Rodrigo Hübner: "Para acelerar el F1 con la mente pensé en la sensación de un gol"

Rodrigo Hübner posa para SPORT

Rodrigo Hübner posa para SPORT / VALENTÍ ENRICH

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Fundador de la Fundación Rodrigo Mendes Institute, trabaja para lograr que niños con discpacidad tengan acceso a una educación de calidad. Recibió el Premio ESI-2019 de la Fundació Esport Solidari Internacional presidida por Josep Maldonado.

Creció en una familia de clase media de São Paulo. Fue internacional en las inferiores de Brasil como delantero. Más tarde, a los 16, se rompió la rodilla y cambió el balón por los remos. Pero, en ese impás, descubrió que su vocación era ser médico. Se puso a ello hasta que  un disparo sacudió su vida con 18 años.

¿Qué recuerdo le queda de todo aquello?

Recuerdo que era un sábado. Que estaba con mi hermano pequeño saliendo de casa con el coche. Y mientras daba marcha atrás  dos hombres vinieron. No vi nada ni nadie, solamente sentí el disparo.  Ellos no dijeron nada, simplemente actuaron. Y la bala atravesó mi cuello. Uno de ellos  abrió la puerta del coche y me sacó. Y el otro abrió la otra puerta, sacó a mi hermano y se llevaron el coche.  En ese momento empezó un nuevo capítulo de mi historia. 

¿Pensó que podía ser el final?

Fue muy complicado. No podía prácticamente respirar y me di cuenta de que no podía moverme.  Ya imaginé que el disparo había tocado la médula.

¿Y entonces qué?

Me quedé dos meses en hospital intensivo con muchas complicaciones. Pero mi padre me cogió el brazo y me dijo: ‘Hijo, no te preocupes, haz tu parte, nosotros haremos la nuestra y vamos a vencer’. Y eso se volvió mi lema de vida.  Cuando salí del hospital y comencé a hacer rehabilitación, percibí que era un privilegiado. Porque la mayoría de las personas que nacen con una discapacidad o que pasan por un accidente sufren mucha pobreza.  Me quedé en shock cuando vi a una familia que no podía pagar el tratamiento de un niño. 

En ese momento uno no se pregunta, ¿por qué a mí?

Sí, pero yo vivía todo el tiempo en el límite entre la vida y la muerte; no tenía tiempo para pensar ¿por qué yo? ¿por qué la vida? Tenía que focalizarme para vivir.   

¿Y con la gente que se lo hizo? ¿Es imposible aparcar el sentimiento de rabia?

No lo pienso. Cuando estaba en el hospital lo tenía claro: tenía que concentrar toda mi energía en cosas buenas. No podía desperdiciar energía. 

Una de sus grandes luchas es evitar la separación entre la gente que tiene una discapacidad y la que no; ¿es posible evitar esa segregación? 

Sí. Lo que me permitió seguir mi vida y construir una carrera fue que yo tuve acceso a una educación.  Después de cuatro años entré en la universidad y estudié Administración de Empresas y trabajé en el mundo de la consultoría. Para cambiar esta situación de exclusión el camino es ofrecer educación para estas personas. Por eso decidí tener como misión garantizar que los chicos con discapacidad pudieran ir a una escuela normal con el resto de chicos.

Otro aspecto con el que se siente incómodo es con el sentimiento de lástima ante personas con discapacidades; ¿cómo era su mirada antes de recibir el disparo?

No era un tema para mí. Yo era un poco ignorante con eso. No tenía muchas experiencias, probablemente cuando veía un chico con discapacidad sentía pena. Después cuando entendía la historia de la inclusión fui comprendiendo que la mejor estrategia para permitir el desarrollo es hacerlo todos juntos.

Una de sus grandes experiencias fue conducir un F1 con la mente; ¿cómo se le ocurrió?

Esto fue un completa locura y la idea no fue mía [sonríe]. La idea fue del canal Globo. Me llamaron para una reunión y me dijeron: ‘estamos desarrollando un sistema muy moderno, muy avanzado, para permitir que una persona maneje un coche con la mente.  Y queremos que seas nuestro asesor’. Querían que les ayudara a encontrar un piloto. Pero, cuando ellos supieron que lo último que hice antes de quedarme en silla de ruedas fue conducir, pensaron: ¡Aquí tenemos una gran historia! Y fueron claros: ‘después de 27 años tú vas a volver a conducir. No queremos que seas el asesor, queremos que sea el piloto’. 

Y parece que sobrevivió al reto...

[Risas]. Sí. Empezamos desarrollando el coche con un sistema que cualquiera persona puede comprar en la red. Un head side. Es algo que usan los pilotos. Es un sensor con 16 electrodos que va a la cabeza. No leen la mente, leen la electricidad del cerebro. La actividad neuronal. Es como un electroencefalograma.  Hoy lo puedes comprar por 300 dólares, lo conectas a una computadora y puedes ver tu actividad cerebral en tiempo real.

¿Qué sintió?

Usaron este sistema que funciona para videogamers. Y yo tenía que controlar tres comandos: acelerar, girar para la derecha y girar para la izquierda.  Esa era mi misión.

¿Y frenar?

Frenar era no pensar. 

Es muy complicado eso, ¿no? Lo de no pensar…

Sí. Sobre todo cuando estás dentro de un coche. Yo fui para casa con el software y al principio traté de pensar en acelerar, girar…  pero no funcionaba porque probablemente el ordenador no lo conseguía distinguir. Pero se dio la casualidad de que, en ese momento, estaba leyendo un libro de neurociencia. Y el libro decía que un maestro para estimular a los niños tiene que usar diferentes sentidos: la visión, el olfato… porque cuando estimulas distintos sentidos activas diferentes regiones del cerebro. 

Y ahí vio una oportunidad...

Sí, pensé: ‘tal vez esto me puede funcionar’. Así que empecé a probar lo que pasaba con mi cerebro cuando pensaba en cosas muy distintas. Por ejemplo, cuando pensé en algo que había comido, de repente se activó la luz de la actividad eléctrica. Cambiaba la región del cerebro. Probé varias combinaciones y lo que funcionó al final fue: para acelerar, pensar en un gol del fútbol [risas]. Para girar a la derecha pensar en comer algo muy rico. Y para girar a la izquierda pensar que estaba encima de una bicicleta. 

¿No tuvo miedo?

Totalmente [risas]. Mucho miedo. El coche no tenía ni pedales. Me acuerdo cuando el director del  proyecto dijo: ‘Ok Rodrigo, está todo bien, adelante’. Y yo pensé: ‘ahora no puedo echarme atrás, porque se han gastado millones’. Y ahí las personas desaparecieron del circuito. Estaba completamente solo. Con el coche y la pista. Respiré a fondo, me concentré y pensé en el gol. Y el coche empezó violentamente a correr, fue una locura. 

Muchas personas con discapacidades confiesan que muchas veces cuando duermen sueñan con que vuelven a andar; ¿le ocurre algo parecido?

Para mí no ha habido un solo día en el que no haya soñado que estoy jugando a fútbol. Todos los días. 

¿De verdad?

Todos los días. Fútbol o que estoy nadando o bailando. Todo. Es increíble. Claro pero solo es eso un sueño: volver a andar.