Manuel Vilas: "Me obsesionaba la idea de ser esquiador"

Vilas, finalista del premio Planeta 2019

Vilas, finalista del premio Planeta 2019 / Javi Ferrandiz

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Había escrito novela, poesías, relato y ensayos, pero fue el éxito de ‘Ordesa’ (2018) el que lo catapultó al primer plano mediático. Con ‘Alegría’, Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) se ha convertido en finalista del premio Planeta.

¿‘Alegría’ es una continuación de ‘Ordesa’?

Es menos desgarrado. ‘Ordesa’ era el duelo y la pérdida de los padres y ‘Alegría’ es otro momento biográfico. Sigo con la novela autobiográfica, pero aplicada a otros temas. Son novelas parientes pero independientes, era una de mis obsesiones. Y para entender ‘Alegría’ no es obligatorio haber leído ‘Ordesa’.

Pero aquí no hay planteamiento, nudo y desenlace.

Son novelas sobre la vida. Intenta reflejar mi vida y en mi vida no hay planteamiento, nudo ni deselance. Cualquier vida de cualquier ser humano es una novela: nos ocurren cosas aparentemente normales pero que quizá no lo son tanto. 

Explicar el día a día con un toque de épica. 

O al menos, darle un relato: esa es la idea, la épica de lo cotidiano. En esa épica se nos va la vida: en mi vida, como en la de tanta gente, ocurre que pierdes a tus padres, eso no es un crimen ni una novela de ciencia ficción pero a una persona normal eso le cambia la vida. ‘Alegría’ es una novela sobre las vidas normales.

"La felicidad es una especie de obligación social. La alegría es más real, más palpable y más humilde"

El libro no transmite una felicidad desbordante; más bien comedida. 

Se titula ‘Alegría’ en contraposición a felicidad. La felicidad es una especie de obligación social, por eso la alegría me parece más humilde, más instintiva y más primitiva. Y más palpable. La alegría es un subidón que muchas veces viene de lo más humilde. Sale el sol, por ejemplo. Es el sentimiento más fantástico de la condición humana. Y superior al de la la felicidad, aunque ahora esté de moda la felicidad impostada. Si no exhibes tu vida en las redes, parece que eres tonto. La alergría es un sentimiento más revolucionario que la felicidad.

¿Por qué el libro arranca con un verso de José Hierro [“Llegué por el dolor a la alegría”]?

El narrador va a luchar por la alegría: será una búsqueda activa. Hierro estuvo cinco años en la cárcel tras la Guerra Civil por haber ayudado a su padre y escribió un libro que se titula Alegría. La sensación de haber sufrido y cómo te sobrepones a ese sufrimiento y sigues amando profundamente la vida... en lugar de elegir el odio, eliges la alegría.

"Conozco la lucha contra la depresión... eso que en el siglo XIX llamaban el mal de la melancolía"

Pero hay obstáculos: al primero lo llama Arnold.

Arnold es la depresión. Simboliza la angustia, la ansiedad, la frustración, la tristeza. La depresión está creciendo en todo el mundo. Tiene que ver con haber creado un mundo lleno de hostilidades y de nuevas angustias. La tecnología produce una ansiedad nueva y las nuevas sensaciones de fracaso producen depresión. El narrador lucha contra la depresión. Yo conozco esa lucha. Pero yo no hablo de la depresión como diagnóstico psiquiátrico, sino como un ensanchamiento de la conciencia de la gente sensible. Es lo que tiene que ver con lo que en el siglo XIX llamaban el mal de la melancolía: seres humanos sensibles a lo que pasa en el mundo y que se deprimen en un ejercicio de cortesía con lo que pasa en el mundo. La depresión es una forma de solidaridad física con el mundo: personas que tienen una sensibilidad muy aguda y son capaces de sentir el horror de las cosas que hay en el mundo y metérselo dentro y quedarse sin aliento. Cuando tú le explicas esto a un psiquiatra, es como si oyera llover. Para ellos es una cuestión médica.

¿Cómo se cura?

Sabiendo qué es lo que te pasa. Tratando de conocerte a ti mismo y domar tu exceso de sensibilidad. Es complejo. Llevamos mucho tiempo quitando de nuestra vida la espritirualidad. Antes nos venía de la religión, que era horrorosa, sobre todo en España. Pero ahora hay un déficit de crecimiento espiritual, de alma. La filosofía debería solucionarlo. 

El segundo obstáculo es el alcohol, un asunto del que habla con franqueza.

Lo expliqué en ‘Ordesa’: es biográfico. Hace cinco años que no bebo. Los alcohólicos beben y el mundo se ilumina, pero luego es horrible. El alcohol es el depresivo más grande que existe: a los cinco minutos funciona, te tomas una copa y tienes un chute de entusiasmo y de esplendor. Lo que pasa es que luego viene la bajada. 

"No creo en el éxito: tengo 57 años y sigo con los mismos miedos. Hay que ser un cretino para creerse eso del éxito"

¿Quién era Manuel Vilas antes del éxito de ‘Ordesa’?

Era un escritor que escribía con mucha ilusión pero al que no leía nadie. Me leía muy poca gente, no más de 3.000 lectores. Hay 50.000 escritores que tienen esas cifras de lectores. La vida me ha cambiado completamente. Ahora vendo 100.000 ejemplares sin contar las traducciones. Ahora puedo dedicarme a esto, pero sigo siendo el mismo. No creo en el éxito: tengo 57 años. El éxito profesional es una invención del capitalismo, no soy tan estúpido como para no saber cuánto valen unos zapatos o la factura de la luz. Lo puedo pagar y estoy tranquilo, pero de lo demás no me creo absolutamente nada. Hay gente que triunfa con 35 años y se cree Elvis. Yo sigo con los mismos miedos. Hay que ser un cretino para creerse que eres alguien por haber tenido éxito. 

¿Por qué se presentó al Premio Planeta?

Por los lectores. Para mí son muy importantes. Un escritor tiene que intentar tener lectores porque la literaura se completa cuando un señor o una señora abre tu nolvea, la lee y se emociona. Es entonces cuando mi trabajo tiene sentido. El Planeta es el premio más popular en España y te permite llegar a más lectores.

"El oro de Paco Fernández Ochoa en 1972 fue un milagro: ¡en España solo esquiaban los pastores!"

En ‘Alegría’ hay poco deporte...

Una referencia a nadar en la piscina y poco más. Pero el deporte fue importante en mi vida: esquiaba y llegué a ser campeón provincial de Aragón en 1974.  Yo soy de Barbastro, que está al lado de Cerler: vi cómo inauguraban la estación y quería ser esquiador, me obsesionabala idea de convertirme en esquiador. Tenía condiciones, pero no había  infraestructuras. Por eso siempre digo que la medalla de oro de Paco Fernández Ochoa en los Juegos de 1972 fue un auténtico milagro. No había nada de nada. La gente aún no se ha dado cuenta de esa gesta. El esquí tiene muchas dificultades técnicas y requiere tradición. En España no teníamos nada, solo los pastores de la montaña que usaban los esquís para ir de un lado a otro, por eso esa medalla es de las más enigmáticas del deporte español.

¿Y el fútbol?

A mi padre le gustaba el Espanyol, no sé por qué, nunca me lo explicó. A mis hijos no les interesa demasiado y a mí de manera moderada. A mí me gusta que gane el Madrid porque yo tenía un tío que era del Madrid y él sí que era un gran aficionado. Como era muy buena persona, por fidelidad a él me gusta que gane el Madrid. Pero no por el Madrid, sino por mi tío. ¡Y lo que no me pierdo nunca es el Mundial!