COPA LIBERTADORES
El Botafogo tira de épica para reinar en la Copa Libertadores
El Fogao, que jugó con inferioridad numérica desde el primer minuto, se impuso 1-3 a un Atlético Mineiro menor en una final sin guion

Luiz Henrique fue el héroe de la final: marcó un gol y forzó un penalti / Perform
Lo que hizo el Botafogo en la final de la Libertadores 2024 es una machada. Jugó con diez desde el primer minuto, pero ya ganaba por 0-2 al descanso; aguantó la presión con 1-2, y terminó desarbolando con un último gol en el descuento (1-3) a un Atlético Mineiro ramplón, previsible sin el alma necesaria para disputar un partido de esta trascendencia y grandeza. Fue una epopeya.
El club de la Estrella, con la inversión maciza del magnate estadounidense John Textor, se corona emperador de Sudamérica por primera vez y cierra el círculo. Era el único histórico brasileño que no tenía el cetro continental. Lo logró con épica, lo que agranda aún más un título mayúsculo de un equipo alegre, ofensivo y que entierra la imagen y la fama de estar gafado y ser un 'pupas'.

Gregore, del Botafogo, vio la roja directa por está acción con 29 segundos de juego / EFE
La final voló por los aires a los 29 segundos de juego cuando al volante Gregore se le cruzaron los cables y le propinó un plantillazo en la cabeza de Fausto Vera, que sangrando, quedó KO por unos instantes. Roja directa. Sin discusión.
Todo lo que había sido minuciosamente preparado ya no servía para nada. Un escenario imprevisto surgió. El Galo, lógicamente, cogió las riendas del encuentro. Atacó ordenado, pero sin punch ni demasiada convicción. Abusó de lanzamientos lejanos, que no cosquillearon a John Víctor.
El Fogao no se arrugó. El portugués Artur Jorge movió bien las piezas. Los cariocas se replegaron, respiraron y, cuando olieron sangre, hincaron los dientes. Primero, con Luiz Henrique, marcando el primer tanto (min. 35) en la primera ocasión clara de su equipo.
Y, acto seguido, el exbético cazó un penalti en una mala, innecesaria y precipitada salida del portero Everson. Alex Telles fusiló la portería del Atlético para poner el 0-2 (min 44), en un primer tiempo de emociones antagónicas y sin lógica alguna.
A Gaby Milito, que había visto pacientemente el descalabro de los suyos, no le tocó otra que salir a tumba abierta en los 45 segundos minutos. Por eso, introdujo, de salida, un triple cambio, y el chileno Vargas puso el (1-2) en el primer balón que tocó (min. 46). El gol incendió el encuentro.
La posesión del Galo, que rondaba el 80%, ahora sí que tenía un propósito. La presión atleticana asfixiaba a un Botafogo, que sentía más que nunca la inferioridad numérica y que tiraba de corazón para achicar balones.
El ejercicio de supervivencia del Fogao tuvo premio en un final de partido interminable con siete minutos de añadido. Ganó porque dominó todos los registros, empezando por la guerra psicológica. Supo defenderse como uñas y dientes y maximizó las mínimas ocasiones que dispuso como hacen los grandes. Cerró el partido, la final y el título con un gol impensable de Junior Santos, artillero de la competición, en el minuto 97. 1-3. Una victoria grandiosa.
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