Mariano Haro: "Más palos da el hambre"

El día que colgó las zapatillas dejó de correr para siempre. Su nombre está unido al de una España que ya es historia

Ahora ya no corro ni para subir al autobús", bromea con esa risa suya franca y ruidosa que dice mucho de su manera de ser. Mariano Haro es un hombre sencillo, "un hombre de pueblo" añade sin matices.

El palentino de Becerril de Campos forma parte de la historia deportiva de este país. Una generación entera creció al albor de sus éxitos y aún hoy, muchos que ni siquiera le vieron correr saben quien fue este pequeño hombre de enorme talla. El lo resume sin rodeos: "Le eché huevos a la vida porque la gente de antes éramos así, personas sencillas y puede que de escasa cultura pero con casta. Gente de raza", enfatiza orgulloso.

Mariano Haro es al atletismo español lo que fue Manolo Santana al tenis, Martín Bahamontes al ciclismo o Ladislao Kubala al fútbol. Dice sin rubor alguno que a lo largo de su carrera deportiva pudo recorrer "alrededor de 180.000 kilómetros" y también apunta que "si fuera atleta ahora, ya habría ganado más de dos mil millones de las antiguas pesetas". Es Mariano Haro... Genio y figura.

Atiende a la llamada telefónica mientras narra: "Qué feliz soy en este sitio, chico. Estoy mirando el campo desde la ventana de casa y ayer subí a la montaña para darme el gustazo de pisar la nieve... ¡Qué belleza!". Y ubica en el mapa a la pequeña localidad de Becerril de Campos: "por el norte limita con.... Por el sur...".

Mariano Haro, cuatro veces subcampeón del mundo de campo a través-antiguo cross de Las Naciones- y cuarto en 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Múnich'72, rememora su historia.

Eran otros tiempos...

Sí, eran otros tiempos. Pero también éramos atletas. Ahora, los deportistas tienen marcas publicitarias que les respaldan, representantes, médicos, fisioterapeutas, nutricionistas... Y una Federación que les apoya sin reservas, sin olvidar a los medios de comunicación... Demasiado ruido, me temo.

¿Le parece mal...?

Ni mal ni bien. En mi opinión, contra menos gente moleste, mejor. Los atletas han de estar centrados en lo suyo, alejados del bullicio, que no es bueno porque distrae y no beneficia en nada.

El deporte ha cambiado mucho.

Así es, pero a mí me parece que cuantas menos amistades tenga el atleta, mejor. Ni rollos, ni prensa... Ya sé que es duro, chico, pero así es el deporte. Todo lo demás, son mandangas (ríe abiertamente).

Los niños, ahora, prefieren jugar con ordenador a practicar deporte.

Los niños, antes, jugaban en la calle. Esa es la diferencia. Ahora ningún padre se atrevería; les da miedo. Los africanos están dónde nosotros hace décadas. Los críos van corriendo al colegio, al trabajo... La preparación básica se va acumulando en el cuerpo sin que sean conscientes de ello. Nosotros, antes, nos pasábamos el día yendo de uno lado para otro. Le diré una cosa, empecé a correr -como atleta- a los 19 años. Hasta ese momento no tenía ni idea.

¿Recuerda ese día?

Fue en una carrera organizada por el Frente de Juventudes. Gané la prueba. Por cierto, antes de correr me zampé un plato de alubias.

Ahí empezó todo.

En efecto. Cada jornada hacía una 'pila' de kilómetros. Al menos, 15 por la mañana y otros tantos por la tarde -todos los días de la semana, sin descanso; lloviera o hiciera sol, con nieve o sin ella-.

El mundo ha evolucionado...

Hay miles de cosas que ayudan a los jóvenes atletas; la medicina deportiva, la alimentación... Se ha avanzado, sí. Pero no crea que todo son ventajas. Te entrenas como un perro y me da un enorme coraje cuando me entero que hay atletas que ganan porque tienen a un buen médico o a un 'chanchullero' que está dispuesto a meterles cualquier mierda en el cuerpo y por todo eso, digo, se llevan el honor y el dinero. Hay que sancionar. Y hay que sancionar con dureza a quienes se dopan y también a los médicos que lo hacen posible. Hay algunos que son unos auténticos carniceros. A estos últimos les metería en la cárcel o, peor aún, a arar tierras.

¿En sus tiempos también había dopaje?

Los corredores que yo conozco tomaban, como mucho, una pastilla llamada Farmacola que era vitamina C con cafeína y que ya nos parecía de alucine. No sabíamos nada de dopaje. Ni nosotros, ni la federación. Vivíamos en la inopia.

¿Qué me dice de la alimentación?

Ahora se hace todo por una tabla. Un nutricionista dice la cantidad de cereales que hay que tomar en el desayuno, las vitaminas, la pasta, la carne, la fruta... En nuestros tiempos, nos dábamos de bofetadas por un filete y nos daba igual que fuera de elefante. La tabla, antes, la hacía cada cual a su manera y sólo la utilizaba para cortar un buen trozo de chorizo que acompañaba con una rebanada de pan y un vaso de vino. Ese era el único dopaje que conocíamos. Ese y algún 'carajillete' de aguardiente o una Faria al mes. Es posible que las cosas se hagan ahora mejor. Es verdad que ha mejorado el calzado deportivo, las prendas, la preparación... Pero nos olvidamos de lo básico, sólo se trata de correr. Toda la filosofía se resume en esa palabra. Y no hay más.

No le parece que simplifica mucho...

A lo mejor... Pero ahora ya no se come un cerdo como el de las matanzas que se hacían antes en los pueblos y el aire que respiramos está cada día más viciado... Le daría una lista interminable. Yo creo que ahora estamos realmente jodidos. Se mima mucho a los atletas y todo es muy 'light'... ¡Gilipolleces! Nosotros éramos más duros, teníamos casta. Yo corría muchas 'polleradas'; por la mañana 10 kilómetros en un lugar -cobraba, a suponer, 10.000 pesetas más primas- y por la tarde, a 300 kilómetros de distancia, otra carrera de 9 kilómetros -por el mismo premio-. Recuerdo que un año corrí en Madrid el 31 de diciembre y el 1 de enero lo hice en Santander. Y me trasladé de un punto a otro en coche. Me tragué 500 kilómetros de un tirón, sin parar a descansar porque antes, lo de los aviones no era como ahora. No nos ponían 'algodoncitos' ni nada parecido. La gente quería ver correr a Mariano Haro y ahí estaba yo, haciendo kilómetros. ¿Se acuerda usted de Javier Alvarez Salgado?

Mmmm... Pues, sí.

Con 11 años repartía periódicos en Vigo. Los llevaba de puerta a puerta, siempre corriendo... Cómo no iba a ser un talento con esas piernas.

Alguna crítica que hacer...

Las motos y los coches son la ruina de los deportistas de hoy. Ya no se camina como antes. Se ha perdido el hábito de pasear.

En fin...

Cuando dejé el atletismo tuve que ganarme las habichuelas. Marta Domínguez, ahora, vive como una reina. Y José Luis González no corrió una prueba en la que le pagaban 3,5 millones de pesetas. Yo, que corría por un bocadillo... (ríe).