El relevo de ‘El mal querer’

'Motomami', el nuevo disco de Rosalía, canción a canción

Reguetón de vanguardia y baladas brumosas conviven con el trazo flamenco, el homenaje al bolero y el guiño a la copla en el atrevido tercer álbum de la cantante y compositora

Rosalía, en una imagen promocional del disco 'Motomami'.

Rosalía, en una imagen promocional del disco 'Motomami'.

Jordi Bianciotto

'Saoko'

'Motomami' te asalta sin preámbulos: línea de graves reguetoneros con regusto siniestro y tensión rítmica aparatosa, vía interludio de jazz ‘avantgarde’. Con pulsión popular y filo innovador. Rosalía deslenguada, agresiva, advierte a quien pudiera esperar una continuación cabal de ‘El mal querer’: “Yo soy muy mía / Yo me transformo / Una mariposa / Yo me transformo”. Tijeretazo a todo lo que sobra y limita: “fuck el estilo”. La voz afrolatina ‘saoco’ (sabor, ritmo, alegría), desliza un guiño al tema de Daddy Yankee y Wisin en 2004.

'Candy'

Reguetón, sí, con capas de teclados cósmicas e introducción entre sensual y litúrgica, de relieves r’n’b, envolviendo una letra en la que Rosalía nos habla de un fundido sentimental sustituyendo la melancolía por una lánguida mala uva: “Ya no me acuerdo de tu cara / La forma de tu cuerpo ni aunque la pensara”.

'La fama'

El que fue primer ‘single’ del álbum es una bachata sinuosa que nos habla de la celebridad con distante escepticismo. Rosalía, encantadora de serpientes en la hoguera de las vanidades, compartiendo estrofas con The Weeknd. Seductor artefacto en el que se involucran, además de nueve autores, otros ocho productores, del recuperado El Guincho al ubicuo puertorriqueño Tainy.

'Bulerías'

La pista más flamenca, rindiendo homenaje a ‘La niña de fuego’, zambra de Quintero, León y Quiroga que hizo suya Manolo Caracol. Otras menciones explícitas (y transversales): a la Niña Pastori, José Mercé, Lil’ Kim, Tego Calderón y M.I.A. Poderío jondo, con jaleo y ‘autotune’, cocinado con Chiqui de la Línea, maestro de Rosalía en la ESMUC.

'Chicken teriyaki'

El pollo a la japonesa, como pretexto de un número de juguetería reguetonera listo para Tik Tok, con su estribillo machacón y su coreografía con mímica felina. Dos minutos y dos segundos de juegos de palabras en cascada (‘teriyaki’, ‘maki’, ‘Kawasaki’), armados para divertir, sencillos y crudos, de graciosa entonación con retranca (aunque bien puede ser el tema que fabrique más odiadores). El señor novio, Rauw Alejandro, figura entre los siete coautores.

'Hentai'

Empieza como una balada con aires de viejo estándar americano y concluye entre ráfagas de metralla electrónica. Una dulce Rosalía canta embelesada al sexo duro, casando el verbo ‘chingar’ con Dios y soltando rimas muy plásticas (“enamorada de tu pistola / roja amapola”). Cálida pero disruptiva, lanza una de las muchas señales a la cultura japonesa: la palabra ‘hentai’ (‘perversión’), alude a la pornografía en el manga y el anime.

'Bizcochito'

Un ejemplar revoltoso, de pegadizo e infantil tarareo, y complexión electrónica seca y ‘minimal’, en el que ella va soltando declaraciones de principios con desenfado: “No basé mi carrera en tener ‘hits’ / Tengo ‘hits’ porque yo senté las bases”, rapea sacando pecho. Tema incluido en la banda sonora del vídeo juego ‘Gran Turismo 7’, de PlayStation.

