Iker Romero-Pastor: La extraña pareja

El seleccionador sabe apaciguar a la estrella del equipo español, muy temperamental sobre la pista

Con el bocinazo final, los jugadores y técnicos españoles explotaron de alegría y se fundieron en una piña en el centro de la pista. Era la imagen de la unidad, de la complicidad que guía a este grupo desde que Juan Carlos Pastor tomó las riendas. A coro, los jugadores, un manojo de brazos y piernas, empezaron entonces a cantar un estribillo que ha sonado con frecuencia, a pleno pulmón, en el vestuario. "¡Soy una taza, una tetera, una cuchara y un tenedor!", entonaba el grupo al tiempo que botaban sobre el parquet, en una suerte de baile. Fue Chema Rodríguez, uno de los más jóvenes del equipo, quien introdujo este fragmento de una canción infantil como una especie de himno de la selección.

El alborozo de los jugadores españoles estaba justificado. La selección acababa de plantarse en la final del Europeo un año después de alcanzar la final, y ganarla, del Mundial de Túnez. De vencer hoy a Francia, España habrá logrado lo que sólo otra selección, Suecia, ha hecho: enlazar un título Mundial con una de Europa. Los escandinavos ganaron el Mundial de Egipto'99 y el Europeo de Croacia 2000. "Estamos donde queríamos, pero ahora hay que empezar a pensar en Francia, un equipo que defiende de forma increíble", valoró un Iker Romero exhausto y casi sin voz.

El central del Barça completó un partido majestuoso. Marcó diez goles en 12 disparos y tiró del equipo cuando el ataque parecía atascado. "Después de siete partidos en nueve días, ya no riges como el primer día. Hoy (por ayer) he ido más de cara a la portería y la cosa ha salido bien, pero esos diez goles están ya olvidados. Si hemos ganado es porque mejoramos nuestra defensa y porque Barrufet estuvo inmenso", valoró Iker. El vitoriano tampoco se olvidó del jefe del banquillo, Juan Carlos Pastor. Tipo temperamental, incapaz de contener sus emociones en la pista, el vasco ha encontrado en Pastor a un técnico que sabe apaciguarle. "Formamos una buena pareja. El entrenador sabe que me caliento bastante y ha sabido controlarme", comentó jocoso. Con una bolsa de hielo sobre la rodilla derecha, a la que no ahorra mimos, Iker sólo pensaba en meterse en la ducha, regresar al hotel y poder abrazar a su familia y besar a Katy, su novia, a la que ayer, tras meter a España en la final, buscaba con anhelo en la grada.