John Boyne: "¿Hasta dónde llega la inocencia de los que no hicieron nada?"

John Boyne publica 'Las huellas del silencio' en Salamandra

John Boyne publica 'Las huellas del silencio' en Salamandra / De Boer - Salamandra

Javier Giraldo

Javier Giraldo

En 2006, una novela teóricamente destinada al público juvenil se convirtió en un fenómeno mundial: ‘El niño con el pijama de rayas’ lleva más de diez millones de copias vendidas.

Su autor, John Boyne (Dublín, 1971) no ha dejado de escribir. Se publica ahora en España ‘Las huellas del silencio’ (Salamandra), una novela sobre las oscuridades de la iglesia católica de su país.

El protagonista de la novela es un sacerdote que mira atrás y siente, sobre todo, decepción.

Yo hablaría más bien de desilusión. A veces empiezas a escribir una novela y tus ideas sobre el tema van cambiando a medida que escribes. En este caso, el protagonista [Odran Yates] echa la vista atrás y se da cuenta de que la institución a la que ha dedicado toda su vida le ha decepcionado, o incluso traicionado, pero que a su vez, ha vivido una vida cómoda e incluso aceptablemente feliz, dentro de esa institución.

Los abusos sexuales son el telón de fondo de la novela, pero el protagonista no los cometió.

A medida que escribía, me iba dando cuenta de que él también es cómplice de muchas de las cosas que suceden. Y al final tiene que aceptar que, aunque él no haya cometido ningún delito, de alguna manera ha sido cómplice, ha mirado para otro lado. Y tiene que afrontarlo. Y se da cuenta de que no es quien realmente pensaba ser. Una minoría de curas cometieron ese tipo de delito, pero una gran mayoría sabían lo que estaba pasando.

Y no hicieron nada.

Exacto. Al lector le quedará por resolver la cuestión moral. ¿Hasta dónde llega la inocencia de todos aquellos que no hicieron nada, pero que sabían lo que hacían sus compañeros?

¿Le ha resultado complicado escribir esta novela?

En realidad no. Apenas había escrito nada sobre mi país: quería esperar a encontrar una historia que realmente quisiera contar. Cuando empecé a escribirla empezaron a aparecer muchos recuerdos de infancia, de mis profesores, de cómo había sido mi educación. Los recuerdos empezaron a fluir. No todos agradables. Y aunque se podría decir que es un libro un poco triste, incluso un poco oscuro, para mí fue terapéutico escribirlo.

Pero dice que le ha costado doce novelas y quince años escribir sobre Irlanda y sobre su infancia.

Si hubiese intentado escribir este libro diez o quince años antes, no habría salido bien. Cuando era joven sentía mucha indignación contra la iglesia. Y contra algunas experiencias que me tocó vivir. Si lo hubiera escrito entonces, el libro sería simplemente una denuncia. Sin matices. Y el trabajo de un novelista no es firmar denuncias, sino contar historias. Hace unos años hubiera sido incapaz de escribir sobre este sacerdote que se hace mayor y que tiene tantas dudas sobre su vida. Este libro no es una defensa ni un ataque. Mi objetivo es que el libro invite al lector a preguntarse por sus creencias con respecto a la iglesia: tanto a los lectores profundamente católicos como a los que están totalmente en contra de la iglesia.

¿Cuál es su relación con la iglesia hoy?

Creo que el Papa Francisco es una buena noticia para la iglesia católica. Me parece un hombre honesto y decente. Se le ve más interesado en la gente que en el dinero o en las instituciones. Me gustaría que tuviese 20 años menos y tuviera por delante varias décadas para cambiar las cosas. La base de cualquier religión deberían ser las personas, intentar ayudar a la gente. Yo tuve una educación católica, pero abandoné el catolicismo a medida que crecí. No era muy fan de Juan Pablo II o Benedicto XVI, por decirlo de alguna forma. Si tuviera que volver a ser un fiel seguidor de la iglesia, el Papa Francisco sería un buen motivo para hacerlo.

En verano publicará su próximo trabajo, de momento solo en inglés, ‘A traveller at the gates of wisdom’.

Es una historia épica: empieza en el año 1 y acaba en 2020. Incluye 55 países, incluido España. Cada capítulo se desarrolla en una época diferente y en un país distinto. La idea de la novela es que a pesar de que la industria y la tecnología ha ido cambiando a lo largo de los siglos, las emociones de la gente no han cambiado tanto. Tener un hijo, enamorarse, perder a alguien… ¿esas cosas se viven igual en la España del año 2020 que en el Brasil de 1654, por poner un ejemplo? He intentado trazar el viaje de las emociones a través de las personas durante más de dos mil años.

También se publica ahora en catalán ‘El meu germà es diu Jessica’, sobre un adolescente transgénero. En su momento levantó cierta polémica. ¿Qué ocurrió?

Fue una polémica en las redes sociales. Ya sabes, la gente se comporta en las redes de una manera muy diferente a la vida real. En las redes, si no compartes la opinión de alguien sobre algún tema, ya eres un monstruo. Yo intenté escribir un libro muy empático sobre los adolescentes transgénero. Pero me dio la sensación de que hay una comunidad transgénero que suele ser bastante hostil en las redes con el hecho de que alguien que no haya vivido ese proceso pueda escribir sobre el tema. Algunos te ven como a un enemigo, lo cual es ridículo, porque no era un libro escrito desde el odio, sino todo lo contrario. Cometí el error de responder través de las redes: ese partido nunca lo podrás ganar.

Supongo que la gente le sigue preguntando por ‘El niño con el pijama de rayas’.

La gente a veces piensa que ese libro es una carga muy pesada que llevo siempre sobre los hombros. No es así. Ese libro cambió mi vida por completo y me dio la libertad para escribir todo lo que vino después. Sí, me preguntan por el pijama de rayas casi a diario, pero no me canso. Al contrario, estoy orgulloso. Es lógico porque es mi libro más conocido. No soy el tipo de escritor que dice, ‘no voy a hablar de ese libro’, como si renegase de él. Sé que cuando me muera, la gente me recordará como el tipo que escribió ‘El niño con el pijama de rayas’, no importa lo que haga el resto de mi vida, pero me parece bien.

Hace unos días, en Twitter, confesaba que echa de menos ver un partido de fútbol.

Nunca he sido un gran aficionado al fútbol, pero lo cierto es que estos días lo echo de menos, por el ritual que conlleva. Suelo jugar al squash con mi mejor amigo una vez por semana, ¡eso sí que lo echo de menos! También suelo tocar el piano: son mis dos grandes aficiones.

¿Sigue la Premier League, como muchos de sus compatriotas?

Yo soy aficionado del Norwich, porque estudié allí en la universidad. Es el típico equipo ascensor, que sube a Primera y luego baja. Aunque también tengo que decir que me gustaría que el Liverpool ganase la liga este año, sería injusto que no pudieran ganarla. Ah, y me gustó mucho que el Leicester ganase el campeonato en su día. Fue una historia muy literaria.

Quizá pueda escribirla usted.

No lo sé… los deportistas a veces transmiten la sensación de ser demasiado presuntuosos, como si en la vida real no fueran del todo agradables. Son muy jóvenes y es una cuestión de edad, supongo… ¡aunque si yo tuviera 20 años y millones de dólares en la cuenta corriente también sería así!