Alberto Ginés: “Competí en Tokio queriendo ganar pero sin la presión de tener que hacerlo”

Nueve meses más tarde, Alberto habla sobre cómo gestiona las expectativas que genera ganar un oro en los Juegos Olímpicos

El escalador llega con buenas sensaciones de Corea, después de conseguir su mejor resultado en una Copa del Mundo de bloque

Alberto Ginés compitiendo en los Juegos Olímpicos de Tokio

Alberto Ginés compitiendo en los Juegos Olímpicos de Tokio / Diego G. Souto

Laia Cervelló

Laia Cervelló

Se bajó de la vía colgado de los cielos de Tokio bajo la atenta mirada de un Mazinger Z de "tamaño real". Se sentó. Todas las cámaras lo enfocaban a él. Mientras su mirada, absorta y sin rastro de emoción, se fijaba en una tablet que marcaba la clasificación. Una lista con los participantes de la final de escalada deportiva que esperaba que cambiase en cualquier momento porque no se creía lo que veía. La encabezaba él. Era medalla de oro. El primero de la historia de la escalada olímpica. Y era para él, que ni siquiera pretendía hacer podio antes de llegar a los Juegos Olímpicos. Para él, que casi no se clasifica para disputarlos. Se giró, miró a David Macià, su entrenador, y su reacción era la misma.

El griterío le indicaba que el gadget que tenía entre las manos estaba en lo cierto y que no había habido un error tecnológico, que había ganado. Alberto Ginés, a sus 18 años, se subió al podio todavía sin acabar de creérselo, aunque cerrara los ojos tratando de recopilar todo lo sucedido. Tardaría su tiempo en digerirlo. Posó, ya con la medalla de oro colgando de la nuca, con la sonrisa de un niño que parece que solo ha ido a pasárselo bien. Misma inocencia que le brilla en los ojos nueve meses y millones de entrevistas después.

Han pasado 9 meses. ¿Cómo ha caído en el estómago todo lo que ocurrió en Tokio?

He pasado por varias fases. Los primeros días no te lo crees, parece que todo siga siendo un sueño. Después pasé a una etapa donde ya lo tenía asimilado, pero casi no lo podía disfrutar porque estaba todo el día con actos y entrevistas. No me daba tiempo a pararme a pensar o a disfrutarlo tranquilamente yo solo, era todo muy atropellado. Ha sido después de Navidades cuando dije que ya estaba, que ya le había sacado todo el jugo a la medalla y tocaba centrarse, volver a entrenar en condiciones. Llevaba cuatro años pensando solo en los Juegos y esos tres meses de después fueron de no querer pensar ni en los siguientes Juegos, ni en entrenar, ni en competir, ni nada. Cambié el foco completamente para cambiarlo otra vez pasados los meses.

¿Cómo se gestionan las expectativas que puedes generar después de ganar una medalla de oro?

Es una mierda. Yo nunca he hecho resultados en bloque que destacasen mucho. En Juvenil sí, he sido campeón de Europa varias veces pero nunca considero que haya estado en el top, como sí me considero en cuerda. Llegó la primera Copa del Mundo después de los JJOO, y todo el mundo, por el hecho de haber ganado el oro, esperaba que fuera a hacerlo súper bien y a arrasar. Las cosas no funcionan así. De hecho, me fue súper mal. Pero también me vino muy bien. Recuerdo que todos los titulares eran desastrosos, diciendo que se terminaba el camino a París, que el sueño olímpico del país acababa allí. Era la primera competición y todavía quedan tres años. Y encima era en una disciplina en la que nunca he hecho grandes resultados. Que sí, pasé de quedar primero a ser el 80. Vale. Pero no era mucho peor que algunas actuaciones que hice el año pasado. Al quitar todas las expectativas con esa competición, ahora que hemos ido a Corea, ha ido mucho mejor. Me he quitado una mochila con muchos quilos.

De hecho, en la Copa del Mundo de Corea has batido récord en marca personal en bloque.

Ha ido mucho mejor de lo que esperábamos. Nuestro objetivo era quedar entre los 40 primeros. Fui con la espinita de las últimas Copas del Mundo, que me habían ido bastante mal. Empecé muy bien. De repente termino y veo que voy quinto. Al final quedé sexto en la clasificación, pero ni de lejos esperaba haberme clasificado sexto para una semifinal de una Copa del Mundo de bloque. Y menos viendo los últimos resultados. En la semifinal me fue bien, estoy muy contento, quedé 16º.Hice un pequeño fallo, pero al final creo que no estaba preparado para competir unas semifinales. Ha sido un paso muy grande. Sobre todo para mí mismo, para demostrarme que puedo ser competitivo en bloque y sí que puedo estar entre los mejores. La semana que viene me voy a Estados Unidos para aportar más expectativas en la siguiente competición.

¿Te estás focalizando en esta disciplina, entonces?

