palabra de director

La irrupción de Gerard Piqué

Gerard Piqué, en el entrenamiento de este lunes

Gerard Piqué, en el entrenamiento de este lunes / sport

ERNEST FOLCH

La comunicación en el Barça siempre ha sido un asunto enrevesado, especialmente en momentos clave de la temporada, donde hay que lanzar mensajes contundentes, precisos y revitalizantes. El Barça es un ente complejo y poliédrico donde no siempre comunica quien tiene que hacerlo sino quien sabe hacerlo. Fue un gran acierto que se escogiera ayer a Piqué para subir la adrenalina del barcelonismo en unas horas delicadas en las que el partido contra el Madrid en el Camp Nou no terminaba de morir y el choque contra el Atlético no acababa de nacer. Gracias a su fluidez verbal, dimos carpetazo al clásico y entramos con nuevo vigor en el partido de Champions de esta noche. Es tan importante la autocrítica como la confianza y si nos creemos que las culpas del sábado ya han sido debidamente purgadas ahora toca volver a la senda del optimismo. Pero el discurso de Piqué no se limitó solo a las cuestiones del equipo sino también a las del club: se mojó, como dijo él, y nos garantizó que continuará Neymar, y hasta Ter Stegen. A continuación, habló Luis Enrique, pero sus palabras fueron totalmente eclipsadas por las del central azulgrana. En un club donde el presidente Bartomeu ejerce de manera consciente un perfil calculadamente bajo, con escasas apariciones públicas, y donde el entrenador decidió desde el primer día que entre sus funciones no estaba la de relacionarse con los medios, los mensajes no encuentran siempre la vía más ortodoxa para ser comunicados. El resultado es que ayer el club habló por boca de un jugador que teóricamente no es ni capitán, pero que en realidad se ha convertido en un líder del vestuario y, visto lo de ayer, en un líder del club. ¿Se acuerdan cuando se afirmaba que Guardiola, más que de entrenador, ejercía de portavoz e incluso de presidente? La irrupción ayer de Piqué recuerda inevitablemente los viejos tiempos  donde el hiperliderazgo de una figura determinada tapaba los huecos que dejaban los que teóricamente debían ejercer esta función. Han cambiado los actores pero seguimos instalados en una evidente anomalía.