Carlos Pouso: “Que me perdone el Espanyol, pero hoy seré un poco del Mirandés”

El ex técnico del Mirandés habló de los buenos recuerdos que le trae un rival como el Espanyol, al que ve un claro candidato al ascenso a Primera por plantilla

El vizcaíno fue el artífice de la gesta histórica del Mirandés en la Copa del Rey en 2011, además del ascenso y la consolidación en Segunda División

Carlos Pouso, el técnico del histórico Mirandés semifinalista de Copa del Rey

Carlos Pouso, el técnico del histórico Mirandés semifinalista de Copa del Rey / Archivo SPORT

Daniel Guillén

Carlos Pouso (Lejona, 1960) es sinónimo de fútbol modesto, pero sobre todo es sinónimo de épica. En 2010 cogió las riendas de un Mirandés que naufragaba en Segunda División B y lo llevó hasta unas semifinales históricas de la Copa del Rey. Pero no solo eso: lo ascendió y lo mantuvo en Segunda División gracias, en parte, al bloque humano de aquel equipo. Miranda de Ebro se convirtió casi en un lugar de culto para el fútbol español. En el camino dejó a equipos como Villarreal, Racing o el propio Espanyol, en cuartos de final. Porque él no fue un héroe, sino tan solo un privilegiado. Porque no es solo disfrutar con el fútbol, sino hacer disfrutar al resto. Y Carlos, bajo la batuta del Mirandés, lo hizo

Pregunta: En su trayectoria deportiva ha estado a pie de campo y en la dirección deportiva. Qué prefiere: ¿lo primero o lo segundo?

Respuesta: Ambas tienen su encanto. Lo único que yo creo que no volvería a hacer sería repetir las dos. Es decir, simultanear la dirección deportiva y el banquillo porque al final es no desconectar en ningún momento. Al final, hacer una u otra, las dos tienen atractivo. Desde el banquillo te quedas con el día a día, la convivencia, el vestuario, la preparación de un partido o la planificación de los entrenamientos. Y de la dirección deportiva te quedas con que los fines de semana no tienes ese gusanillo en el que tienes que ir cinco veces al servicio antes de un partido. Lo vas a disfrutar de otra manera. Evidentemente también quieres que gane tu equipo y tienes nervios, pero hay veces que te puedes ir a ver otro partido. O no lo estás viendo y sufres menos. Estás controlando otro tipo de cosas que desde el banquillo no. 

P: Los equipos más modestos, al final, siempre exigen un poco más de implicación porque no hay tantos recursos económicos. ¿Cómo lleva el hecho de estar ahora mismo sin equipo?

R: Son las circunstancias. No he tenido ofertas en todo este tiempo. No es fácil decirlo porque todo el mundo dice que sí las ha tenido. Yo lo único que he tenido ha sido la posibilidad de tener una reunión en Madrid con un equipo. Y me parecía que ir a un sitio para reunirme con un club en el que también estaban otros dos entrenadores, y entrar en un casting, no me seducía. No he tenido más posibilidades: no hago nada, pero es que no he dicho que no a nadie. Evidentemente, ni que sí. Porque no he tenido esa posibilidad. Esperas. Afrontas que en algunos momentos te eligen a ti y que luego hay que saber respetar que alguien se incline por otras opciones que le parecen más válidas en un determinado momento. Y hay que aceptarlo. 

P: Ha estado en Eibar, Mirandés, Logroñés, Racing o Pontevedra, entre muchos otros equipos históricos. Es sorprendente que nunca haya tenido la oportunidad de entrenar en Primera División.

R: Al final, los entrenadores que venimos de abajo entramos en una categoría porque hemos ascendido y te mantienen otro año más. Difícilmente a nosotros se nos dan oportunidades de Primera sin haber sido jugador de élite. Y si haces las cosas bien y asciendes desde Segunda tienes la oportunidad de dirigir en Primera, pero no es fácil. Las categorías no te las regalan, hay que ganárselas. Yo no me la he ganado. Y no es de las cosas que me quiten el sueño. 

P: Ahora hablaremos de su Mirandés, pero antes abordaremos al Espanyol, que visita Miranda este sábado. Nunca ha ganado allí. ¿Cómo ve al equipo? ¿Conseguirá subir?

