todo en carrera para no perder comba ante sus rivales. Y salió a por todas en el que era su 161 gran premio en el Mundial. Y su 61 ‘abandono’. El balance en las otras 100 carreras lo dice todo: 41 victorias, 80 podios y 65 pole position. Prácticamente imbatible cuando terminaba una carrera, su muerte dejó la sensación de que todavía tenía mucho más por dar al automovilismo, que sigue llorando la pérdida de uno de esos pilotos únicos que solo nacen una vez.

Una rivalidad de otro planeta

En la memoria de todos los seguidores de la Fórmula 1, sin embargo, permanecerán carreras imborrables como su primera aparición en el Gran Premio de Mónaco en el que, pese a ser segundo por detrás de Alain Prost, fue considerado por mucho como el vencedor moral de la carrera. El brasileño adelantó al francés, pero una bandera roja por motivos de seguridad dio por finalizada la carrera antes de que ese adelantamiento contara para la clasificación general.

Se sacó la espina un año después con la que sería la primera de las seis victorias conseguidas en el principado. Aunque su primer triunfo llegó el 21 de abril de 1995 en el Gran Premio de Portugal. Otro de los grandes momentos en la carrera de Ayrton Senna tuvo lugar, precisamente, en San Marino en 1988. Allí batió a su compañero y rival Alain Prost y lanzó la batalla por un título que acabaría alargándose hasta la última carrera del año en Japón con remontada épica del brasileño.

Si Mónaco estará ligado por siempre a Senna, también Suzuka. En el trazado nipón tuvo lugar un año después una de las batallas más sonadas entre Prost y Senna. Entonces, fue el francés quien se llevaría el gato al agua y el título en una carrera en la que ambos pilotos, compañeros en McLaren, se llegaron a tocar. Después de esa tensa carrera, Prost se marcharía a Ferrari al convertirse en insoportable la cohabitación de las dos estrellas dentro del box de McLaren.

El cambio de equipo, sin embargo, no acabó con un duelo que en 1991 vivió un tercer 'round' difícil de olvidar. Japón fue de nuevo escenario de una carrera en la que ni Senna ni Prost acabaron la carrera. Llevado por su carácter pasional, el brasileño estrelló su coche voluntariamente contra el Ferrari del francés asegurándose así su segundo campeonato. 

Inexplicables el uno sin el otro, Senna y Prost vivieron su último duelo en el Gran Premio de Australia de 1993. También fue la última victoria del brasileño en el Mundial el día que el francés colgaba el casco y sumaba su cuarto mundial. En el podio, ambos se fundieron en un sentido abrazo que ponía punto final a años de intensa rivalidad, pero mucho respeto.