La derrota más dulce se une al enfado por los horarios

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Lopetegui, dando órdenes durante la final de ayer / EFE

Lucas Cadete

Toda derrota deja siempre un poso de amargura, pero hay maneras y maneras de perder. El Sevilla no pudo conquistar la Supercopa de Europa ante el Bayern, pero el 2-1 final en la prórroga ha dejado en todos los estamentos del sevillismo una curiosa mezcolanza de orgullo y decepción.

Orgullo porque los de Lopetegui obligaron a la apisonadora bávara a llegar al tiempo suplementario, orgullo porque el equipo hispalense dio muestras de ser un grande apenas en su primer encuentro oficial de la temporada, orgullo porque dicen que nunca se rinde -profético himno- y quedó demostrado de forma evidente en Budapest.

A la lógica decepción por la derrota, con esa oportunidad de En-Nesyri en el minuto 88 ya en los altares de la pena sevillista, se une el enfado. Y es que Julen Lopetegui no tardó ni diez minutos tras el pitido final en dar carpetazo al encuentro para centrarse en el futuro inmediato.

Nada menos que un derbi para empezar la Liga. Una visita a Cádiz que estaba prevista para el lunes pero que la guerra absurda Tebas-Rubiales acabó fijando para pasado mañana domingo. 

Julen Lopetegui mostró su más que evidente irritación por la falta de descanso tras una extenuante prórroga ante el exigente Bayern (“Eso sólo puede pasar en España”, dijo) y el Sevilla se verá obligado a rotar para afrontar el debut liguero con garantías.

La machada de Budapest, aunque sin premio, ya es historia. El Sevilla demostró que es un grande de Europa y encara la temporada y su participación en Champions con toda la ilusión.