R: Sobre el Mirandés, hay que decir que están muy bien. Están haciendo muchas cosas bien durante años, que es tener que reinventarse temporada a temporada. Cuando los jugadores hacen una buena campaña hay pocas posibilidades de mantener la columna vertebral. Y acertar todos los años es complicado, pero lo están haciendo bien. Y este año también se han reinventado y están haciendo una temporada francamente buena. Es cierto que sobre el papel el Espanyol es el coco y el rival para derrotar. Parece que ha estado en otros momentos mejor que ahora, pero tienen la mejor plantilla de Segunda División con mucha diferencia. Al principio ganaba con mucha más autoridad y ahora parece que le está costando un poco más. No va a tener nada que ver aquel partido de 2011, por ejemplo, con este. Es algo completamente diferente. En Miranda de Ebro no va a haber el factor ambiental, que va a ser una faena para lo jugadores; y para el público, que no va a poder disfrutar en directo. El fútbol en Anduva es una fiesta y va todo el pueblo. Hay una comunión afición jugadores y eso no se va a volver a vivir. En aquel entonces era un Espanyol muy superior al Mirandés y ahora, por circunstancias del fútbol, están en la misma categoría. No es Copa, es Liga. No será un partido a vida o muerte, pero tiene especial atractivo. Sigo mucho a mi ex equipo: que me perdone el Espanyol y todos sus seguidores, pero este sábado seré un poco del Mirandés. 

P: Usted eliminó al Espanyol en los cuartos de final de la Copa del Rey de 2011. ¿Cómo gestionó el partido de vuelta sabiendo que los de Pochettino habían remontado una ventaja de dos goles en el partido de ida?

R: Sabíamos que los rivales siempre eran favoritos. Partiendo de ahí, nosotros disfrutábamos. La realidad es que en el partido de ida tuvimos la oportunidad de noquearles en Cornellà. Con 0-2 hubo dos penaltis clarísimos, pero Dios me libre de echarle la culpa a los árbitros. No tenían todo lo que tienen ahora. Nos fuimos heridos del partido. Además, nosotros dimos prioridad al partido del fin de semana, que era muy importante para nosotros, en vez de la eliminatoria contra el Espanyol. Sin embargo, en el partido de vuelta sí que le prestamos la atención que merecía la eliminatoria. Era complicado y encima se pusieron ellos por delante. Pero tuvimos la fortuna o el acierto de remontar y, almenos para mí, es uno de los partidos más emocionantes de mi vida. No quiero sonar vanidoso, pero en el cómputo de la eliminatoria fuimos mejores. No fue un milagro. No tuve la sensación de que el Espanyol fuera superior a nosotros en toda la eliminatoria. Ni ninguno de los rivales a los que enfrentamos durante el camino. Solo el Athletic Club fue mejor que nosotros y justo finalista.  

P: Uno de sus grandes amigos es Jon Aspiazu, que tiene pasado en el conjunto perico, aunque su última etapa fue en el Barcelona. ¿Le ha contado alguna anécdota del Espanyol?

R: Él tiene muy buen recuerdo del Espanyol. Fuera de Barcelona, todo el mundo asume con naturalidad que hay un club que es más grande en la ciudad. Pero yo también entiendo el orgullo del espanyolista y que quieran ser superiores. Pasa un poco como el Atlético del Madrid y el Real Madrid, solo que la distancia en el caso de Barcelona es más grande. El Espanyol, al final, es una especie de quiero y no puedo. No estamos hablando ni del mismo mercado ni de las mismas posibilidades. No creo que el Espanyol deba luchar contra el Barcelona como obsesión, sino contra sí mismo por hacer las cosas mejor. Ha habido muchos años en los que en categorías inferiores el Espanyol ha estado por encima del Barcelona. Hacen las cosas especialmente bien, pero a veces hay una autoexigencia innecesaria. Quieres ser ganador, claro, aunque a veces no entiendo tanta crítica. Con el Espanyol hay demasiado ruido porque la comparación con el vecino es un poco agria. La trascendencia en uno y otro equipo no es la misma. Pero Jon siempre habla maravillas en cuanto a las instalaciones, gente de dentro del club, afición... Pocas palabras malas he oído yo. Muy contentos en ambos lados. 

