Historia SPORT

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'Los reveses', la historia del periodista que se volcó en el ping-pong como terapia contra el párkinson

Javier Pérez de Albéniz relata en un libro cómo el tenis de mesa le ha servido para paliar los efectos de la enfermedad, que sufre desde 2015

Compitió en 2021 en el campeonato mundial de ping-pong para enfermos de párkinson, donde obtuvo un resultado mucho mejor de lo que esperaba

La portada del libro de Pérez de Albéniz

La portada del libro de Pérez de Albéniz / Libros del KO

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Todo empieza con un extraño cosquilleo en el pie izquierdo: los dedos agarrotados, contraídos contra la planta del pie. Imposible caminar con normalidad. Después, un peregrinaje por hospitales y consultas de médicos que desemboca en un diagnóstico inesperado y brutal; enfermedad de párkinson idiopática incipiente. 

Al protagonista de esta historia, el periodista Javier Pérez de Albéniz (Madrid, 1960), le diagnosticaron la enfermedad en 2015. Tenía 55 años. “Nadie muere de párkinson; muere con párkinson”, le dijeron. Y en medio de la penumbra del diagnóstico, se agarró a esa frase optimista con todas sus fuerzas. 

Los médicos le dijeron algo más. “Junto a la medicación, el deporte es la única manera de frenar el avance del párkinson”. Por eso Pérez de Albéniz, periodista de largo recorrido (‘El País’, ‘El Mundo’, ‘Telemadrid’, ‘RNE’, ‘Telemadrid’, entre otros medios), melómano y biógrafo de Bruce Springsteen, se volvió a poner el chándal. Solo faltaba un detalle importante. Deporte, sí, ¿pero qué deporte?

Lo intentó con el bádminton en un club de Talavera de la Reina, a unos 20 kilómetros de su casa en el campo, pero la experiencia fue un fracaso. La natación –"tan completa como aburrida"- el pilates o el 'running' no le motivaban del todo. 

Fue entonces cuando leyó que en Talavera de la Reina había un club de ping-pong. 

Un modo de vida

Y lo que parecía ser un entretenimiento informal, sin más pretensión que combatir la enfermedad y ejercitar de vez en cuando algunos músculos, acabó por convertirse en un modo de vida, al punto de acabar compitiendo en el campeonato del mundo de ping-pong para enfermos de párkinson.

Pérez de Albéniz lo cuenta en ‘Los reveses. Una historia personal sobre párkinson y ping-pong’ (Libros del KO). “Este libro solo puede ser una declaración de amor por este deporte. Un amor profundo, íntegro, incondicional y eufórico por un juego tan frustrante como fascinante”. 

En un tono muy ameno, entreverado de guiños musicales (desfilan por las páginas Gram Parsons, Iggy Pop, los Stranglers, Bob Dylan o Rory Gallagher, entre otros muchos), Pérez de Albéniz explica su inmersión en el mundo del tenis de mesa, sus modestos pero meritorios avances como jugador y sobre todo, cómo el deporte le ayuda a sobrellevar la enfermedad, en el plano físico y en el mental

El campeonato del mundo para personas con párkinson

Llevaba pocas semanas practicando ping-pong en el club de Talavera cuando en una página web de consulta médica leyó que el primer campeonato del mundo de ping-pong para jugadores con párkinson se celebraría en Nueva York en septiembre de 2019. 

No había leído mal: investigadores de la Universidad de Fukuoka (Japón) habían concluido que un programa de entrenamiento de tenis de mesa mejoraba las funciones motoras y no motoras de los enfermos de párkinson. Se habían detectado notables mejoras en rigidez, estabilidad postural o temblores cinéticos. 

Fue Nenad Bach, un músico croata diagnosticado con párkinson en 2010, quien puso en marcha el campeonato, nacido al calor de la asociación Ping Pong Parkinson, también fundada por Bach. “Una especie de mini Naciones Unidas del ping-pong”, cuenta. 

Sin mayores pretensiones que mejorar en su nuevo deporte, Pérez de Albéniz se entrega en cuerpo y alma al ping-pong: en el libro cuenta cómo buscó por internet las mejores palas posibles y un robot que le devolvía las bolas para entrenarse en solitario en plena pandemia. En realidad, dos robots; porque el primero salió rana.

'On' y 'off'

También explica cómo administra su medicación para poder entrenar o competir con garantías: como todos los enfermos de párkinson, pasa momentos ‘on’ -en los que el párkinson le da una tregua- y momentos ‘off’, con terribles dolores de espalda o de cabeza. El objetivo es que los entrenamientos o los partidos le pillen en momentos ‘on’

“Me tomo una pastilla amarilla con forma de pequeño balón de rugby, 25 miligramos de carbidopa y 100 de levadopa, con medio vaso de agua. Y dejo que el combinado realice su trabajo […] Ya tengo la cabeza en marcha. Solo debo esperar un poco más: mi cuerpo está llegando”. 

Pérez de Albéniz invita a los lectores a un viaje duro, pero emotivo: del diagnóstico inicial, un choque brutal, a su participación en el campeonato del mundo de Berlín de 2021, con resultados mucho mejores de lo esperado. 

En medio, una montaña rusa de emociones en la que el autor no esconde nada: los sinsabores del día a día, sus duelos ante rivales de todo pelaje (algunos, directamente tramposos), su pasión por las chirimoyas y su lucha para para no ganar kilos de más, su técnica para mejorar el ‘topspin’ o sus viajes por carretera para entrenar o competir, siempre como copiloto y acompañado de Ange, su mujer, sufrida conductora.  

Siempre con los pies en el suelo, Pérez de Albéniz –@descodificador en Twitter- rehúye de la visión buenista de la enfermedad. “Odio esta puta enfermedad porque no es solo mi enfermedad, es de toda mi familia”. Y recela de todos esos gurús de la positividad que creen ver una oportunidad en cada enfermedad

“No quiero que la enfermedad sea mi amiga. Quiero que la medicina descubra una cura, que me la aplique, y no escuchar nunca más su nombre, no volver a saber más de dolores musculares y de cabeza, miembros agarrotados o tropezones peligrosos. El párkinson no es una oportunidad ni una filosofía de vida, es una grandísima puta mierda”.