Es en lo que más tengo a mejorar. La primera parte de la temporada siempre es de bloque. Hasta junio hago solo bloque, y luego empezamos la temporada de cuerda que suele ser todo el verano.

Volviendo a las Olimpiadas, en los días previos y cuando ya llegas al sitio para competir, ¿qué te planteabas conseguir en tu cabeza?

El objetivo que nos planteamos fue pasar a la final. Cuando lo logré, me puse a llorar. Creo que no he llorado tanto en mi vida por una competición. Bueno, por haberlo hecho mal quizás sí, pero no de emoción por lograr un reto. Ni siquiera cuando gané. Piensa que llevaba cuatro años con el objetivo de llegar a la final y conseguir un diploma olímpico. Estuve solo pensando en eso el último año de mi vida. Todo lo que hacía era enfocado a eso. De repente lo consigues y me puse a llorar como una magdalena. Cuando competía y los días de antes, sí que es verdad que no pensaba en el resultado que quería conseguir en la competición. De hecho, parecerá muy tópico, pero estaba súper contento ya solo por el hecho de estar allí. Así que pasé la previa muy tranquilo, con muy buena sensación. De hecho, ni siquiera hablaba con nadie por el móvil, solo respondía a mis padres para que no se enfadaran. A mi entrenador los días antes se lo decía, que me encontraba muy bien, muy confiado. Luego llega la competición y se te quita toda la tranquilidad, pero nunca me había sentido tan bien antes de competir.

Al final será verdad que el éxito en la vida es vivir sin expectativas.

Es que una de las ventajas que tuve en la final es que mi objetivo ya estaba conseguido. Me daba igual quedar séptimo, todo lo que viniera estaba súper bien. Competí queriendo ganar, pero sin la presión de tener que hacerlo. Adam Ondra y Tomoa, todos esperaban que fueran a ganar. El hecho de que no ganaran o de que ni siquiera estuvieran en el podio fue un fracaso. Eso jugó muy a mi favor.

Has sido considerado uno de los deportistas españoles del año. ¿Cómo se trabaja psicológicamente tanto éxito, tan joven y tan de repente?

Me ha costado, porque no me gusta ser el centro de atención desde que era pequeño. De agosto a diciembre, me invitaban a galas y a eventos. Y al final, era un poco lo que no me gustaba ser, el centro de atención. Soy bastante vergonzoso para esas cosas. He de decir que la repercusión mediática que tuve me ha sorprendido para bien de lo mucho que ha durado. Yo pensaba que iban a ser un par de semanas después de los Juegos. Luego empecé a crecerme un poco más, a ir en traje a las galas (ríe). Pero me ha costado, en general.

Es que además te independizaste con 15 años viniendo de Extremadura a Barcelona, ¿recurriste a la ayuda de un psicólogo o lo haces ahora?

Justo cuando vine no me planteé ir al psicólogo ni mucho menos, pero el año pasado empecé a trabajar con él. Es algo que considero fundamental. Igual que vas al médico de vez en cuando, ir al psicólogo ayuda mucho. En esta última etapa me ha acompañado mucho y me ha ayudado un montón. Al llegar a Barcelona posiblemente me hubiera venido bien acudir a él, porque los primeros meses fueron bastante duros. Soy un chaval muy tímido y estuve un tiempo sin conocer a nadie y estaba yo solo de escalada. De repente no conocía a nadie en toda la ciudad, solo a mi entrenador y a algún compañero de la Selección Española. Me encontraba bastante solo y posiblemente hubiera sido algo que me hubiera venido bien empezarlo antes, pero ahora sí que es algo en lo que me apoyo.

Lo de escalar te viene de familia, por lo que tengo entendido.

Empecé a escalar por mi padre, cuando tenía 3 años. Él ha sido escalador toda la vida, pero él no competía. Se iba los fines de semana a escalar con sus amigos. Cuando era pequeño vio que me gustaba mucho subirme por todos lados y pensó en llevarme al rocódromo, porque era mejor que andar subiéndome por los árboles del parque (ríe). Empecé a ir cada vez más al rocódromo y a gustarme más la escalada. Fue algo muy progresivo, no hubo un punto en el que dijera, vale voy a dedicarme a esto el resto de mi vida. Le fui dedicando más tiempo y cambiamos el viajar para ir a esquiar, como hacíamos en semana santa, o para ir a la playa en los puentes o hacer turismo en verano por ir a escalar. Si en algún punto noté que me lo empezaba a tomar más en serio fue cuando me vine a vivir a Barcelona. Fue un gran cambio en mi vida. Fue también muy de repente. Llegó un momento que era inviable seguir preparando competiciones en Cáceres y me hacía 1.400 quilómetros todos los fines de semana con mis padres para poder entrenar. La única solución que se nos ocurrió fue pedir la beca del CAR, que era casi imposible de que me la dieran. La pedí, me fui todo el verano a competir y cuando volví me dijeron que hiciera las maletas que en dos semanas me iba a Barcelona. No me dio mucho tiempo a asimilarlo. Fue el punto en que asumí que empezaba a dedicarme 100% a la escalada.