P: La Segunda División siempre es una categoría complicada. Quizás es más parecida a la Segunda B que no a Primera por formato. Al final todos venimos del barro y no nos asusta, que ha comentado en alguna que otra entrevista…  

R: Sí, desde luego. Hay gente dentro del Mirandés que ha cambiado el club porque la profesionalización tiene eso. Se ha perdido un poco la cercanía de aquel equipo. Pero al final, como pasa también con el Eibar, tiene unas raíces muy profundas y se basa en el apoyo de un pueblo pequeño con una unidad tremenda. Cuando las cosas no van bien, la gente es menos crítica y ácida que en otros lugares. Y eso ayuda. Cuando existe esa unión entre todos los miembros de un club es difícil que la cosa no vaya bien. Y el Mirandés es un buen ejemplo de gran gestión deportiva y económica. 

P: Con el tiempo aquella gesta gana más trascendencia en la historia de la Copa del Rey… 

R: En ese momento no lo vivimos como una gesta. Estábamos muy centrados en que la Copa del Rey era un premio. Y así se lo vendía a los jugadores. En vez de entrenar, jugábamos unos amistosos contra unos equipos de Primera. Era el discurso. Nuestro objetivo era la Liga y el ascenso. El año anterior se nos había escurrido en el último momento. No era nuestro sueño, pero nos vimos bien para ascender y luego se convirtió en una obligación moral de darle la alegría a la gente. Aquel Mirandés no es como el de ahora que también ha llegado a semifinales, ya en Segunda División y más profesionalizado. Nosotros éramos un grupo de estudiantes o trabajadores que entrenábamos por las tardes. Tuvo un mérito enorme. El de ahora también por cómo ha cambiado el fútbol en los últimos años. Siempre va a tener mérito que un equipo de estas características llegue tan alto en esa competición, aunque para los equipos más grandes sea un trofeo menor. Para lo que somos pequeños es una fiesta grandiosa. Siempre lo recordaremos. Dimos una alegría a una ciudad. El fútbol está para que disfrutes de lo que haces, pero sobre todo para hacer feliz a la gente de tu alrededor. Es fundamental. Tenemos una relación estupenda entre todos los que formamos parte de aquello porque es algo que no se olvida. A nosotros nos gusta recordarlo y es, sin duda, uno de los logros más grandes que hemos tenido. 

P: Muchos se acuerdan de Pablo Infante, pero quizá no tanto del artífice. 

R: Tengo muy buena relación con él. Pablo ha sido un jugador determinante para el Mirandés. Cuando yo llegué me preguntaba cómo era posible que no hubiera jugado en una categoría más alta. Para él, el fútbol era una válvula de escape. Pero estoy convencido de que hubiese podido jugar en Primera. Aparte de buen futbolista, era competitivo. Era un ganador pleno y un enamorado del deporte. Era de los que llegaban el primero a entrenar y se marchaba el último. Había que apagarle las luces. Fue un milagro poder disfrutarlo. 

P: Es el gran responsable del crecimiento del club en esta última década. Con usted el equipo llegó a unas semifinales de la Copa del Rey y ascendió a Segunda. Y no solo eso: consiguió mantenerse de forma holgada. ¿Qué fue más importante para usted?

R: Sin lugar a duda con el ascenso. Para nosotros era como sacarnos una espinita clavada en el corazón. Se nos fue frente al Guadalajara el año anterior porque no supimos gestionar la eliminatoria y nos pusimos nerviosos. Nos remontaron en Miranda y se nos escapó. Para los que continuamos al año siguiente era una obsesión. No lo decíamos públicamente, pero sí que en el vestuario solo pensábamos en el ascenso. Fuimos campeones y nos tocó el Baleares, que era el rival más duro. Teníamos metido en el disco duro que teníamos que conseguirlo sí o sí. Y luego manteniendo una buena base conseguimos mantener la categoría con solvencia en Segunda División. El mayor disgusto de mi etapa en Miranda no fue el Athletic. Para nada. Fue lo del Guadalajara. Y la mayor alegría, el ascenso en Mallorca.