'G3 N15'

Nuevo receso: aquí, en forma de monólogo vulnerable acerca de su larga estancia en Los Ángeles, en tiempo de pandemia, lejos de su familia. Canto sobre un manto de órgano abierto a pellizcos urbanos, cálido y purificador, que deriva en una nota de voz de su abuela en catalán, donde esta le destaca la importancia de Dios y de la familia, y la anima a seguir adelante en ese “món molt complicat” de la profesión musical.

'Motomami'

El espíritu del álbum, condensado en un minuto de ‘patchwork’ lírico (rimando ‘tatami’ con ‘tsunami’, ‘origami’ y ‘sashimi’) sobre un acompasado riego electrónico con sutil matiz de jazz y un resultón juego de ganchos onomatopéyicos. La ‘motomami’ mira con altanería a las imitaciones: “A cada copia que ves / Tú dale tu bendición / Yo no quiero competir / si no hay comparación”.

'Diablo'

El cante flamenco vuelve asomar haciendo buenas migas con la cadencia latina, casando el melisma con la voz procesada, de tacto robótico e infantilizado, en una pieza que avanza hacia un clima fantasmal, con rasgos de la electrónica flotante de James Blake, coautor de la pieza. Apuntes en torno al éxito, el dinero y la espiritualidad: “La bala de Dios juega en la ruleta / Tú no has vigilao, se ha ido tu pureza”.

'Delirio de grandeza'

La fama, de nuevo en el punto de mira, en esta revisión un poco subida de ‘tempo’ del bolero cubano de Carlos Querol (1920-91), que Justo Betancourt grabó en 1968. Rosalía, en modo diva tropical, con orquesta frondosa, señala a quien se dejó cegar por el oro. Clasicismo latino de salón que, en su tramo final, acoge interferencias vía ‘sample’ de ‘Delirious’ con el rapeado de Soulja Boy.

'Cuuuuuuuute'

Una de las pistas más abruptas, con graves de alto octanaje y turbo-estribillo monocorde (“keep it cute, manito, keep it cute”) en seco contraste con el giro balsámico a cuenta de las “mariposas sueltas por la calle”, que “para verlas tienes que salir”. Una pieza de corte radical, la más alejada de cualquier noción del ‘mainstream’, de nuevo tocada por la mística: “que aquí el mejor artista es Dios”.

'Como un G'

En el polo opuesto, esta secuencia atmosférica introspectiva sobre la que Rosalía vuelca sus tribulaciones sentimentales. Nada de baladas canónicas: el sentido canto al piano (que toca James Blake) deriva en un murmullo de fondo sobre el que su voz muta y se funde con la máquina hasta invocar la inocencia con un tarareo infantil. Delicada obra de ingeniería.

'Abcdefg'

No es una canción, sino el recitado del ‘alfabeto Motomami’. ‘Sketch’ con el que Rosalía nos sitúa en su imaginario: la A “de alfa, altura, alien”, la B de “bandida”, la C de “coqueta”… La inteligencia artificial ocupa la I, y Willie Colón, la W, y la Z es “de zarzamora, o de zapateao, o de zorra también”.

'La combi Versace'

Otra aleación de electrónica brumosa con ritmo reguetonero, llevando ese género latino a un estadio de cierta abstracción, violentada por el rapeado de la dominicana Tokischa. Nueva cita a los clásicos: la pareja se imagina una fiesta con la Fania y uno de sus creadores, Jerry Masucci.

'Sakura'

Si ‘Saoko’ abría el disco con chulería, ‘Sakura’ lo cierra como un canto a la fragilidad, acudiendo simbólicamente al cerezo en flor (significado del título del tema en japonés) para recordar en voz alta que “ser una popstar / nunca te dura”. Canción que aborda como una vieja copla, recuperando la dicción flamenca sobre una base mate de teclados. Lucimiento vocal como última señal, entre aplausos enlatados un poco paródicos, como salidos de un estadio, de una Rosalía consciente de la condición trágica del artista y que advierte de la posibilidad de romperse.