Los rocódromos han pegado un boom desde que te vimos competir en Tokio. ¿Cómo te sientes al ver que has ayudado a que tu deporte esté en auge en España a cualquier nivel?

Me siento muy orgulloso de haber contribuido a que la escalada sea más conocida o que se inicien más en ella. Es como devolver a este deporte todo lo que me ha dado. Sí que noto un cambio muy grande. La cultura que había en los rocódromos, sobre todo cuando yo era más pequeño, era de ir a entrenar durante la semana para el fin de semana irte a escalar en roca. Por eso no se veían como un centro de entrenamiento o como un sitio de ocio como se ven ahora. Esa tendencia ha ido cambiando. Empieza a parecerse al centro de Europa, por ejemplo, como hace siempre mal tiempo no pueden ir a escalar todos los días al campo y tienen que ir al rocódromo. Mucha gente en España se está iniciando y para la gente que empieza a escalar es mucho más fácil y mucho más cómodo hacerlo en rocódromo que en el campo. Entre ese cambio, que ya venía pasando, desde 2015/16, y los Juegos, sí que ha crecido un montón la escalada.

¿Han mejorado los rocódromos a nivel de prepararte para competir o sigues teniendo que recurrir a los de Austria o República Checa?

Están mejorando mucho, y eso afecta mucho para avanzar. Al final, es un negocio. A la gente no le interesa montar un rocódromo privado de alto rendimiento. A nivel comercial no es viable. Sí que es verdad que ha mejorado mucho, cada vez se puede entrenar en mejores condiciones, pero hay que seguir. De hecho, la semana antes de irme a Seúl, estuve 10 días entrenando en Austria con el equipo austriaco y luego vino la Selección Española. Se están haciendo mejoras pero todavía no es suficiente.

Hubo varios medallistas españoles en las Olimpiadas, pero tú has calado especialmente entre la gente. ¿Cómo te explicas tu éxito más allá del deporte? ¿Crees que va relacionado con tu carisma?

Es algo que se me pregunta mucho. De los medallistas olímpicos, sobre todo de los oros, a Sandra sí que se la conocía bastante pero Alberto y Fátima, que ganaron el oro en tiro, no han tenido prácticamente repercusión. O al menos, no tanta como la que hemos tenido Adriana Cereza y yo, que crecimos mucho en redes sociales. Yo acabé con 200K seguidores, aunque ahora haya bajado un poco. Es una cosa que me sorprende pero que creo que es, en mi caso, por Twitter, sinceramente.

De hecho, incluso vi titulares diciendo “un twittero ha ganado una medalla de oro”.

(ríe) Se juntó todo el mismo día, el ganar la medalla de oro y que la gente lo estuviera viendo en su casa, y vieran que por Twitter muestro mi lado humano. No es habitual ver a un deportista olímpico explicando sus dramas amorosos, de la vida… yo qué sé, hablando de cualquier estupidez. Creo que si he tenido más éxito ha sido porque la gente ha empatizado con ese lado más humano.

Qué es lo más lo más bizarro que te ha ocurrido este año que jamás hubieras pensado que te podía pasar.

Acabar en una casa de after con Esther Expósito, por ejemplo. (ríe) Sigo sin saber cómo pasó pero de repente me vi allí. De todo lo que me ha pasado, es lo que más explico porque me parece muy cómico. Hay mucha gente que me ha hecho más ilusión conocer, pero creo que esta ha sido la más ‘random’ de todas.

¿No te fuiste de fiesta con la medalla?                                                              

No es que me fuese siempre de fiesta con la medalla, no es que me guste pasearla. Fue de casualidad, la primera vez y la que más viral se hizo porque conocía a mucha gente y muchos se hacían fotos conmigo y las subieron a las redes. Estábamos en un evento y me pidieron que la trajera, y un amigo me dijo que me la llevara de fiesta por las risas.

Eso nunca acaba bien.

(ríe) Luego me la llevé también en las batallas de gallos de la Red Bull, y pasó lo mismo. Me pidieron que me la trajera y luego fui directamente de fiesta. Pero fueron esas dos veces y ya está, que la gente se piensa que estoy todo el día de fiesta con la medalla.

Cuáles son los próximos retos de Alberto Ginés.

Uno de los que tenía era llegar a la semifinal de una Copa del Mundo de bloque y lo conseguimos en Seúl. Así que ahora es pasar a la final. También me gustaría mucho ganar una Copa del Mundo de dificultad. El año pasado perdí el podio por no ir a la última competición, por querer descansar. Tengo esa espinita clavada. Esos son los principales objetivos que tengo, aparte del campeonato de Europa, que también me gustaría ganarlo. Al final, mis siguientes retos antes de los Juegos Olímpicos de París es ir ganando lo que vaya compitiendo.